Leoncio López, «cura de la emigración», poeta y autor del himno a San Ciprián

MARTÍN FERNÁNDEZ

A MARIÑA

J. M. Montenegro, donante de la escuela de San Ciprián
J. M. Montenegro, donante de la escuela de San Ciprián

Los políticos no se libraron de sus críticas y lamentó que los jóvenes no usaran el traje tradicional gallego

09 may 2016 . Actualizado a las 10:14 h.

La vida de Leoncio López Casas _él firmaba De las Casas_ es una buena prueba de que la cultura no se hereda, sinó que se conquista.

Hijo de una humilde familia de Cangas (Foz), Os do Lindo, estudió en el Seminario de Mondoñedo, ejerció el sacerdocio y comprobó cómo la emigración diezmó a Galicia y a su propia familia que, en su mayoría, marchó a Cuba y Argentina.

Escribió en la prensa local y en la de Cuba, fue amigo de emigrantes, delegado de sus sociedades y autor de piezas y poemas, musicados y escritos por él, para actos inaugurales de escuelas de indianos. Y por eso fue conocido como O cura da emigración.

Don Leoncio había nacido el 23 de octubre de 1877 en el barrio de Alemparte, en Cangas (Foz). Era hijo de Manuel López Sierra, tabernero y carnicero, y de Vicenta Casas Oroza, costurera, según el Censo de población elaborado en 1880 por el párroco Tomás Pérez que se conserva en el Archivo Diocesano.

 

Xuances, Vieiro, Bravos

Despues de estudiar las primeras letras en la parroquia, como tantos otros jóvenes carentes de medios y sobrados de luces ingresó en el Seminario de Mondoñedo y el 4 de diciembre de 1900 fue ordenado sacerdote por el obispo Manuel Fernández de Castro. Fue párroco en Xuances, Vieiro, Muras, Bravos y Covas, donde no llegó a tomar posesión. Murió en Bravos el 21 de abril de 1938 y fue enterrado en Cangas en un nicho de la familia Magín Valiela con la que mantenía estrecha relación personal.

Este cronista recopiló, a lo largo de años, escritos, artículos y poemas de este cura escritor. Figuran en publicaciones de la Galicia emigrante como Eco de Galicia, El Ideal Gallego o Vivero en Cuba. Y también en medios regionales, como Revista Gallega, El Progreso o El Galiciano, y comarcales como El Cruzado, Verdad y Justicia, El Heraldo de Vivero o Acción Social, de Mondoñedo.

Muchos de sus escritos se perdieron en un incendio que sufrió su casa de Bravos pero otros fueron publicados. En Vivero en Cuba, por ejemplo, aparecen los que compuso para la inauguración de las escuelas de Villaestrofe, Ourol o la que se levantó en 1931 en San Ciprián a expensas del emigrante en Argentina José Mª Fernández Montenegro y su esposa Manuela Goñi sobre un terreno comprado por Hijos de Vivero en Buenos Aires.

Para su inauguración, la maestra Sagrario Martínez encargó un poema a Don Leoncio que fue leído por la niña Emérita Correa y cantado por los escolares en honor de la viuda del filántropo. Desde entonces, se convirtió en el oficioso Himno de San Ciprián.

En él, la emigración está presente ya desde la primera de sus seis estrofas: “Somos fillas da praia/ ollando sempre o mar/ por ver si as súas ondas/ nos traen que contar./ Lonxe, moi lonxe/ foise meu pai ;/ chora que chora/ quedou miña nai./ Somo-las orfas da emigración/ quén nos abate/ non ten corazón…”.

