Así se vota en Burela el 12J:  «Aquí vimos, é o que toca»

José Francisco Alonso Quelle
JOSÉ ALONSO BURELA / LA VOZ

A MARIÑA

Pepa Losada

La responsabilidad y el deseo de votar se impone a la preocupación por el covid-19 en los municipios afectados por el brote de A Mariña

12 jul 2020 . Actualizado a las 19:28 h.

«Hai que votar; é o que toca». Vestidas con la elegancia propia del domingo, impecablemente maquilladas, Amalia (73 años) y Elisa (78), se dirigen a uno de los dos pabellones de deportes de Burela, donde se han reubicado las diez mesas electorales del municipio, el epicentro del brote de covid-19 en A Mariña, este domingo con 140 casos positivos activos. Guardando una prudente distancia, ataviadas con la segunda piel de su mascarilla («Esto é o peor de todo. Levamos quince días con ela e asfíxiaste», dice Amalia), son el testimonio de la normalidad con la que se vota el 12J en la costa lucense.

A la puerta del pabellón se forma una cola de gente que espera su turno para entrar entre charlas intrascendentes y comentarios aburridos: «¿Qué?», dice uno. «Nada, aquí vimos», le responden. La primera barrera la forma un operario que esgrime un pulverizador de gel hidroalcohólico. De nada vale traer el voto de casa. El chorro higiénico se asume de buena gana. Ya dentro, las mesas electorales están perfectamente acotadas, con itinerarios de entrada y salida. En rincones y sobre las mesas hay más botes de gel. Y deambulando, personal con maneras de una falsa distracción, pendientes de que nadie se salte las normas.

En Burela llevan dos semanas conviviendo con los casos del covid-19 y la sensación es que la gente lo acepta como un avatar con el que están obligados a convivir. Por eso, los problemas para constituir las diez mesas electorales no pasaron de anécdotas. A la una de la tarde, ya han desfilado por el pabellón centenares de personas. Los miembros de las mesas, muchos con máscaras faciales, empiezan a mostrar en su rostro las huellas del hastío y el peso de lo que aún les queda por delante. Las caras y gestos aburridos a veces son sacudidos por algún comentario ocurrente. El humor se agradece. Nada raro, lo habitual es cualquier mesa electoral, salvo en el caso de Burela por la precaución por respetar las distancias.

Carlos Saa, conocido en Burela por Carlos o do Cine, por el trabajo que desempeñó muchos años en el ya desaparecido cine de la localidad, fue confinando por haber estado en contacto con positivos de covid-19. Este domingo le ha tocado ser vocal en una mesa electoral: «Teño que estar aquí hasta as dez da noite... a ver se nos pagan ou non», dice con una sonrisa. «O peor foi os 14 días que estiven confinado na casa sen saír, a preocupación pola xente que tes na casa. Se me deixaran ir para a aldea curaba total. Agora chamáronme para estar aquí e veño, non pasa nada»

A su lado, César, coincide en el parecer: «Cuando me dijeron de venir no me preocupó. Es una obligación y un derecho», dice. Y matiza: «Hombre, mejor era estar tomando un vino, pero hay que echar un cabo. Otras veces les toca a otro».

Susana Fernández preside una mesa. «Eu era suplente», apunta con un esbozo de resignación. «Non contaba con estar aquí hoxe. Vin pola mañá e á que lle tocaba non se presentou. Supoño que estaría escusada. Non hai outra. A xente está cumprindo bastante ben... estase levando ben, ¿verdade?». A su lado, un vocal asiente en silencio.

El ritmo de votación es lento y constante. Avanzada la mañana, el primer porcentaje de participación incluso supera al de las pasadas elecciones autonómicas. Al comentarse, el dato se celebra con un poso de orgullo.

La salida está en una puerta lateral: «A ver se lles vale de algo e toman conciencia e solucionan o que hai», dice Elisa, con una intensidad en la mirada que engaña a sus 78 años. A unos metros aparece Amalia: «Este é un día máis. Dende o principio tiñamos claro que íamos vir votar e non pensamos en nada máis. Con normalidade. A seguir».

A quince kilómetros del municipio confinado de Burela está Foz, el segundo concello de A Mariña con más casos. A las dos de la tarde, en la Sala Bahía solo están los miembros de la mesa. Afuera, en la puerta, un voluntario de Protección Civil saluda a un hombre de avanzada edad que se dirige a votar. Lleva una papeleta en la mano y coge un sobre de una mesa. Introduce el voto, pasa la lengua por la solapa y lo cierra. «¡Non o peche!», le advierten desde el fondo. «¡Xa o pechei! ¿Que fago? ¿Vale así?», responde. Una empleada de la administración va hacia él y le dice, comprensiva: «Non importa, é pola saliva, non hai que pechalos». El hombre se encoge de hombros y se dirige dicharachero a charlar con los miembros de la mesa. «¿Cómo vai o día?», pregunta. «Todo normal. Moi tranquilo. Como unhas eleccións normais, salvo por estas pequenas cousas».