El Impuesto sobre Sucesiones -y Donaciones-

Juan Bris Marino TRIBUNA

A MARIÑA

17 feb 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de 30 años, por mi trabajo, liquidando el impuesto sobre Sucesiones -ISD-, escuchar ahora -de los mismos estómagos “bien alimentados” de siempre-, la necesidad de su eliminación, por injusto, da una idea demasiado real de lo sencillo que es reírse de la gente, embarcarla en guerras propias, y disfrazar la verdad y la codicia bajo la bandera de la equidad.

Cuando se critica la injusticia del ISD, guiados por voces de quienes muestran su injusticia en casos extremos e inusuales, como si eso fuera lo habitual, comprendes que no hacen sino solapar el verdadero interés que les mueve su crítica, que es mantener las grandes fortunas sin pagar nada por ellas. El noventa y ocho por ciento largo de las liquidaciones del ISD, está exenta. No paga nada. Solo algo más de un uno por ciento paga ese impuesto. Quien recibe en Galicia como herencia el piso en el que vivían sus padres, y un dinero en la cuenta corriente, y en general todo tipo de bienes, si estos no ascienden a una cantidad superior a los 400.000 euros por heredero, no paga nada. Solamente aquellos que, en vez de recibir la casa de sus padres y poco más, reciben tres o cuatro pisos, unos cientos de miles de euros en el banco y, cuando no, algún barquito o coche de lujo, insisto, solamente estos, pagan impuestos. Y es a estos a quien más se oye protestar, y a quienes otros, como borreguitos, siguen su discurso, creyendo que defienden sus propios intereses, cuando solo están defendiendo los intereses de personas que teniendo ya un alto patrimonio -la mayor parte de las veces-, pretenden incrementarlo gratuitamente aún más, sin pagar nada por ello.

El ISD es justo por su propia naturaleza: Gravar con impuesto el incremento gratuito del patrimonio de las personas. Si el incremento del patrimonio de una persona, resultado de su trabajo, está gravado con el impuesto de IRPF, del que no discutimos su bondad o maldad, sino, en todo caso, el alto o bajo tipo impositivo que se aplica, ¿cómo no va a ser justo que gravemos ese mismo incremento del patrimonio cuándo este nos viene de manera gratuita, sin esfuerzo alguno, por la suerte de ser hijos de alguien que tiene algo que dejar? Sabiendo, además, que la Ley respeta y no grava la adquisición directa del domicilio de los causantes a favor de sus hijos o cónyuge. Que lo que grava es el alto incremento de un patrimonio que, quien lo recibe, en lugar de estar feliz por ser beneficiario de algo por lo que no ha trabajado, pretende, además, no pagar por ello. Ni siquiera un triste impuesto.

La semana pasada, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Sra. Díaz Ayuso, hablando del Impuesto sobre Sucesiones, justificaba la necesidad de su eliminación, por “anacrónico”. Pero el anacronismo realmente se da, cuando en un Estado de derecho, donde deben de imperar, entre otros, principios como el de la igualdad, haya personas que defienden el mantenimiento de “Cortijos de señoritos” porque “papá ya pagó por ello” mientras el resto pagamos impuestos por todo, nos callamos, y, en ocasiones, pecando de tontos aborregados, somos capaces de apoyar tan anacrónicas posturas, pensando que defendemos lo nuestro, cuando en realidad, defendemos equivocados lo de siempre: que los ricos sean cada vez más ricos, a costa de engañar a los pobres, cada vez más pobres, y por lo que se ve, cada vez más tontos.