Cura particular Don Leoncio, «cura de la emigración».

martinfvizoso@gmail.com

Los políticos no se libraron de sus críticas; lamentó que los jóvenes no usaran el traje tradicional gallego

La crítica de Don Leoncio hacia los “desvaríos de la edad” que le tocó vivir no se dirige sólo a la política o los políticos, sino también hacia la pérdida de costumbres labregas o la creciente moda de los jóvenes de no usar el traje tradicional gallego: “Pois da terriña ós paraxes/ xa si hai quén lles teña apego/ según s’ouserva nos traxes,/ ¡cómo perden as romaxes/ o seu aquel de galego!./ ¿Vedes, si vades á feira,/ ó San Roque das Somozas/ a Teixido ou á Rigueira,/ algún rapax con monteira/ ou con dengue algunhas mozas?”.

Pero, con todo, la mayoría de sus escritos versan sobre temas morales, como los titulados Peldaños de la vida, A maxestá de Dios, Pallida mors o Así va el mundo, publicados en la revista Acción Social entre 1924 y 1930; o sobre asuntos históricos como los denominados Necrópolis de Génova, Salve, Roma o Alejandro escritos, según él mismo relata, después de un viaje a Italia entre abril y julio de 1926.

La musa del cura poeta no acaba ahí. El costumbrismo, el paisaje y la recreación de situaciones y dichos populares son otros de los asuntos que toca. Ejemplos de ello son los que llevan como epígrafe San Andrés de Lonxe (de Teixido) o Riberas do Eume en la revista El Cruzado; o los titulados Camiño de Mouriscón, en El Progreso de Lugo, o A un fanfarrón y El poder de una lágrima, en Eco de Galicia de La Habana.

En la Revista Gallega, que editaba en A Coruña la Real Academia Gallega, Leoncio López de las Casas publicó composiciones de la misma temática, como Un arroyo o Mi aldea. Y hay que destacar que la mayoría de su obra está escrita en lengua gallega.

«O cortello do concello e os bestos dos rexidores»

La relación del cura cangués con los emigrantes fue constante. Defendía a las personas y sus hechos pero criticaba la diáspora: “Xa n`hai maíz nos cabozos/ i as chousas cans’e a pedazos/ i a emigración leva os brazos/ i a Pátrea queda sin mozos”, dice en Unha romaxe.

Por esa sensibilidad, fue comisionado para controlar la construcción de escuelas, dedicó poemas a emigrados como Santiago Puentes Rouco, Antón Nieto o Vicente Otero Cao y colaboró en medios como Eco de Galicia, Vivero en Cuba o El Ideal Gallego.

En este último, que dirigía en La Habana José Mª Sánchez Brea, pidió en septiembre de 1927 apoyo a la colectividad para editar la obra inédita del también poeta cangués, Francisco Lourido Sánchez, que ya publicara en 1897 en Puerto Rico el libro «Genialidades». Pero la obra literaria de Leoncio López no sólo gira sobre la emigración. Fue un hombre culto, conservador, defensor de la identidad de Galicia y muy crítico con la política y las costumbres del tiempo que le tocó vivir, la Restauración Borbónica.

 

Ácida crítica

Su crítica era ácida e hiriente. Así escribe en Dos tempos remotos: “Nunha aldea da Mariña/ feudo dun cacique vello/ moi xeitosa e moi branquiña/ ergueron unha casiña/ pra acomoda-lo Concello.// O cacique direitor,/ anque a gracia non lle cadra,/ é un home moi previsor/ pois, baixo o salón maior,/ mandou facer unha cuadra>.

El poema sigue: “E, vendo a porta un curioso,/ preguntou pra qué era aquilo/ a un rapaz, moi garimoso,/ que aquel día, esprendoroso,/ paseaba, tan tranquilo.// -Pois verá, dixo o mociño,/ como, pra vir ó Concello,/ algúns tran moito camiño/ por iso Don Pascualiño/ mandou face-lo cortello. ¿Qué é o que dís? ¡Seique toleas!/ ¿Ou non mide-las ideas?/ ¿Acaso, coma animales,/ tratan por estas aldeas/ ós siñores concexales?// Non dixen tal, certamente, / ó falar dises señores; / pois a corte que está ó rente/ é pra meter, solamente,/ os bestos dos rexidores...>.