María Pastora, flor de romero, «la que mató a Gayoso con un martelo»

MARTÍN FERNÁNDEZ VIVEIRO / LA VOZ

A MARIÑA

fotos: vida gallega

Fue un crimen que las gentes del Eo guardan en su memoria y la historia de una singular mujer

12 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Esta es la crónica de un crimen que las gentes del Eo guardan en la memoria, que Paraje Manso, el gran cronista de la intrahistoria de Ribadeo, escribió en La Comarca y que los niños cantaban cuando jugaban al corro: «María Pastora,/flor de romero,/mató a Gayoso/ con un martelo...»

Es también la historia de un tiempo en tinieblas. Y la prehistoria de la lucha de las mujeres por sus derechos en la que muchas tuvieron que adoptar modos masculinos para ser respetadas, libres e iguales, en un mundo macho y ajeno.

Se llamaba María Pastora Castro y era de Masma (Mondoñedo). Aún niña, su familia la entregó a otra de As Anzas-Cubelas (Ribadeo), luego sirvió en un caserío de Piñera (Castropol) y, al cumplir 35 años, alquiló una humilde vivienda en Donlebún (Barres) en la que vivía sola y criaba ovejas y gallinas. Trabajaba como jornalera o en fábricas de conservas de Figueras. Pero lo que más le gustaba era mariscar en El Berbés y La Linera, en Castropol. Vivía de eso pero era ingenua, casi analfabeta, y la engañaban con frecuencia.

Sus rasgos físicos

Era alta y robusta, de cutis terso y sonrosado, la mirada firme y arrogante y los labios fuertes y pulposos como gajos de naranja. Tenía un cuerpo turgente, armonioso, de agudas cimas e insondables simas. Más que una mujer parecía una escultura del Renacimiento, asexuada, digna, distante.

La soledad y los hombres

Su vida en soledad, su belleza y sus hábitos diferentes, primitivos, la hacían muy atractiva para los hombres que merodeaban su casa para burlarse de ella o demandar sus favores. En la memoria popular quedaron lances y anécdotas que demuestran su vigor físico pero también el alto concepto que tenía del trato serio y la palabra dada...

Una vez un hombre _tras gozar sus gracias y no gratificarla, según acordaran_ estuvo a punto de morir de frío al tener que cabalgar, de vuelta a su casa, desnudo... A otro _que no tenía el dinero que prometía_ le confiscó una gabardina y la exhibió al día siguiente en la playa con gran escándalo de vecinas y mariscadoras... Y en su casa se hallaron joyas regaladas por algún amante con iniciales reconocibles que mucho dieron que hablar...

Un reguero y la cárcel

Su vida _irregular y disoluta, pero suya y libre_ tuvo un trágico colofón la noche del 1 de mayo de 1927 cuando, tras discutir con el carabinero Francisco Rodríguez Gayoso, lo golpeó en la cabeza con un palo y, al verlo mal, lo llevó a hombros hasta un lugar lejos de su casa en el que los vecinos lo encontraron moribundo.

El guardia falleció y un reguero de sangre mostró el camino: concluía en la puerta de la casa de Pastora. Ella no conocía la magnitud de la herida causada y, cuando la detuvieron, sembraba patatas en una finca de Lois, en Barres. Fue juzgada y condenada por asesinato a quince años de reclusión mayor en la cárcel de Alcalá de Henares.

La primera mujer concejal de Ribadeo y otras historias locales del libro de Paraje Manso

Las gentes del entorno de la ría de Ribadeo guardaron en el rincón mejor de su memoria colectiva la historia de María Pastora, la mujer a la que la musa popular denominó, con evidente solidaridad, «flor de romero»...

Su peripecia fue relatada por Juan Carlos Paraje Manso en La Comarca. Paraje (Ribadeo, 1938) fue el gran narrador de la intrahistoria local sobre todo a partir de 1967, en que se asentó definitivamente en la villa, hasta su trágica muerte en 1982. Pero ya antes, desde su corta emigración en México, mantuvo en el semanario la sección «Desde otra orilla».

En sus trabajos, publicados bajo el cliché Ribadensario -igual título que un libro póstumo suyo, de próxima aparición- abordó desde reportajes históricos -como La dársena de Porcillán, Relojes y relojeros, La Virgen de la Paz, El castillo de San Damián, La colegiata fantasma o la etapa ribadense del gran tenor Pepito Arriola- hasta crónicas de hechos y personajes de la vida local como Apuntes carnavalescos, La puerta de la luz, Bellotas y avellanas o don Pepito Lamparillas.

Además de la historia de María Pastora, Paraje escribió sobre mujeres de Ribadeo en el reportaje sobre Marica da Zorza -una deliciosa crónica sobre una sonámbula- o, entre otros, en la entrevista Las mujeres en el poder.

En ella, charla con Pilar del Real Cangas, la primera mujer concejal en la corporación democrática de Ribadeo surgida de las primeras elecciones municipales de 1979. Fue nombrada en 1980 tras sustituir a José García Salgado, su compañero de la Candidatura Progresista Independiente (CPI) que renunció al cargo.

martinfvizoso@gmail.com

La maldita República y Marión, una fiera acorralada

Al llegar la 2ª República, el 14 de abril de 1931, se decretó un indulto que puso en la calle a María Pastora. Pero ella, lejos de alegrarse, decía: «Maldita sexa a República, que fóra me botou».

El gran Paraje lo relató así: «Porque, aunque parezca absurdo, el espíritu primitivo de aquella extraña mujer, toda integridad y nobleza, había encontrado, por una vez en su vida, en prisión, la seguridad y el respeto a su persona por los que siempre luchó y que desconfiaba -con razón más que sobrada- para obtener fuera de ella».

Y así fue. Al salir del penal, volvió a Donlebún pero sintió el frío de la exclusión y pensó que tendría más oportunidades si se radicaba en Ribadeo. Y ahí comenzó otra página de su historia.

«Ahí che ven María Pastora...»

Aquella mujer de imponente estatura y severo semblante, comenzó a ser Marión. Su pasado -mató a Gayoso con un martelo- flotaba en el aire, los niños dejaban de jugar a su paso, bajaban la voz y se metían en el portal... Conocían la letanía «ahí che ven María Pastora», «... vou chamar a Marión...»

Vivía en el Callejón de la Atalaya y era frecuente verla mirando el mar mientras fumaba un mataquintos. En plena postguerra, eso reforzaba el imaginario social de sus rasgos hombrunos y su aire siniestro...

Vestía un sayón de color pardo -mitad hábito, mitad uniforme- que iba de la cabeza a los pies poblado de islas de remiendos. Por debajo, una sinfonía de trapos y harapos. En la cabeza, siempre cubierta, un pañuelo o un sombrero de paja. Y en los pies, alpargatas o zuecos, según la estación.

Era irritable y suspicaz y se volvía agresiva si le atacaban o se burlaban de ella. Entonces soltaba improperios sin ton y enarbolaba el pequeño azadón que siempre la acompañaba y que le servía para mariscar.

Así vivió en Ribadeo, hasta su temprana muerte, aquel Pigmalión al revés que sufrió abusos e injusticias y que la sociedad mal educó. Aquella fiera acorralada de rara belleza que suscitaba un temor que sobrecogía el ánimo e infundía respeto. La Marión, que antes fue María Pastora...