Tres ribadenses, de mozos de bodega a dueños de almacenes y restaurantes en Cuba

Martín Fernández MEMORIA DE MARIÑÁNS

A MARIÑA

Francisco Redondas y Agustín Gutiérrez emigraron siendo menores de edad, y Álvaro Rodríguez lo hizo con 19 años

11 nov 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Nat King Cole inmortalizó al bodeguero ?«toma chocolate, paga lo que debes»- y otros músicos perpetuaron al cantinero de Cuba, el que bebía aguardiente para olvidar un pasado que no se puede olvidar. Y es que si hay un paradigma de inmigrante en el imaginario cubano son ellos, tipos que se representan medio ignorantes, astutos y simples a la vez, vestidos con boina y alpargata, tacaños, poco aseados, con afición desmedida a las mulatas, acento peculiar y un lápiz en la oreja para anotar lo fiado.

La mayoría de las bodegas de La Habana eran de gallegos. Y la peripecia de tres de Ribadeo -Francisco Redondas Alonso (Arante, 1876), Alvaro Rodríguez Salvatierra (Vilaousende, 1901) y Agustín Gutiérrez Prieto (Noceda-A Devesa, 1911)-, que recogió Monge Muley, revela los sacrificios efectuados para lograr lo que buscaban: progresar y ganar un futuro mejor.

Los tres marcharon muy jóvenes -a los 16 años Redondas, a los 19 Salvatierra y a los 15 Gutiérrez- reclutados por redes familiares o vecinales para trabajar en una bodega o tienda de comestibles que tambien era centro de reunión y tertulia. El trabajo era a destajo, de 5 de la mañana a 11 de la noche con parada para almuerzo y siesta, y descanso sólo los domingos por la tarde. Y los tres pasaron de aprendices a dependientes, luego a apoderados y, por fin, la meta de ser gerentes. Y los tres se casaron tarde: no había tiempo para el ocio, la vida era trabajar y ahorrar para enviar dinero a los padres primero y luego independizarse.

De Arante, Vilaousende y A Devesa

Francisco Redondas llegó en 1892 a Cienfuegos. Estuvo tres años en una bodega y, en plena lucha independentista, se inscribió en la Compañía de Artillería de Cienfuegos donde fue sargento. Los contactos y apoyos recibidos le permitieron abrir en 1899 un almacén y comercio de víveres al por mayor. Se casó en 1912 con la cubana Inés Rodríguez Galbán y tuvo tres hijos: José Antonio, Inés y Francisca Blanca que se casó con el doctor Lorenzo Frau Marsal Barbarrosa. Redondas logró una buena posición y en 1920 viajó a Ribadeo con su familia para volver a Cuba siete años después y vivir de rentas. Fue presidente de honor del Casino Español de Cienfuegos.

Rodríguez Salvatierra, por su parte, emigró en 1920. Fue dependiente de la bodega La Cruz Blanca y del almacén El Aguila. Luego trabajó en la fábrica de ropa El Gallo, abrió una tintorería propia, La Flota Blanca, y en 1944 la bodega-cantina La Moderna en la que se jubiló. Contrajo matrimonio con la cubana Ana Benigna Rodríguez y fue secretario de Naturales de Ribadeo en Cuba.

Y Agustín Gutiérrez, que arribó a Cuba en 1926, pasó años en una bodega de Marianao y fue dependiente del Café Colón. En 1940 entró en la sociedad propietaria del café Luyanó Moderno y cuatro años después se asoció con el gallego Jesús Martín para comprar el restaurante La Puerta del Sol. Se casó a los 40 años con la cubana Olga Salcedo Castillo y siempre fue socio del Círculo Habanero de A Devesa.

Ginés Méndez, de Barreiros, se asoció con tres hermanos y un primo para explotar cafés-cantina

La estancia de Ginés Méndez Novo (Celeiro de Mariñaos, Barreiros, 1907) en Cuba se basó en el apoyo familiar, el duro trabajo y la iniciativa empresarial. Llegó a Cuba con 17 años y su primer empleo fue en la bodega Estrella de Cuba, propiedad de su primo Carlos Novo. A partir de ahí, bregó en distintas bodegas hasta que en 1933 reunió unos pequeños ahorros que le permitieron abrir una lechería en El Vedado. Le fue bien y se asoció con sus hermanos Antonio y Ramón para explotar otra lechería y un puesto de frutas. En 1936 vendió el puesto de frutas y unió las dos lecherías al tiempo que estableció otra tienda, una heladería, con su cuñado Ramón Palmeiro, que pronto cerraron para abrir en el mismo local una tienda de víveres y frutas llamada La Placita.

Tres años después, Ginés vendió su parte a su cuñado y puso por su cuenta otro negocio similar, La Palma, que convirtió en 1947 en un café-cantina en el que empleó a su hermano Manuel. Su espíritu emprendedor hizo que un año después comprara, esta vez en sociedad con su primo Carlos Novo, el café-cantina Mi Bohío en el que su primo actuaba en el dia a dia como encargado general.

Aún abrió el barreirense otra heladería en El Vedado en 1949. Pero pronto la vendió para dedicarse, durante los años 50, a sus negocios de hostelería y restauración que le permitieron poseer una casa en el Country Club y un piso en la calle 26 de El Vedado.

Ginés Méndez se casó en 1941 con Teresa Pérez Alfonso, tuvo un hijo llamado Alfredo Víctor, y se nacionalizó cubano en 1951. Fue socio del Centro Gallego, de la Sociedad Naturales de Ortigueira y de la asociación de Comerciantes e Industriales del Vedado.

Eusebio Cal, de Viveiro, compró el aeroclub de Camaguey y combinó la hostelería con un salón de baile

Eusebio Cal de Ben y Colmenares nació en Galdo (Viveiro) en 1894. Su padre, Francisco, era de esa parroquia y su madre, Modesta, de Meira. Llegó a Cuba en 1920 a través de un vecino: fue contratado por un año en el almacén de peletería y calzado que Vicente Abadín (Galdo 1878) tenía en la céntrica y comercial calle de San Rafael número 7. Abadín fue un comerciante de éxito en Cuba y uno de los más destacados filántropos de A Mariña pues donó la escuela de Vieiro y la traída de aguas a Viveiro.

Al concluir el contrato, Eusebio Cal se empleó en la tienda La Reina, también propiedad de Abadín, durante otro año y luego se trasladó a Camaguey donde trabajó, durante seis años, en la peletería y talabartería Cabadita. En 1932 se estableció por su cuenta y abrió una bodega llamada La Balanza en la calle de la Independencia. El negocio le iba bien y lo amplió con dos locales contiguos: en un lado puso un salón familiar para helados y refrescos con el nombre de Parque Bar y, en el otro, un local de dulcería y panadería llamado Roxy.

Su oferta diversificada consolidó su posición económica y le permitió comprar en 1946 un local frente al campo de aviación Ignacio Agramonte, de Camaguey, que se llamaba Aero Club y disponía de terraza al aire libre, pista de baile, bar y restaurante con cabida para 500 personas.

Cal de Ben y Colmenares tuvo un gran reconocimiento social en Camaguey y fue elegido para la junta directiva de la Colonia Española y de la sociedad Caballeros de Colón. Al tiempo, fue socio del Centro Gallego y de Vivero y su Comarca de La Habana y de la Cámara de Comercio, la Liga Agraria y la sociedad de Representantes Comerciales de Camaguey.