Fermín González, el pintor de Viveiro que formó y lanzó el Centro Gallego en Cuba

La Voz

A MARIÑA

Nació en 1900, emigró cuando solo tenía 13 años y volvió a la ciudad del Landro en 1933 y trabajó de fotógrafo

08 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Como casi todo en Galicia, la pintura tampoco se entiende sin la emigración. De Argentina llegó, en los años 30 y 40 del pasado siglo, el grupo ?Seoane, Laxeiro, Colmeiro, Castelao, Mallo…- que incorporó la denuncia social y renovó la estética y las técnicas de su pintura contemporánea. Y de Cuba vino, antes, la formación, el gusto por el paisaje y la realidad social que potenció el Rexurdimento al que Galicia debe gran parte de su base cultural. El Centro Gallego de La Habana tuvo, en esa labor, un papel decisivo. No sólo porque en sus aulas aprendieron técnicas de dibujo y pintura algunos de los más grandes artistas -como Laxeiro o Manuel Angel, el autor del único cuadro de Pardo de Cela- sino porque los becó y promocionó.

Fermín González Prieto, Lander, fue uno de ellos. Nació en Viveiro en 1900 y emigró a Cuba a los 13 años. Trabajaba como mozo de almacén por el día y asistía a clases nocturnas de dibujo en el plantel de enseñanza Concepción Arenal del Centro Gallego.

En un artículo publicado en Vivero en Cuba en 1915, Otero Cao decía que había hecho dos cursos en la Academia Villate culminados con una medalla de oro y una de plata. Y pedía que «si algún compatriota le prestase su concurso, se consagraría en el arte de la pintura» pues «acaba de dibujar un admirable retrato del doctor Rafael Montoro en el que muestra excepcionales aptitudes para el dibujo y la pintura, para la figura y el paisaje».

El artículo venía motivado porque aquel año el joven pintor «inicia estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Alejandro que forzosamente tiene que realizar por el día y, como no tiene recursos propios, confía en que los gallegos y la colonia vivariense le presten la protección que merece pues dará días de gloria». Los viveirenses en Cuba tomaron buena nota y, al año siguiente, González Prieto era profesor de pintura y dibujo en el colegio del Centro Gallego y más tarde pensionado por éste para estudiar en la Academia de San Fernando en Madrid. En 1918, el pintor viajó a España y se instaló en Madrid. Completó su formación y participó en la Exposición Nacional de pintura en la que fue condecorado con la medalla de Alfonso XII por su cuadro Rosaleda, de temática gallega.

Como visitaba a sus padres en Viveiro, en 1933 decidió establecerse en la ciudad donde, según el profesor Emilio Insua, trabajó como fotógrafo -“era o fotógrafo Lander, que retrataba xentes e paisaxes con ollos de pintor”-, ejerció como profesor de dibujo en la Escuela Elemental de Trabajo, pasó años difíciles y fue víctima de represalias políticas que le hicieron temer por su vida… En los años cincuenta regresó a la pintura y obtuvo un gran éxito en la 2ª Bienal Hispano-Americana de Arte que, se celebró en La Habana. Tras fallecer su mujer, vivió en Madrid donde murió el 9 de mayo de 1987.

Se casó con Concha Cociña, ilustró libros y revistas y se retiró por motivos humanísticos

Fermín González Prieto, aunque nacido en Viveiro, era oriundo de Muras pues su madre, Dolores Prieto, era natural de la parroquia de Burgo. Tras asentarse en la ciudad en 1933, se casó con Concha Cociña Insua, una de los siete hijos de Luis Cociña Villalba y Manuela Insua Pérez. De su matrimonio nacieron dos hijos, Félix y Jaime. En su etapa cubana, publicó ilustraciones y dibujos en medios de la colonia gallega como Eco de Galicia y Labor Gallega, el órgano de las Sociedades Gallegas de Instrucción que dirigía el ferrolano Vicente Martínez Quelle. En esta revista, entre 1913 y 1917, y en Tierra Gallega escribía tambien poemas el emigrante de Landrove Antonio Piñeiro Rivera.

En Viveiro, González Prieto, además de desempeñar labores fotográficas con el nombre de Lander, coordinó en 1934 del Libro de Vivero, un álbum sobre la ciudad en el que colaboraron destacadas personalidades. Cuando salió a la luz, el Faro Villalbés decía que el libro debería titularse Joya de Vivero y felicitaba al pintor «como iniciador de esta utilísima obra que ha prestado un gran servicio a la ciudad de Pastor Díaz»

Con motivo de su muerte en Sevilla la Nueva (Madrid) el 9 de mayo de 1987, el periódico ABC lo calificó como «uno de los artistas más característicos y más veteranos de Galicia y el pintor por excelencia de la alta montaña”. La nota decía que «pasó buena parte de su vida en La Habana» y que «marginado voluntariamente en su vida artística por motivos humanísticos (cuidado de su familia), se incorporó a la vida madrileña con exposiciones importantes».

Los Rosón y una caseta desmontable para pintar la montaña

Decía Luis Seoane que el emigrante no vive en la tierra sino que la tiene incorporada a su ser. Tal vez por eso, Fermín González Prieto pintó con intensidad, a su regreso de Cuba, durante décadas, el paisaje de la montaña de Galicia y de Castilla. En la postguerra, algunos amigos apoyaron al pintor cuando pasó por momentos difíciles. La familia Rosón ejerció sobre él cierto mecenazgo. Lander y su mujer Concha, que también pintaba, pasaron varios veranos en su casa de Becerreá, junto a Ricardo Camino y otros pintores.

Como Fermín era un paisajista excepcional, los Rosón le construyeron una gran caseta desmontable, que se transformaba en estudio móvil, con el que se desplazaba para localizar y pintar paisajes de la alta montaña. El pintor viveirense formaba parte, por entonces, del movimiento Rexionalista de pintores gallegos que agrupaba a creadores como el marinense Villafínez, el ribadense Amando Suárez Couto o Carmen Corredoira.

Hacer viva la pintura

En su obra no se trata de pintar la vida, sino de hacer viva la pintura como diría Cézanne. Con motivo de una exposición suya en la Sala Santa Catalina del Ateneo de Madrid, A. M. Campoy decía en su crítica en el periódico ABC de las Artes que era «un hombre que no ha sabido ser más que pintor, que no ha necesitado del éxito para estimularse, ni pensó nunca que los caminos de la pintura fuesen otros que los de la satisfacción personal y el sacrificio». En su reseña, Campoy ?que lo considera como uno de los grandes pintores contemporáneos por su autenticidad- destaca que «en sus cuadros están las montañas transfiguradas en algo nuevo: la Naturaleza convertida en pintura», lo califica como «el pintor de la alta montaña gallega y de Castilla» y dice que «no hay quien le convenza que hoy es más rentable pintar un paisaje en el estudio que volver a sentir la emoción de Velázquez en Villa Médicis».

El Museo Provincial de Lugo conserva ocho obras del autor, siete de ellas paisajes y un retrato de Petronila Iglesias de las Heras.