Una familia de Viveiro poseía en la Habana el mejor teatro de Cuba

Martín Fernández

A MARIÑA

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

Antonio Helier Rodríguez Cintra iba todos los meses desde La Habana a Nueva York. Era rico y melómano y le seducía el musical americano

30 dic 2018 . Actualizado a las 09:16 h.

Antonio Helier Rodríguez Cintra iba todos los meses desde La Habana a Nueva York. Era rico y melómano y le seducía el musical americano. En sus viajes, visitaba siempre el complejo Rockefeller Center, en Manhattan. Y ahí nació su fascinación por el Radio City Music Hall, uno de los edificios que lo integran, inaugurado en 1932.

Helier era uno de los tres hijos del viveirense Antonio Rodríguez Vázquez y de la cubana Lucila Cintra Flores. Había nacido en 1898, era ingeniero químico y presidía el conglomerado de empresas de su familia que estaba formado por Corporación Industrial del Trópico, arrendataria de la central azucarera San Agustín que ocupaba a 2.300 trabajadores en Remedios (Caibarién); cuatro cines y teatros en La Habana; acciones en la Nueva Fábrica del Hielo; la compañía de seguros La Metropolitana; y la Inmobiliaria La Itálica.

Así que convenció a su padre para levantar un edificio de grandes dimensiones en el corazón de La Habana -la calle Galiano, entre Neptuno y Concordia- a través de su inmobiliaria. El complejo incluía una torre con 67 apartamentos de lujo, un restaurante-cafetería y el Teatro América, uno de los más lujosos de la República, que venía a llenar el vacío de ese tipo de instalaciones culturales y musicales en la capital.

Encargaron la construcción del inmueble a los arquitectos cubanos Fernando Martínez Campos y Pascual de Rojas. Y ambos planificaron una de las obras de mayor interés arquitectónico de la ciudad, de gran belleza y estilo Art Decó. El edificio, de diez pisos, era uno de los rascacielos en los años 40 y 50 y tenía referencias al Rockefeller Center por la sencillez de sus líneas verticales en el cuerpo superior en contraste con la horizontalidad de la marquesina en la fachada El teatro, por su parte, tenía en el suelo del vestíbulo una bóveda representando el hemisferio occidental rodeado de los signos del zodíaco. La sala de espectáculos, de gran acústica y luz libre de 29 metros, estaba cubierta por una sucesión de bóvedas en forma de concha hasta la cubierta del balcón donde destacaban las estrellas y la luna del techo, lo que daba sensación de disfrutar de un espectáculo a cielo abierto. 

ARCHIVO MARTÍN FERNÁNDEZ

1.775 espectadores

El Teatro América, con capacidad para 1.775 espectadores, se inauguró el 29 de marzo de 1941 con un show del tenor mexicano Pedro Vargas entonces en la cima del éxito. Al año siguiente, Helier, que tenía 44 años, se casó con Graziella Lozano Piña, hija de españoles dueños de una empresa exportadora de tabaco. No tuvieron hijos, vivían en la exclusiva zona de Miramar y se relacionaban con lo más granado de la sociedad... Su padre, Antonio Rodríguez Vázquez, murió en 1953. Había nacido en Magazos (Viveiro) en 1862 y emigrado a los 17 años. Era hijo de Pedro Rodríguez y de María Vázquez. Como tantos emigrantes, comenzara de mozo de almacén en un comercio de la calle Dragones y luego en Remedios (Caibarién). Y desde allí forjó su fortuna. Pero esa historia ya se contó en estas páginas…

Un inmueble emblemático expropiado por Castro y un coliseo con figuras de la canción

El edificio Rodríguez Vázquez es un emblema de La Habana y uno de los ejemplos más destacados del estilo Art Decó junto a los edificios Bacardí, Teatro Fausto o el majestuoso López Serrano, construido por un hijo del gallego José López, O Pote.

Además del Teatro América, la familia del emigrante de Magazos poseía el Rodi ?Teatro Mella tras su expropiación en 1959-, el Radio Cine ?integrado en el inmueble y hoy llamado Cine Jigüe- y el Teatro Avenida. El América se inauguró en 1941 y por su escenario desfilaron figuras como Pedro Infante, Ernesto Lecuona, Rita Montaner, Beny Moré, Chucho Valdés, Los Panchos, María Félix o, entre otras, Olga Guillot.

Algunos dejaron sabrosas anécdotas, según el propio teatro. Lola Flores batió el récord de entradas. La argentina Libertad Lamarque paralizó el tráfico en la Calzada de Galiano, tuvo que intervenir la policía y una vez terminada su actuación fue llevada a hombros hasta el Hotel Lincoln donde se alojaba. Y Josephine Baker, la que tuvo más actuaciones consecutivas, provocó un gran escándalo al cantar ligera de ropa y con una cinta de plátanos rodeándole la cintura…

El Movimiento 26 de julio, de Fidel Castro, atentó contra el Teatro América, el cabaré Tropicana y el Hotel Comodoro. Los consideraba símbolos del capitalismo. Murieron decenas de inocentes y una terrorista, Urselia Díaz Báez, a la que le explotó una bomba en las manos.

Con el triunfo del castrismo, el edificio y el teatro fueron expropiados por las nuevas autoridades. El teatro es uno de los pocos que hoy funcionan en el centro de La Habana como una unidad de la Escuela Nacional de Artes Escénicas que forma bailarines.

El único cubano enterrado de pie asesinó allí a un senador

En el edificio Rodríguez Vázquez vivían gentes de lo más variopinto. Uno de ellos era Eugenio Casimiro Rodríguez Carta que se definía como el más guapo de todos los cubanos. Era policía y matón. Y hacía bueno a Raymond Chadler: “nunca te fíes de la policía, Charly, en cualquier momento se pone de parte de la Ley…”.

Natural de San José de Lajas, era agente del orden público. Por sus prestaciones, fue transferido a Cienfuegos como jefe de la policía. En una Cuba en la que campaban por sus respetos gánsteres como Meyer Lansky y Lucky Luciano, el crimen organizado, la corrupción y la bulliciosa vida nocturna, fue un eficaz y cotizado asesino a sueldo.

Su historia criminal comenzó en 1911 con un asesinato en Santa Clara. En 1918 liquidó al alcalde de Cienfuegos, Florencio Guerra, y lo condenaron a muerte pero, en la cárcel, conoció casualmente a la viuda del regidor, Teresa Zayas, hija del Presidente de Cuba, Alfredo Zayas. La enamoró, logró que su padre le conmutara la pena, se casó con ella e inició una fulgurante carrera política que lo llevó a la Cámara de Representantes durante tres períodos legislativos.

Aún así, siguió en la marginalidad. En 1950 mató a Rafael Fraile Goldarás, compañero suyo en la Cámara que le había dado dinero para que influyese en las elecciones. No pudo cumplir las expectativas, discutieron y en la oficina del senador Armando Dalama, también en el edificio del Teatro América, lo cosió a balazos. Después, huyó a la República Dominicana, al lado del sátrapa Trujillo, para quien secuestró y extorsionó.

Casimiro fue enterrado de pie, a petición suya, en el Cementerio de Colón de La Habana, con una pistola en cada mano y un billete de cien pesos en el bolsillo. “Un tipo que cayó de pie en la vida, tiene también que caer parado en el infierno”, decía.

martinfvizoso@gmail.com