«De niño tenía asumido que no sería un buen deportista»

A MARIÑA

PEPA LOSADA

El alero extremeño debutó en la Liga ACB con el Cáceres con 20 años antes de emigrar a Galicia y asentarse en Viveiro

13 jul 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un halo de nostalgia, emoción, alivio y satisfacción rodea la despedida de David Gómez (Cáceres, 1979). «Me voy convencido. Es hora de pasar página porque ya son muchos años y últimamente le estaba robando mucho tiempo a mi trabajo y, sobre todo, a mi familia», razona el jugador que con 20 años vio cumplida una ilusión que parecía quimérica. Solo un par de temporadas después de sufrir una grave lesión de la que se recuperó preocupado «por volver a andar con normalidad», el legendario técnico Luis Casimiro, entonces al frente del CB Cáceres, le dio la alternativa en la Liga ACB. Ese momento permanece indeleble en la memoria del alero que emigró luego a Galicia, donde exprimió su talento en favor del Marín, el Chantada y el Celso Míguez (Pontevedra) antes de recalar en el básquet mariñano y asentarse definitivamente en Viveiro.

-¿Le está costando asimilar que no volverá a competir?

-Por supuesto. Es imposible no emocionarse cuando le dices adiós a un compañero que ha viajado contigo desde la niñez. La sensación es que un parte de ti se ve arrancada, que se queda en la percha en la que cuelgas las zapatillas.

-Guarda infinidad de buenos recuerdos, pero seguro que ninguno tan emocionante como el debut en la Liga ACB.

-Fue ante el Fórum Valladolid, con 20 años, sustituyendo al histórico base Pepe Arcega. Por fin cumplía la promesa que me había hecho años antes. A pesar de los nervios, en ese partido pude anotar una canasta ante más de 6.000 espectadores y la ovación fue tremendamente reconfortante.

-¿Cómo fueron sus inicios en Cáceres?

-Con 14 años hice las pruebas de acceso al CB Cáceres, que acaba de ascender a la ACB, y fui uno de los doce seleccionados de toda la provincia. Asistía cada sábado a los partidos para hacer de recogepelotas y mientras estaba detrás de la canasta me prometí a mi mismo que algún día tenía que estar dentro, en esa pista. El trabajo fue dando sus frutos y con 17 años, siendo todavía juvenil, el entrenador del primer equipo, Manolo Flores, me llamó para entrenar con la plantilla de ACB. Fue increíble. Tengo el recuerdo de quedarme después de los entrenamientos a practicar mates con Stanley Jackson, que ese año (1996) acabaría ganando el concurso de mates del All Stars que se celebró precisamente en Cáceres.

-Fue entonces cuando sufrió una lesión grave.

-Al año siguiente. Me rompí el peroné y los ligamentos del tobillo de la pierna derecha jugando un partido con el equipo de Moraleja. Me operaron de urgencia para colocarme en el hueso una placa con seis tornillos. Fueron momentos muy duros, de profunda desolación, en los que mi única preocupación era volver a andar con normalidad. La rehabilitación fue larga y tediosa, pero me ayudó a madurar y a crecer por dentro. Seis meses después volví a jugar.

-¿Quién le descubrió?

-Con 10 años jugaba al fútbol. Los compañeros del colegio María Auxiliadora de Cáceres me apodaban el cigüeño por mi estatura y mis piernas largas. El balón se me enredaba, de niño tenía asumido que no sería un buen deportista, hasta que un día llegó un monitor con una pelota naranja grande que botaba mucho y que no era necesario tocarla con los pies. Cuando cogí el balón entre mis manos, lo levanté por encima de mi cabeza y observé a todos mis compañeros saltando a mi alrededor, impotentes, descubrí que aquel era mi deporte, que había nacido para ser jugador de baloncesto

-Poca gente sabe que es sordo de un oído.

-Así es, desde niño. Esta minusvalía me ha permitido ser campeón de España de baloncesto para sordos en tres ocasiones y vestir la camiseta de la selección española para sordos en tres campeonatos de Europa, consiguiendo en Bamberg (Alemania) un quinto puesto que sirvió para acudir a las Olimpiadas de Japón.

-¿A quién le gustaría dedicar todos estos éxitos?

-A mi madre, por su compañía durante tantas noches de hospital; a mi padre, que, cámara en mano, me ha seguido por los pueblos de Andalucía y Extremadura durante mis inicios en Cáceres; a mi hermano, con el que tuve el privilegio de compartir pista y vestuario además de infancia; y a mi mujer, Nuria, que siempre me ha apoyado y me ha dado alas para seguir disfrutando de este maravilloso viaje. También, por supuesto, a todas aquellas personas que, de una manera u otra, me ayudaron a crecer dentro y fuera de la cancha y a superar los malos momentos.

-¿Le seduce la idea de convertirse en entrenador en un futuro inmediato?

-En este momento no. Seguiré ligado al Carferlo Viveiro, por supuesto, pero creo que por ahora puedo ser más productivo para el club ocupándome de los asuntos burocráticos.