Xunqueira, de ser un barrio lleno de vida junto al río a ser un barrio fantasma

Lucía Rey
lucía rey VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

PEPA LOSADA

El cierre del convento, el envejecimiento de los vecinos y el abandono de la zona tras la riada del 2018 vacían de gente la zona

20 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Xunqueira respira silencio. Son las once y media de la mañana y el sol derrite los restos de la orballada nocturna, pero solo el sonido de los coches que transitan por la carretera general (la LU-540), los ladridos de un perro y el canto de algunos pájaros que anticipan la primavera rompen la quietud de un barrio que antaño era un hervidero de personas de todas las edades, y en el que hoy solo queda un puñado de gente, la mayoría muy mayor. «Cando viñemos para aquí, Xunqueira era un sitio bonito e había moita xente. E recordo a alegría que había co convento, coa xente que viña comprar doces, os coches que pasaban... Pero cada vez queda menos xente, e desde que pasou o da riada non levantamos cabeza», evocó este miércoles con nostalgia una vecina septuagenaria que se mudó al lugar con su marido hace cerca de dos décadas, y que prefiere omitir su identidad para no ahondar en la tristeza que, según asegura, le provoca una situación que ha llegado a afectar de manera importante a su salud y a la de su cónyuge. El cierre del convento de las monjas dominicas en junio del 2018 y la riada que apenas unos meses después -el martes se cumplieron 15 meses de ella- arrasó la zona por completo provocando la muerte de Amparo, una vecina muy apreciada, han contribuido de forma notable a ese acusado declive.

La calle donde la crecida del río rozó los dos metros de altura y su entorno son hoy por hoy un páramo. Problemas de salud han obligado a abandonar sus viviendas a varios vecinos en las últimas semanas. «É unha pena ver como está todo isto», manifestó Maricarmen Josefa López, que pasea habitualmente por el lugar, aunque vive del otro lado de la carretera. La marcha de las religiosas trastocó la vida diaria de un barrio cuyas rutinas giraron históricamente en torno al río Xunqueira. «Recordo todo o que había en torno ao covento, e o río cheo de mulleres lavando de rodillas no río cando aínda non había lavadoiro. Tamén a unión que había entre todos», relató una mujer que nació en Xunqueira y que todavía regresa a menudo.

Ayer, en los cordones del tendal que hay junto al lavadero público había algunas prendas de ropa colgadas, pero la pila estaba completamente vacía, sin agua, porque, según cuentan, desde que ocurrió la riada la administración no ha dado permiso para volver a llenarlo.

Culebras y ratas

En las inmediaciones del convento, el paisaje de soledad se repite. El portalón que otrora cruzaban quienes acudían a la iglesia o a comprar delicias dulces como los afamados «suspiros», «amarguitos», brazos de gitano o almendrado permanece cerrado a cal y canto, un reflejo más de que en su interior el tiempo se ha detenido, aunque los visitantes «no deseados» comienzan a aparecer. «O outro día saíu unha cobra por debaixo da porta, e ás veces vense ratas grandes», afirmó una de las pocas vecinas que quedan, y que en la riada perdió innumerables pertenencias, pero sobre todo la salud. «Nunca tal pensei de ver. Os troncos de pinos e de eucaliptos río abaixo, a auga subindo... Puiden saír da casa pola porta, pero ao chegar abaixo a auga empurrábame, levábame... Deus nos aparte de que volva a pasar porque nos barre a todos», señaló.

Los vecinos esperan que Concello y Xunta rehabiliten de una vez el barrio

Cansados de esperar, varios vecinos de Xunqueira quisieron expresar ayer a La Voz a título particular sus deseos de que el Concello de Viveiro y la Xunta de Galicia, a través de Augas de Galicia, se pongan de una vez por todas de acuerdo y ejecuten ya con todas las garantías un proyecto que ponga fin al estado de abandono que presenta el río Xunqueira en sus distintos tramos. También medidas que ayuden a rehabilitar y fijar población en este barrio histórico, en el que en otro tiempo hubo una importante fábrica de curtidos. Grandes piedras movidas o arrastradas, barandillas y balaustradas rotas y numerosos sedimentos acumulados en el tramo final, hacia la Xunqueira, son todavía algunos de los efectos más visibles de la tremenda riada que cambió para siempre el barrio el 18 de noviembre del 2018.