Esta semana me vas a permitir que aparque la actualidad económica, la situación sanitaria y el resto de noticias de este mundo tan vertiginoso para detenerme a poner el foco en una fotografía. Se trata de una instantánea que se está haciendo viral por lo poderoso de su mensaje. Es una foto tomada en una carrera infantil de bicicletas de montaña organizada en Camboya. La imagen muestra un camino de tierra por el que pedalean varios niños ante la expectante mirada del público que se agolpa tras las vallas que definen el circuito. En el fondo de la imagen aparecen dos niños de unos diez años subidos a unas bicicletas de última generación, con ruedas grandes, cambios de marcha, perfectamente equipados con casco, gafas, guantes, mallot de ciclismo, medias y botas ancladas al pedal. Estos niños se afanan por llegar hasta el corredor que lidera la carrera. Y aquí está la magia de la foto. En primer plano emerge la figura de un humilde niño camboyano que, con una mirada feroz de coraje y determinación, pedalea descalzo, con ropa vieja y subido a una desvencijada bicicleta de paseo. Está levantado del sillín, agarrando el desgastado manillar y pedalea con fuerza de pie sobre sus huesudas piernas y sus pies descalzos. Va con todo su cuerpo inclinado hacia delante con un ardiente deseo de avanzar y en su rostro queda patente el empeño por pedalear más fuerte que nadie. La lucha de clases, la disparidad económica y la diferencia evidente de medios entre los participantes quedan difuminados ante fuerza que emerge de la actitud de este niño que, con su enorme coraje, lidera la carrera.
El mensaje de esta foto es tan poderoso que te recomiendo que lo compartas. Sobre todo con cualquier niño con el que tengas ocasión, tus hijos, nietos, sobrinos o amigos. En mi caso, hice el sencillo ejercicio de poner la foto en el televisor del salón y preguntar a mis hijos que es lo que veían en la foto. En una primera respuesta solo observaban una carrera de bicis, pero a medida que se fijaban en los detalles afloraba la enseñanza y se revelaba el aprendizaje de los valores. Y es que aquí está el quid de la cuestión. Debemos anclar los valores en una sociedad en la que se pierden de generación en generación. A mi juicio, esta foto es un soplo de aire fresco entre tantas fotos y videos que banalizan la realidad, inciden en temas superfluos y están desnortando a nuestros jóvenes. Tenemos que intentar revertir, antes de que sea demasiado tarde, los intereses de los bailes obscenos, la moda, la vanidad, la superioridad, el egoísmo, la violencia, el odio y el clasismo para fijar valores como la dignidad, la humildad, el esfuerzo, la búsqueda de la mejora, el respeto, la generosidad y la inclusión social. Recuerda que, como dice un proverbio africano, para educar a un niño hace falta toda la tribu. Yo ya he puesto mi granito de arena. Ahora te toca a ti.
David Gómez Rosa (VIVEIRO ASESORES)