«Llevo vendiendo flores más de treinta años y un mes o dos los puedo aguantar, pero la situación se ve fatal»
A MARIÑA
Un par de centros para un fallecido era este miércoles el grueso de los encargos recibidos en las últimas jornadas por la floristería de Raquel Seijido, en Viveiro. Al igual que ópticas, centros de fisioterapia o tiendas de informática, las floristerías realiza una actividad a la que el Gobierno no ha obligado a cerrar por decreto, pero que en la práctica ha parado la actividad por falta de clientes debido al confinamiento por el coronavirus. «No hay ni una llamada de teléfono ni nada», explica la empresaria, que ya perdió la campaña del Día del padre. «El pedido estaba hecho pero la flor hubo que tirarla toda, y había mucha, porque en Galicia existe mucha tradición de ir al cementerio ese día», expone Seijido, que señala que cada vez menos empresas distribuyen flor. «También es triste que se muera alguien y ni una flor pueda llevar», reflexiona. «Está la Semana Santa, que era muy importante y ya nada, el Día de la madre...», comenta, e indica: «Somos tres trabajadores. Llevo vendiendo flores más de 30 años y un mes o dos los puedo aguantar, pero la situación se ve fatal».