Juan R. Álvarez, compromiso con O Valadouro y la unión gallega en Cuba

MARTÍN FERNÁNDEZ VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Su brillante labor en sociedades fue un orgullo para los emigrantes

26 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Juan R. Álvarez es un paradigma de la primera emigración gallega. Culto, hijo de labradores hacendados de O Valadouro, comprometido con su tierra y su tiempo, triunfó y ganó, a base de trabajo y sacrificio, un futuro mejor en Cuba. Fue un referente de la colectividad y se ocupó, y se preocupó, en unir a los gallegos de la diáspora en el ideal común del progreso, la laboriosidad y la cultura sin desvincularse de la tierra que dejaran atrás pero que seguía siendo la suya. Estudiara en el Seminario y seguía al clásico: nadie ama a su patria porque es grande sino porque es suya.

Nació en la parroquia de Santo Tomé el 9 de enero de 1880 según La Alborada del 11 de febrero de 1912. La revista, de la que era colaborador, estaba dirigida por Roberto Blanco Torres (Fray Roblanto), escritor y periodista asesinado por los fascistas en 1936 y tío de Roberto Blanco Valdés, catedrático de Derecho y comentarista de La Voz.

Sus padres ?“de aquella casta de hidalgos que tenían presto un óbolo para el pobre y un techo para el desahuciado”- tenían medios para darle estudios. Y en el Preceptoría de Ferreira cursó Latín y Humanidades durante tres cursos en los que aprobó todas las asignaturas. A los 13 años, ingresó en el Seminario de Mondoñedo en donde culminó estudios de Filosofía con notas de Beneméritos y Meritísimos. Juan Rodríguez Álvarez (no Ramón, como a veces se cita) fue discípulo predilecto del filósofo Cándido García, Magistral de la Catedral de Santiago. Su expediente y capacidad eran tan notables que fue uno de los tres autorizados ?con Cazón y Fiallega Moreda, bibliotecario del centro- para impartir clases en academias y preceptorías.

Pero no tenía vocación sacerdotal. Y, cuando cursaba los últimos años de Teología, abandonó la carrera y marchó a Madrid. Trabajó como dependiente en una joyería de la Carrera de San Jerónimo 14 y, al poco tiempo, se hizo socio de ella. En el Centro Gallego de la capital fue promotor de varias iniciativas para democratizarlo. En 1906, decidió emigrar a Cuba. Y allí se dedicó al comercio de importación, primero como socio de la joyería Santos y Alvarez y luego con la apertura de su propio negocio en la calle Muralla en compañía de su primo Ramón Blanco Alvarez, también de O Valadouro. Distribuían, en exclusiva, los famosos relojes Lohengrin “más exactos que el Sol y más fuertes que un cañón”, según la publicidad. Les fue bien y él se convirtió en un acaudalado emigrante, en un paladín del colectivo y en un respetado líder del Centro Gallego y de Hijos del Valle de Oro en La Habana.

En 1929 llegó el crack, la mayor caída del mercado de valores en la historia de la Bolsa de Estados Unidos. Y ese derrumbe de las acciones, conocida como la Gran Depresión, se llevó por delante a muchos negocios en el mundo. La joyería de los dos primos de O Valadouro también quebró. Y mientras Ramón regresó a Ferreira para abrir un negocio de ultramarinos, Juan se quedó en La Habana donde murió tres años despues.

memoria de mariñáns

por martín fernández

Su brillante labor en sociedades fue un orgullo para los emigrantes

La Alborada califica a Juan R. Álvarez como “hombre recto y trabajador, de acrisolada honradez, corazón noble y sentimientos altruistas que en La Habana vive por todos querido y respetado”. Dice que en el Centro Gallego ?donde fue socio, vocal, secretario y vicepresidente en 1917- es “uno de los adalides con más amor a la grandiosa causa” y “una labor acertadísima y muy fecunda para el bien de la sociedad”. Su vocación pública lo llevó a ser secretario fundador del Comité de las Sociedades Gallegas de Instrucción, una federación creada en 1910 por once entidades que construían escuelas en Galicia. De ellas, la mayoría (7) eran de A Mariña y tenían los siguientes presidentes y secretarios: El Valle de Oro (Antonio Vila y Valentín Nécega), Unión Rinlega (José Antonio Posada y José Fernández), San Miguel y Reinante (Francisco Fernández y Manuel Prieto), Benquerencia (Cosme Rocha Larrea y Manuel Vizoso), Viveiro (Justo Taladrid y Tomás Ramos Riguera), A Devesa (José A. Acevedo y José R. Alonso) e Hijos de O Vicedo (Agustín Infante y Manuel Riveira). Juan R. Álvarez fue también socio de la Asociación Iniciadora y Protectora de la Academia Gallega y de la sociedad de beneficencia Naturales de Galicia y consejero de la Caja de Ahorros y el Banco del Centro Gallego. Títulos que, según La Alborada, “bastan para demostrar su patriotismo y su entusiasmo por cuanto redunde en prestigio de Galicia y provecho de los gallegos” y demuestran que “con personas como don Juan R. Álvarez, bien podemos enorgullecernos los gallegos que sentimos hondamente el cariño hacia las glorias regionales”.

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Lucha contra los negreros y directivo de Hijos del Valle de Oro

Juan R. Álvarez mantuvo un fuerte compromiso con su tierra natal. La Alborada dice que, antes de marchar a Cuba, ya fundara “con el señor Acevedo, un periódico titulado El Valle de Oro, el primero que vio la luz allí”. La publicación mantenía “una enérgica y fructífera campaña en contra de los negociantes de la emigración que, atendiendo solo a sus fines lucrativos, no reparaban en cometer todo linaje de abusos e iniquidades”.

Los “negociantes” eran los famosos “ganchos” que, con todo tipo de artes, promesas y engaños, captaban a miles de gallegos para que, previo empeño de su patrimonio personal o familiar, marchasen en busca del becerro de oro que, les decían, moraba en la emigración. La campaña del periódico de Juan R. Álvarez “fue de las más resonantes, de las más fuertes y valientes que se han librado en Galicia”.

Ya en Cuba, el emigrante de Santo Tomé participó en 1907 en la fundación de Hijos del Valle de Oro. En su primera directiva fue vicesecretario y en 1915 resultó elegido Presidente. En 1917, la junta -como muestra la foto adjunta- estaba formada, sentados de izquierda a derecha, por Juan R. Álvarez, Antonio Vila, Valentín Nécega, Joaquín Díaz, Manuel Palmeiro y Ramón Blanco Álvarez; de pie, Pedro García, Pedro García Hernau, José Pérez, Jesús Chao y Ramón Rico. Juan R. Álvarez fue el séptimo presidente de Hijos del Valle de Oro. El primero fue Francisco Janeiro al que sucedieron Ramón Fernández Cayón, Antonio Vila Ares, Valentín Nécega, Ángel Mandiá, Manuel Díaz Lestegás y Juan R. Álvarez que dio paso a Ramón Canoura, hijo de un fundador del Centro Gallego, Andrés Canoura, y posterior alcalde de Ferreira.

En 1923, fue elegido, con los nueve asociados más antiguos, para el Consejo de Fundadores de la entidad que presidía Valentín Nécega y formaban Generoso Díaz, secretario, y Juan R. Álvarez, Antonio Vila, Manuel Díaz, José Mandiá, José F. Vidal, Constantino Romero y Francisco Moscoso, vocales.