Lo recogíamos en estas mismas páginas de La Voz de A Mariña y también en Galicia ya en el año 2013. Me refiero al testimonio de una ribadense, M. J. González, que -asustada- contaba como había visto un enorme desprendimiento de piedras en As Catedrais.
Lo explicaba con estas palabras: «Fue en las rocas enormes que hay en la entrada. Al bajar vi que ya habían caído algunas, pero de repente pasábamos un hombre -que hacía fotos- y yo y comenzó a desmoronarse una de las rocas. Casi nos cae encima; me quedé tiesa del susto».
No fue la única vez, hubo más desprendimientos. Es que el mar avisa y trabaja; el mar, el viento y la lluvia siguen y seguirán erosionando. De no haber erosión quizá nunca se habrían creado ciertamente los arcos de más de treinta metros de altura que semejan arbotantes de una catedral, ni la estructura de las cuevas. Todo eso que da nombre a la propia playa hoy en día. (La propia playa de Os Castros tenía antaño arcos semejantes que con el tiempo han desaparecido).
El 14 de febrero de ese mismo año, 2013, visitaba la playa de As Catedrais Pía Bucella, directora de Naturaleza, Biodiversidad y Usos de la Tierra de la Comisaría de Medio Ambiente de la UE. La visita obedecía a un objetivo: convocar a todas las Administraciones para elaborar un plan de uso y gestión del arenal. Lo que ocurrió fue que el ministro y el conselleiro de Medio Ambiente entonces (y hasta tres directores generales de la Xunta) se excusaron por no poder asistir.
El alcalde ribadense, Fernando Suárez, amenazaba entonces «con regular o acceso á praia no verán. Se hai risco de seguridade pública por aglomeración de xente, podo facelo». Se ha avanzado desde entonces: el acceso ya está regulado. Se podrá mejorar la seguridad; la vigilancia, ciertamente.
Pero el mar seguirá, pertinaz, constante, su trabajo. Y el viento. Y la lluvia. Y un accidente es eso, un accidente.