Los hogares salvan a los pescadores

s. serantes VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

Descarga de merluza del pincho en Celeiro, en una foto de archivo
Descarga de merluza del pincho en Celeiro, en una foto de archivo

El consumo doméstico compensa parcialmente el cierre de la hostelería

11 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Nadie echa las campanas al vuelo. A pocos se les escapa que la pandemia puede cambiar casi todo de un día para otro. Cuando impera la incertidumbre permanente, queda vivir día a día. Sin saber cómo les irá en los próximos, durante los últimos los pescadores se sienten gratificados. Echan de menos, y mucho, a una parte clave de su clientela, los hosteleros, cerrados o muy limitados por las restricciones decretadas con intención de contener los contagios de covid-19. Menos mal que los hogares los compensan parcialmente, compran más productos del mar para consumo doméstico y son el principal sustento del mercado.

Lo confirman directivos de las empresas que gestionan las dos grandes lonjas de A Mariña, referentes también en Galicia y España. Miguel Neira, gerente de Armadores de Burela, y Eduardo Míguez, director adjunto de Puerto de Celeiro, aplauden el respaldo de los hogares y se felicitan porque elijan un alimento tan sano como el pescado cuando el virus amenaza la salud. Sin los consumidores domésticos caerían la demanda y, con ella, los precios, la recompensa al esfuerzo de pescadores, distribuidores, transportistas y pescaderos.

Medias de siete euros en lonja

Desde principios de mes hasta ahora, no solo se mantienen sino que se han revalorizado. Un buen ejemplo, la merluza fresca, que Celeiro y Burela han entronizado, convirtiendo en su reino A Mariña, desde donde la distribuyen a mercados de buena parte del territorio español. Antes de tasas e impuestos, medias en lonja de unos siete euros el kilo para todas las capturas de un barco casi doblan a las habituales.

Míguez y Neira insisten en contextualizarlas. Aclaran que también son resultado de la reducción de la oferta de pescados frescos, provocada por los temporales que en días pasados forzaron el amarre de la flota de bajura y de litoral. El director adjunto de Puerto de Celeiro apunta otro factor que influye en los mercados centrales adonde se envía buen parte de la producción mariñana: han menguado las importaciones de merluza.

Por la experiencia de la primera ola de la pandemia y por la volatilidad de los mercados, Neira y Míguez optan por la prudencia. Durante abril y parte de mayo, cuando el confinamiento era total, también aumentó el consumo de pescado fresco en los hogares, sosteniendo la demanda y tirando al alza por los precios. Casi de repente cesó, hasta el punto de que las bajas cotizaciones causaron pérdidas a tripulantes y armadores. El gerente de Armadores de Burela cita otro elemento que, como entonces, puede explicar lo que sucede ahora: los hogares compran más para tenerlo en despensa, congelado.

«Que abra a hostelería»

Al sector pesquero le preocupa la «complicada e moi delicada situación» de la hostelería. Los restaurantes son un eslabón fundamental en su cadena de clientes. «É fabulosa a revitalización do consumo de peixe nos fogares, pero non cubre a perda» del que compraban los hosteleros, explica Miguel Neira. «O consumo doméstico é un bo aliciente, pero queremos que a hostelería e os restaurantes abran canto antes», comenta Eduardo Míguez.

«Cómprase máis para casa, pero non hai moita alegría», declara un pescadero

Del mismo modo que Miguel Neira y Eduardo Míguez cuentan cómo viven los productores y las lonjas un repunte de precios de duración incierta, el pescadero viveirense José Luis Chaves, de Peixes Grallal, resume la experiencia con su clientela. «Cómprase máis peixe para comer na casa, pero non tanto como na primeira oleada da pandemia, porque non hai moita alegría no consumo». Cuando el Gobierno español confinó España para contener el covid-19, en su pescadería aumentaron las ventas, a lo que contribuyó el servicio a domicilio, que continúa ofreciendo.

Si la merluza fresca se paga en lonja a medias de siete euros el kilo, sin tasas ni impuestos, al consumidor también le cuesta más. Y ahora es complicado conseguir piezas enteras medianas a menos de once euros el kilo, más cara si se compra en trozos.

Exquisiteces más baratas

Igual que sucedió durante el confinamiento total de la primera ola de la pandemia, el cierre de la hostelería ha desencadenado un desplome en los precios de exquisiteces del mar. Por ejemplo, los preciadísimos camarones, que en Grallal vendía estos días a 28 euros el kilo, el pequeño, y a 60 «o gordo, de bo tamaño». También se han abaratado ligeramente la lubina y el sargo. Al menos este martes y en esa pescadería de Viveiro, el lenguado, el rodaballo y el rape «escasean».