Los caminantes al fisterra

Pablo Mosquera
PABLO MOSQUERA OPINIÓN

A MARIÑA

11 may 2015 . Actualizado a las 13:34 h.

Es noticia cultural que nos conmueve. Los caminos que se dirigen a Compostela, sea cual sea nuestra creencia, son caminos de encuentro con la reflexión sobre nuestro papel en la vida del planeta Tierra. Sobre la ética y la estética, sobre la búsqueda de la verdad o la solidaridad entre pueblos y seres humanos en un planeta que no ha sido capaz de dar cobijo digno a todos sus habitantes.

España siempre ha sido un país de viajeros. Las descripciones que hacen esos caminantes nos permiten saber como éramos, la sorpresa del encuentro con lugares, la sabiduría popular que se desgrana en la conversación entre el que llega y pregunta, con el que está esperando conocer las razones y propósitos del que pasa por aquel lugar dónde los días y las noches constituyen el mundo del paisanaje.

Uno de los viajes más fascinante lo realiza aquel vendedor de Biblias. George Borrow, que consigue un guía, natural da Costa da Morte, con conocimientos de inglés gracias a su reclutamiento por la Escuadra Inglesa como marinero de leva, y le acompaña hasta nuestra Mariña en un viaje que quedará inmortalizado como de Don Jorgito el Inglés en su obra La Biblia en España que posteriormente será traducida por Manuel Azaña. Según Julio Llamazares, Borrow es el escritor inglés que más hondo y detenido recorrió los caminos españoles a lo largo del siglo XIX.

Para quien tenga una especial predilección por los libros de viajes a través del tiempo y la España de cada época, le recomiendo consultar El Diccionario de viajeros españoles: desde la Edad Media a 1970, cuyo autor Carlos García-Romeral Pérez organiza alfabéticamente la relación de viajeros con sus biografías, manuscritos o escritos fruto de su experiencia viajera.

Bienvenida sea la declaración de Patrimonio para el Camino a la ciudad Santa de Occidente por la costa, aunque sigamos reivindicando el sendero que transcurre con la mar Cantábrica por testigo, y que inspira el diseño del ferrocarril de vía estrecha en el siglo XIX.

Y es que para los que entran en Galicia por el moderno Puente sobre la ría del Eo -Ribadeo-, hay un cuadrilátero mágico que forman San Martiño de Foz, con su historia, su espléndido románico y los frescos que protegen el sepulcro del Santo Obispo Gonzalo; el sueño imperecedero de Mondoñedo con sus Obispos, escritores, las comitiva de Merlín y familia, la alegría de aquella rondalla para cantarines de cantina, del Pallarego, mientras se visitan las aulas del Seminario de Santa Catalina; la aventura ilustrada de los hornos de fundición, armamento, loza y casi cristal de Sargadelos, dónde se pone en evidencia la necesidad de una ley de montes y un acceso de peaje entre la factoría y el puerto de la ría del Cobo en Islas San Cyprianus; la ciudad de Viveiro, su casco histórico y la historia de sus hijos más ilustres, desde la presencia del mariscal Pardo de Cela como Alcaide de Viveiro, pasando por las huellas de los hermanos Vilar Ponte, para detenerse en la historia ejemplar de un político culto y decente, como Nicomedes Pastor Díaz.

Descubrirán nuestros viajeros que pueden y deben escribir un diario de ese viaje inolvidable por la costa más al norte, quizá desconocida, quizá detenida en el arenal de Auguas Santas, quizá desviada hacia el interior de la provincia de Lugo por un hijo de Villalba.

Que la luz de nuestros faros, desde Isla Pancha, Punta Atalaya, Roncadoira, Coelleira y Estaca de Bares, les guie por la senda dónde se encuentra la Santa Compaña de buques y pecios sin la fama que logró Costa da Morte.