«Mi padre siempre me decía que si cierra alguna planta, sería Avilés, la más antigua»

a. vázquez / p. l. CERVO / LA VOZ

A MARIÑA

PEPA LOSADA

05 jul 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Quince años lleva Juan Sobrido en Aluminio, en electrolisis. Con 25 llegó desde Asturias, dejando su vida atrás a cambio de una buena oportunidad de trabajo, que le permitió establecer una vida en San Cibrao: «¡Ya me ha dado para pagar una hipoteca!», comenta Juan, con la sonrisa que preside por sistema su cara. Cuando se le pregunta sobre su futuro, reflexiona, se piensa la respuesta... «Me tendré que buscar la vida, solo tengo 40 años», dice aliviando el pensamiento, apagando por un momento su alegría natural. Mientras, saluda a unos y a otros, a su familia de San Cibrao, la que está en todos las calles de la villa que lo acogió como a uno más de los muchos trabajadores siguen luchando por un futuro que es el de todos.

?«Dentro de lo que cabe, mi situación todavía podría ser peor, aunque ya sean muchos los años de vida aquí», comenta el asturiano. «Estaba incluso reformando mi piso, algo que he tenido que pausar, pues yo no me puedo meter en algo así estando como está la situación», reconoce Juan ante la duda que genera la incertidumbre, «y eso es un problema hasta para el albañil, esa inseguridad que yo le produzco aún sin quererlo. No me gustaría marcharme de aquí, a nadie le gusta abandonar su vida cuando la tiene establecida», expone sin resignarse a no presentar batalla, «y menos le gustará a un chaval de aquí que tenga 25 o 30 años, ni a los del bar de la esquina, ni a nadie... Y si esto cierra, aquí no habrá futuro». La población irá envejeciendo, en su opinión, dejando una tierra deprimida atrás, otrora llena de vida: «No se debe dar nunca nada por perdido, pero aquí nadie duda de que no habrá un futuro concreto».

?«El nuestro no es un trabajo fácil, la situación en la que estamos tampoco lo es, por eso a mí no me gusta hablar mal de Alcoa», puesto que, en su opinión «no se debe morder la mano que a uno le da de comer». Aún así, es muy cansado luchar por una causa durante tantos años y no ver frutos, por lo que es comprensible el enfado de muchos. Se cometieron errores, eso sí, y Juan es el primero en asumirlos: «allá por el 2013, cuando empezaron las movilizaciones, en los autobuses a Madrid éramos cuatro contados». Juan teme que todo lo que se haga hoy caiga en saco roto por llegar demasiado tarde, por no haber estado antes todavía más comprometidos. Lo que tiene claro es que «la violencia no es el camino, soy asturiano y he visto de cerca las luchas mineras, que por desgracia no han servido para nada».