Confinado con 10 calamares gigantes, 30 serpientes, 300 tortugas, un emú...

Yolanda García Ramos
yolanda garcía LUARCA / LA VOZ

A MARIÑA

CEDIDA

Luis Laria, en el Parque de la Vida de Luarca siendo prácticamente «autosuficiente» y descubriendo: «Se me da bien la cocina»

05 may 2020 . Actualizado a las 08:42 h.

El confinamiento se vive interior y exteriormente de formas muy diversas. El tipo de lugar, como ya se destacó al principio del estado de alarma, desde el que hayamos viso pasar encerrados más de 40 días influye. No es lo mismo en un piso de 40 metros cuadrados que en una casa con jardín. Como tampoco es lo mismo en un bosque de 30.000 metros cuadrados, plantado hace 16 años, rodeado de animales, unos que han sido recuperados y otros silvestres, y mucha naturaleza. En el Parque de la Vida en Luarca, Luis Laria, su director, se confinó con 10 calamares gigantes, unas 30 serpientes, unas 300 tortugas, anátidas... y «el emú Pepe, detrás de mi, que no me deja en paz», apunta riendo. Sin olvidar la vida silvestre que suma, con más de 30 tipos de aves y mamíferos e incluso una «gran población de salamandras», añade. «Un ecosistema espectacular», resalta Laria. Sin ninguna duda.

Habitualmente, el Parque de la Vida cuenta «con cuatro trabajadores, cinco en verano» pero «aquí ahora estoy yo solo. A tres kilómetros tengo una cooperativa agrícola. Además de traer de allí todo lo que necesito para los animales, traigo para mi alimentación pero de esta es poco lo que uso y me he dado cuenta de que se me da bien la cocina... ¡Cuando jamás había cocinado nada!», cuenta, aunque evoca un segundo premio que ganó una vez en un concurso de tortillas y sin experiencia previa. «Ahora cocino. Todos los días diferente y no recurro a recetas», dice.

En este estado de alarma ha cerrado un bar que tiene en Luarca: «El bar no te pide nada, pero en el parque todos los días hay un problema. Ahora tenemos una explosión de vegetación, con la primavera. De las tres hectáreas, una o más está ajardinada; son todos paseos y zonas verdes. Hay que segarlo, ahora mismo, todas las semanas». También hay que podar, limpiar, alimentar los animales, cuidar tres lagunas aunque las tortugas no dan mucho trabajo, para la cierva y el emú llegan dos sacos de pienso... Sí que tengo un problema serio en cuanto a consumo energético y alimentación en el caso de las serpientes. Están en una sala que tiene que tener 30 grados de temperatura las 24 horas del día. Yo soy autosuficente. Aquí es todo eólico y solar, pero para esa capacidad térmica tengo que recurrir a energía exterior y consumo unos 300 euros al mes para la calefacción que necesitan estas serpientes. Después, su alimentación tengo que pedirla a Barcelona y eso es un coste. El coste del Parque de la Vida, habitualmente, puede rondar los 2.500-3.000 euros. Si no es con las visitas, es imposible mantenerlo».

Su granja de pitas aturianas le surte con al menos una docena de huevos diaria y en los invernaderos hay superproducción por lo que «aquí sobran desde espinacas, lechugas, berzas, pimiento... ¡Hay de todo! Incluso lo regalamos a gente que nos visita por el verano». Señala que en los cultivos no usa ni pesticidas ni herbicidas, así que otro inquilino en abundancia del parque es el caracol: «Cuando llueve hay una expansión tremenda». La necesidad de encontrar una salida le llevó a otra experiencia culinaria de éxito junto a sus flamantes tortillas: «Me dije, pues voy a prepararlos. Y... ¡me flipan! Los hago con una salsa americana al estilo Laria que no te imaginas».

Dos exposiciones a estrenar, una de un laboratorio con las figuras de Ochoa y Margarita Salas

Laria confiesa que han sido numerosas las llamadas que ha recibido de gente interesada en saber si ya está abierto el Parque de la Vida. Ni él puede concretar aún fechas aunque habla de inaugurar para el mes de junio dos nuevas exposiciones: «Polvo de estrellas», sobre la génesis de la vida y otra sobre el estudio de la vida, recreando todo un laboratorio con figuras de Severo Ochoa y Margarita Salas (esta última, en un taller de Valladolid terminada). Precisamente Salas, que falleció a finales de 2019, ha dejado un legado clave pues equipos españoles trabajan ahora en un test rápido del coronavirus basado en una investigación de la gran científica. Ese espacio se ha planteado sobre todo «para los niños: «Tengo allí una báscula en la que no solo te dice el peso de una persona, también la cantidad de bacterias de su organismo. Imagínate que te dice ‘pesas 60 kilos’ pero te está diciendo también que tienes ‘36,5 billones con b de bacterias’». Cuenta con ocho microscopios y pantallas de televisión, «en las que los niños de los colegios pueden ver una escama de su piel, un pelo, una bacteria en el agua y van a saber lo que es también el covid», indica Laria.

Otra ocupación de su confinamiento es su «consultorio»: «Hay días que tengo durante la noche de 4 a 6 llamadas de gente que lo está pasando mal y necesita hablar con alquien, que siente la soledad entre la multitud, pero hay que salir adelante». Reflexiona acerca del miedo, que conoce bien por las campañas en el parque para perdérselo a las serpientes. «Los vínculos que ha creado en ti el aislamiento, esa protección como una especie de coraza, quizás tarden en desaparecer en la sociedad», piensa Laria.