Vegadeo acogió la oficina reclutadora de emigrantes más importante del Noroeste

MARTÍN FERNÁNDEZ VEGADEO / LA VOZ

A MARIÑA

Archivo Pacheco

El transporte de emigrantes era un negocio para navieras e intermediarios

24 dic 2020 . Actualizado a las 15:21 h.

La emigración gallega tuvo mucho de tráfico de personas. El transporte de emigrantes era un lucrativo negocio para compañías navieras e intermediarios de distinto signo, escrúpulos y condición. En torno a él se tejió una tupida red de comercios y personas que hicieron del viaje una rentable actividad, asegurada por la necesidad de la gente en emigrar como única vía de escape de la pobreza y de la extrema precariedad rural.

El negocio se articuló de modo diferente antes y después de 1907, fecha de la primera Ley de Emigración. Antes no había amparo legal y los ganchos captaban a jóvenes y los enviaban a América en barcos de vapor. Después, aunque algunos de esos agentes siguieron actuando igual, otros se legalizaron y reconvirtieron en consignatarios de navieras. Fue el tiempo en que, como consecuencia del desarrollo de la nueva ley, se abrieron Bolsas de Trabajo y oficinas y despachos de pasajes de emigrantes en lugares como Vegadeo, Viveiro, Mondoñedo o Cervo, entre otros. La ley de 1907 no buscaba solucionar el problema migratorio sino controlarlo y regularlo. Entre otras instancias, creó un Consejo Superior de Emigración, un Negociado específico, la figura del inspector, la vigilancia de contratos, la inspección de buques. Y propició entidades como la Bolsa de Trabajo Internacional, creada por Francisco Fernández Vila, según explica el profesor asturiano José Manuel Prieto. 

Un sindicalista y Lino Logares

Vila era representante de la clase obrera en el citado Consejo, director de El Emigrante La Emigración Española -dos revistas que ofrecían información de interés para futuros emigrantes- y delegado en España de sociedades como La Federación Española de Brasil, Dependientes de Comercio de La Habana, centros gallegos, etcétera. Los jóvenes que querían emigrar se registraban en la Bolsa, pagaban una cuota y la organización se encargaba de gestionar su pasaje y un trabajo en América. Se ofrecía así cierta seguridad y se evitaban muchas de las frecuentes estafas de la época. La Bolsa tenía oficinas por las principales zonas migratorias del Estado, sobre todo por la España húmeda y norteña que era la que tenía recursos y medios para poder pagar el alto coste del viaje y marchar. Su principal despacho en el Noroeste estaba en Vegadeo, dirigido por Lino Logares, un comerciante con contactos en A Coruña que ya antes de 1907 actuaba por libre y reclutaba pasajeros para América. En el nuevo tiempo, se readaptó y desde su comercio veigueño fue delegado de la Bolsa de Trabajo Internacional para una amplia zona de captación de emigrantes que iba desde A Mariña y los concejos del Occidente astur hasta A Fonsagrada, Os Ancares o Meira. Logares coordinaba oficinas de menor importancia como las que había en Viveiro, Mondoñedo y Cervo. 

Agentes de pasajes y de la bolsa de trabajo en Viveiro y Cervo

A partir de la ley de 1907, la Dirección General de Emigración autorizó en la provincia de Lugo la apertura de 16 oficinas de información y despacho de pasajes para emigrantes. Estaban ubicadas en Viveiro, Cervo y Mondoñedo (A Mariña); Abadín y Vilalba (A Terra Chá); Pedrafita (Os Ancares); Chantada; San Clodio (Quiroga); Bóveda (Terra de Lemos); Portomarín y Lugo (Comarca de Lugo); Sarria, O Incio, Leizán y Rubián (Sarria) y A Fonsagrada.

En Viveiro funcionaron tres despachos debidamente legalizados y autorizados y, a veces, coordinados entre sí. Uno de ellos lo regentaba Manuel Dopico Rivas, un «acreditado comerciante de tejidos» con tienda propia en la calle Pastor Díaz que traspasó en 1929. Dopico era también delegado de la oficina de la Bolsa Internacional del Trabajo que dependía de la que llevaba Lino Logares en Vegadeo para el Noroeste Peninsular.

La segunda de las oficinas de información, captación y venta de pasajes para la emigración estaba administrada por Vicente Balseiro Colosía, comerciante, comisionista de ventas y subastas y administrador en 1911 de Automóviles de la Costa, una empresa de la que era gerente José María Crego Fernández, de Cervo, y que tenía como delegado en Ribadeo a Valentín Lamas.

La tercera era de Eduardo López Camino, un coruñés muy vinculado a Viveiro que era guardia municipal en A Coruña y Contador, en 1922, de la Sociedad de Fondistas de la ciudad.

Estaba casado con María Roibal Sanjurjo y el matrimonio poseía una fonda en una céntrica calle coruñesa.

En Cervo, tanto el despacho de pasajes como la Bolsa de Trabajo estaban a cargo de José María Crego Fernández quien, además de ocupar los puestos de secretario del juzgado durante 22 años y de juez en 1927, era un gran emprendedor con negocios de taxis, transporte, etcétera. Crego, a cuya familia se dedicará una Memoria en estas páginas, formó parte destacada de la más brillante generación de cervenses del pasado siglo.

Ángel Blanco

Funcionarios viveirenses y comerciantes de O Valadouro fueron ganchos de compañías navieras

Los ganchos, que tuvieron su momento a fines del XIX, eran comerciantes o gentes relacionadas con la Administración que, en connivencia con navieras y países americanos, financiaban el viaje de los emigrantes a cambio de la venta o hipoteca de fincas o cobrando una cantidad durante un tiempo. Recorrían ferias y aldeas captando jóvenes, prometiendo ventajas que no se cumplían y, a veces, falsificando cédulas y documentos para lograr su objetivo. En Viveiro -según Carlos Nuevo- actuaron algunos con ese perfil: Maximiliano Barreiro, comisionista, procurador y Depositario de fondos municipales en 1898; Felipe Prieto, alcalde; y Bartolomé Basanta Miranda, alcalde, diputado en 1876 y 1879 y jefe del Partido Conservador.

En O Valadouro, el Correo de Galicia informa en mayo de 1908 que «un comerciante del Valle de Oro, llamado Juan Orol, ha sido preso y entregado al juzgado como agente de emigración. Parece que dos emigrantes detenidos días pasados en Baamonde y que se proponían embarcar clandestinamente, por hallarse comprendidos en quintas, llevaban contraseñas del citado comerciante para un conocido agente de La Coruña».

En O Valadouro actuaron también como ganchos Ricardo Seco, agente de una naviera, según una carta publicada por él en 1883 en El Hermandino, de Mondoñedo, en la que niega haber retenido pasaportes de emigrantes y cobrado por devolvérselos. Y, según denunció la revista El Valle de Oro y reprodujo El Pueblo Gallego, también la razón social García y Señora, de Ferreira, «constituida con el objeto de engañar y explotar a los infelices que abandonan el terruño para buscar fortuna en tierras cubanas».

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