Batista nació en Banes en 1901, mulato y pobre. En 1920 ingresó en el ejército y en 1933 encabezó la revuelta de los sargentos que derrocó a la dictadura de Machado y Céspedes. Los sublevados nombraron presidente a Grau Sanmartín pero Batista se convirtió en jefe del Estado Mayor del Ejército y, al año siguiente, le obligó a dimitir.
Se sucedieron los presidentes-títeres hasta que, en 1940, él mismo fue elegido presidente tras derrotar a Grau con el apoyo del Partido Comunista. En este periodo amplió el sistema educativo, promovió el empleo, hizo reformas sociales y favoreció a los sindicatos. Al término de su mandato marchó a Florida y Nueva York durante ocho años con Marta, su nueva y joven esposa que ejercía una gran influencia sobre él y con la que tuvo cinco hijos: Roberto, Jorge, Carlos, José Fulgencio y Marta. Fue elegido senador in absentia y en 1952 se presentó de nuevo a las elecciones. Pero tres meses antes de celebrarse, dio un golpe de Estado que derrocó al presidente saliente, Prío Socarrás. Ya en el poder como dictador, cambió de rumbo. Abandonó la política social y buscó el reconocimiento de la alta sociedad que nunca había aceptado en sus círculos a un mulato semianalfabeto como él? Y pasó a colaborar con los Estados Unidos y sus empresas.
Convirtió a Cuba en un gran burdel, proliferó la corrupción y era más fácil conseguir narcóticos que un trago de ron. Mafiosos como Meyer Lansky o Lucky Luciano se asentaron en La Habana y Batista recibía comisiones de las ganancias de clubes y casinos de los hoteles Sevilla, Comodoro, Habana Riviera, Nacional.
La Nochevieja de 1958 su régimen cedió al empuje de los rebeldes castristas. A las 4 de la mañana, huyó en tres aviones con 50 familiares, ministros y amigos hacia el exilio. Llevaba una fortuna de 300 millones de dólares y obras de arte valoradas en 700.
En 1973, cuando presidía una compañía de seguros que invertía en inmuebles en la Costa del Sol, murió y fue enterrado en Madrid.
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