«El recibimiento en la plaza fue lo más bonito que viví en muchos años»

A MARIÑA

ANTONIO BEN

A sus 84 años, Ramón Blanco completó la carrera de 42 kilómetros comiendo «un plátano, dos galletas y tres trocitos de melón»

24 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Ramón Blanco (Ourol, 1933) contagia vitalidad en cada conversación. Incluso al día siguiente de completar en 11 horas una carrera de montaña de 42 kilómetros, la prestigiosa Camovi, el montañero de 84 años que coronó prácticamente todas las cumbres más legendarias del planeta irradia un entusiasmo y una energía fuera de lo común. «Estoy bien, de veras. Acabé un poco cansando, ya que fueron muchas horas, pero comí rico porque mi hermana me trata muy bien y hoy [por ayer] ya estoy prácticamente recuperado», asegura.

-¿De dónde saca las fuerzas?

-De mi cabeza. La edad es relativa para muchas cosas y yo nunca pienso en que tengo 84 años. En Venezuela a veces viajo en autobús y no me gusta que me cedan el asiento; pienso: ‘si supieran con quien están hablando...’ (risas). Tengo una fuerza de voluntad enorme que es la que permite hacer estas cosas.

-Igual le volvemos a ver el año que viene...

-Por qué no. Me atrevo con cualquier cosa que vea que puedo hacer.

-Hace siete años el recorrido no era tan duro.

-Ahora la carrera es muy dura, con un recorrido muy interesante y variado, y claro que me resultó difícil acabarla porque ahora mismo no estoy preparado para una prueba tan larga, y menos por la montaña, pero soy muy atrevido, a veces quizás demasiado.

-¿Esta vez la deshidratación no fue un problema?

-No bebí todo lo que debiera, todo hay que decirlo, aunque solo al final noté que estaba ligeramente deshidratado.

-Había varios puestos de avituallamiento. ¿Qué comió durante la carrera?

-Poca cosa. Un plátano, dos galletas muy ricas que hizo mi hermana, y en el puesto de avituallamiento que había en Naseiro me comí tres trocitos de melón.

-Imposible no emocionarse con el recibimiento que tuvo en la Praza Maior, con cientos de personas ovacionándole.

-Fue un momento apoteósico que no esperaba. Ese recibimiento en la plaza fue lo más bonito que viví en muchos años; gente llorando de emoción, abrazos, niños pidiéndome que me hiciera una foto con ellos... Me emocionó muchísimo. De noche, cuando estaba en cama y recordaba esas sinceras muestras de cariño se me humedecían los ojos.

-¿Algún mensaje para la organización?

-Darles las gracias por invitarme y rendirme este cariñoso homenaje que nunca olvidaré. Y, cómo no, felicitarles por su trabajo y por ofrecer una carrera tan espectacular que es un orgullo para todos los viveirenses.