La «familia» que vive en un castiñeiro de 700 años en Viveiro

Lucía Rey
lucía rey VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

XAIME RAMALLAL

Un octogenario ha tallado a mano varias figuras humanas y representado una casa dentro de un cachopo

19 nov 2018 . Actualizado a las 20:58 h.

Ella es muy coqueta: luce pendientes, collar, elegante jersey de cuello cisne con cinturón y su frondosa melena cana en un moño perfectamente recogido. Él apuesta por un look casi vintage, a medio camino entre lo antiguo y lo moderno, con pantalones vaqueros, camisa de cuadros, zuecos y boina, conjuntadas con gafas modelo aviador y un aro metálico en la nariz. Esta «familia» tan curiosa llama la atención de todo aquel que tiene la oportunidad de conocerla porque mora en el interior de un cachopo, el tronco seco y hueco de un castiñeiro de Viveiro de unos setecientos años de antigüedad. Pero la pareja no es real, sino que es de madera y ha sido tallada a mano por el propietario del árbol. Manuel Míguez Abad, que ahora está jubilado, fue ferreiro, segador y marinero antes de embarcarse en la Marina mercante como mecánico. «Empecei a facer estas cousas cando me xubilei porque antes non tiña tempo», indica el hombre, que empleó muchas horas en preparar esta pequeña obra de arte, situada en el lugar de Cullereiro, en la parroquia de San Andrés de Boimente. «Primeiro tiven que baleirar a cachopa e logo preparei as figuras», señala. A la morada no le falta detalle: desde una «pota para facer o caldo» a otra «para facer o café» con sus correspondientes «trespés», pasando por un paraguas «por se chove», un despertador antiguo «para que non cheguen tarde» o una baraja española «para que xoguen ás cartas», bromea Manuel, que nació hace 82 años en A Rigueira, en el municipio vecino de Xove.

Un mirador en la copa

«Non hai moito veu un matrimonio de Madrid dando un paso e o home ao velo asustouse e dixo: ¡Pero qué es esto!», sonríe mientras acaricia el lomo de Laika, la perra que les da compañía a él y a su mujer, Esther, puesto que su única hija vive y trabaja en el Reino Unido desde hace más de veinte años. «Dicían os vellos, que eran os que sabían, que este castiñeiro tiña setecentos anos, e tiña que ser certo porque cando o baleirei estaba todo podre por dentro», reflexiona paciente mientras enseña el cómodo asiento de madera que ha preparado junto al árbol para sentarse. Y también el mirador que ha construido en la copa del castiñeiro, y que guarda muchas similitudes con las casas en lo alto de los árboles que aparecían en algunas películas y series de televisión estadounidenses de los años ochenta. Desde allí se divisa parte del valle del Landro.

«Son filllo de José, o ferreiro de Labradela, e meu avó tamén era ferreiro», relata con orgullo mientras extiende y encoge el barquín de la fragua con la que sus antepasados trabajaron el hierro. Él la conserva como oro en paño y la utiliza casi a diario para dar forma a multitud de artilugios, como una especie de orquesta que ha creado en un regato que atraviesa su finca para espantar a los jabalíes que, además de comer las cosechas, destrozan los terrenos.

Originales veletas para el viento, un reloj de sol, aviones, esculturas..., Manuel hace uso de su maña con el hierro y la madera para crear objetos muy curiosos que guarda junto con distintas antigüedades. Incluso se ha tallado «un compañeiro» que está siempre junto a él en la fragua. «Pero este -dice- trabállache pouco. É un folgazán, non fai máis que fumar cigarros».