Julio Trigo López, un ourolés en el altar de la revolución cubana

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

CEDIDA

Hijo de emigrantes, murió abatido por los disparos de la policía de Batista en el asalto a la guarnición

21 oct 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las revoluciones -como las iglesias, los radicalismos o las dictaduras- tienen sus santuarios, sus santos y hasta unas biblias que revelan la verdad verdadera y el camino de salvación. En Cuba, esa trinidad del castrismo la forman el Cuartel Moncada, el fracasado inicio en 1953 del éxito de la revolución en 1959; Julio Trigo, un hijo de emigrantes de Ourol que murió abatido por los disparos de la policía de Batista en el asalto a la guarnición; y el alegato de Fidel “La historia me absolverá” al ser juzgado por dirigir el ataque. Julio (1925) y Pedro Trigo (1928) conocieron a Fidel Castro a finales de los años 40. Militaban en el Partido Cubano Ortodoxo, nacionalista y antiimperialista, y habían fundado sus juventudes.

En 1951, en un mitin en Santiago de las Vegas, denunciaron que el presidente Prío Socarrás se apropiara de cinco fincas y desalojara por la fuerza a los campesinos que las cultivaban.

Coches que nunca llegaron

Al concluir su intervención, un tipo alto y corpulento se les acercó. Era un joven Fidel que les propuso denunciar los hechos en el periódico revolucionario Alerta y les invitó a organizar en su municipio de Calabazar la que fue una de las primeras cédulas del Movimiento 26 de julio. A partir de ahí, sus relaciones fueron constantes. Poco después, en 1952, el antiguo sargento Fulgencio Batista dio un Golpe de Estado que acabó con el régimen democrático. Entonces, el joven abogado Fidel Castro Ruz (tenía 26 años) decidió asaltar la segunda plaza militar de Cuba, el Cuartel Moncada, para hacerse con armas y luchar contra la dictadura. Entre los 135 revolucionarios elegidos estaban los Trigo. Y en la madrugada del 26 de julio de 1953 ?cuando Santiago estaba de Carnaval y muchos soldados de fiesta- una caravana de 26 vehículos se dirigió al cuartel para atacarlo por sorpresa. Pero algo falló. La mitad de los coches nunca llegaron a su destino. Se perdieron por las calles de una ciudad que no conocían. Y el que conducía Fidel se estrelló contra un mojón de la fortaleza alertando a los soldados que comenzaron a disparar y desbarataron el plan.

Diez rebeldes por cada soldado

El tiroteo duró una hora. Murieron 10 insurrectos y 60 fueron apresados, torturados y asesinados a sangre fría, entre ellos Julio Trigo. “Hay que matar a 10 rebeldes por cada soldado muerto”, había dicho Batista.

El mismo Castro huyó y solo se entregó cuando el Arzobispo de Santiago, Enrique Pérez Serantes, que era de Tui, intercedió por él y le garantizó su integridad física. Aquel fracaso, sin embargo, inició el éxito. El mundo se enteró de la brutalidad y corrupción de Batista, la represión y la injusticia indiscriminada hizo simpáticos a los moncadistas y el propio Fidel potenció su figura con su alegato. Dos años después, Batista decretó una amnistía que llevó a Castro a México. Allí se rearmó y regresó para dar el golpe definitivo a la dictadura en 1959. Entonces el Moncada se convirtió en santuario de la Revolución, Julio Trigo fue elevado a los altares y el joven Fidel Castro inició una dictadura que todavía hoy, 60 años después, bate récords y se apoya en los viejos. Los jóvenes solo piensan en salir, marcharse, volar… Pero esa es otra historia.

Una madre coraje y un padre masón al que mató un toro

Los padres de los Trigo, Servando Trigo Rouco y Francisca López Sánchez, Francisca de Silvestre, nacieron en 1895 en Miñotos (Ourol). Fueron novios casi desde la cuna. Un hermano de ella, Ricardo, estaba en Cuba y los reclamó. Y en agosto de 1924, a los siete meses de llegar a La Habana, se casaron. El padre trabajó de chófer y la madre de sirvienta. Tras el parto de Pedro, Francisca quedó muy débil y retornó con los niños a Ourol para recuperarse. Él quedó en Cuba para enviar algún dinero. Pero el tiempo pasaba y el dinero nunca llegó. Así que Francisca tuvo que sostener el mundo para que no se desbaratase... Envió a los niños a la Escuela del Carmen que construyeran emigrantes de Vivero y su Comarca.

Y de 1930 a 1936 se convirtió en una de esas heroínas anónimas que pueblan aldeas y corredoiras de Galicia. Compró una vaca, recogía castañas que sus hijos comían hervidas con leche, amasaba el pan, labraba la tierra, atendía a la pudiente familia de Ricardo Pita y cosía y cosía con su vieja máquina de manivela…

Hemoptisis crónica

Servando, en tanto, militaba en La Habana en la logia masónica Unión Ibérica en la que fue “maestro”. La masonería tenía, entonces, gran prestigio e influencia en Cuba. Era un activo antiimperialista y era amigo de Salvador Menéndez, luego Ministro de Defensa en el gobierno de Grau, desde que ambos sufrieran un atentado en la logia. Cuando Franco se alzó en armas, Servando consiguió, a través de su amigo, pasajes y permisos para que su familia abandonase España y llegara a La Habana en diciembre de 1936. Apoyaba a la República desde la Gran Logia de Cuba y ?según dijo Pedro Trigo a Pérez Leira- trabajaba en la vaquería Munguía, Alejo y Hermanos donde, en 1938, un toro le corneó en el vientre y le provocó la muerte. La familia quedó, de nuevo, a la intemperie y de nuevo el Ministro y la Logia Masónica la protegieron.

Julio pudo estudiar algo y trabajó como dependiente en la farmacia Mojena y en la fábrica Tedeca, de Calabazar. Tenía 16 años. Y fue entonces cuando por primera vez fue ingresado en el hospital de la masonería con una hemoptisis que no le abandonó nunca. Y también cuando se inscribió en el Partido Cubano Ortodoxo en el que habría de conocer a Castro.

Llegó andando al asalto al cuartel y la facultad de Medicina y otros hospitales llevan su nombre

Un día antes de la acción del Moncada, Julio Trigo sufrió un ataque agudo de hemoptisis y Fidel lo dejó fuera de la caravana de asaltantes. Pero sus convicciones y determinación hicieron que llegara andando al cuartel, se integrara en la batalla y fuera finalmente detenido y asesinado, con 28 años, por la policía de Batista.

Eso lo convirtió en héroe y mártir. Y fue el propio Castro ?en honor de su camarada y antiguo visitador médico- quien puso su nombre a la Facultad de Ciencias Médicas de La Habana en la que se integran otros centros también llamados Julio Trigo: el Hospital Clínico-Quirúrgico y el Instituto Nacional de Salud en el Trabajo. En Santiago, Trigo figura en el Museo de la Ciudad Escolar 26 de julio, el viejo Cuartel Moncada. Su hermano Pedro, que no tomó parte en el asalto, se exilió en Viveiro en 1958 y regresó tras el triunfo de Fidel. Fue director del Instituto Aeronáutico de Cuba y cónsul en Bulgaria. Hoy vive en Cataluña y mantiene la memoria «Semilla de revolución».