De los emigrados a Rosario, José María se casó con Angela Sánchez y tuvo cuatro hijos, Angélica, Dolores (Lola), Josefa Adela y José Francisco. De Cándido no consta descendencia.
Almacenes El Barato
El mayor de los hermanos, Francisco Maañón López, emigró a Buenos Aires, fue comerciante y reunió un notable capital. Se casó con Eugenia Couto Samaniego y, al regresar, construyó en 1912 una casa en la N-640, en Foz, en la zona entonces conocida como O Campón. En el bajo abrió un comercio de calzados y tejidos, llamado Almacenes El Barato, que la familia mantuvo hasta los años 60.
Francisco y Eugenia tuvieron dos hijos. Uno, Paco, fue de los primeros alcaldes franquistas de Foz que, por sus vínculos y relaciones con Falange y el Regimen, consiguió grandes mejoras para la villa: las casas sindicales, el muelle nuevo y la traída y el depósito de aguas de Pico do Castro. El otro, Martín, fue maestro en varias parroquias.
Fidel, el otro hermano retornado, se casó con Ramona López-Leitón, vivió en Marzán y no tuvo hijos. Según datos aportados por Antonio Maañón y Xoán Ramón Fernández Pacios, fue autorizado por el Ministerio de Industria para “construir un molino harinero en la desembocadura del río Centiño utilizando el embalse de la marisma mediante la construcción de una presa” según publicó el Heraldo de la Industria en febrero de 1903.
Los Maañón siguieron la estela, frecuente entre ciertos emigrantes, de dar educación a sus hijos, promocionarlos socialmente y emprender ellos mismos iniciativas innovadoras y modernizadoras en sus localidades.
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Una expansión cuando era el granero del mundo y la colonia gallega valorada
Rosario inició su gran expansión demográfica a mediados del siglo XIX con un alto componente de italianos. Los españoles ganaron mucha presencia entre 1880 y los primeros años del siglo XX. Según el historiador Andrade Cobas, los gallegos eran el 20% de la población española de la ciudad y la mayoría de ellos procedían de Lugo y A Mariña.
Por aquellas fechas, el gobierno argentino estimuló la inmigración hacia esa zona como paso previo a asentarse en Buenos Aires y para cubrir la falta de mano de obra en un país que, en el entorno de la 1ª Guerra Mundial, era “el granero del mundo”…
Los emigrantes gallegos en Rosario se dedicaron a la agricultura, la ganadería y el comercio. Por ello su actividad societaria es posterior a la surgida en Buenos Aires, que contaba con una población más urbana. El Centro Gallego, por ejemplo, se constituyó allí en 1915 ?el de Buenos Aires fue fundado en 1907-, apenas hubo prensa gallega y, salvo el Centro Saviñao, apenas hubo centros parroquiales o locales.
En la actualidad, los españoles en el Gran Rosario alcanzan los diez mil, de los que unos 3.000 son gallegos, una colonia muy reconocida y valorada.
Un gallego de Bergantiños, José Arijón, da nombre a una importante avenida de Rosario. Otro, Juan Fuentes, de Caldas de Reis, construyó en 1928 en el centro de la ciudad el edificio más alto de la época, el Palacio Fuentes, y un pueblo cercano a la capital lo recuerda en su topónimo. Y uno de los grandes museos rosarinos se denomina Odilo Estévez, el orensano multimillonario que había emigrado con 14 años y que dejó toda su fortuna a la ciudad.