Carmen Mariñano

A MARIÑA

14 jul 2014 . Actualizado a las 18:59 h.

La vieja e histórica Diócesis Britoniense Dumiense, la de la sirena del norte de Pastor Díaz, la del Mar Maior de Manuel María, la del médico mindoniense Leiras Pulpeiro, la que tuvo el orgullo de sus balleneros que describe Luís Tobío, la de los barcos veleros de Xosé Murados, la que fue emigrante como la describe El Viejo Pancho; toda ella rodeada por la mar que cruza ánimas de marineros y pecios entre aguas saladas en la punta más al norte, esa Estaca de Bares, celebra El Carmen.

Es una costa que describe desde Ferrol por Orden del Rey, José Lucas Labrada, en 1804, al referirse a la provincia de Mondoñedo. O la que recordaban con infinita nostalgia desde La Habana los mariñanos, a través de la publicación "Eco de Galicia", en los años 1917 y 1918. Es la costa en la que Claudio Ptolomeo sitúa Los Trileucos. Esta costa., brava como ninguna, con puertos naturales que conforman sus rías, tiene por costumbre encomendar a sus gentes de mar a la Virgen del Carmen.

En la fototeca del Concello de Cervo, que tanto cuida el joven Aventado, Javier Lamelas, aparecen continuamente documentos gráficos de mi amigo "Foto Prieto", dónde se puede comprobar el rito procesional de la Estrella de los Mares, por los callejones del puerto de las Reales Fábricas de Sargadelos -San Ciprián- dónde la santa camina a hombros de gentes vestidas con su mejor dotación del ropero, dónde coinciden dos comunistas, un socialista y uno que no sabía nada de política, ya que llevaba en el cabotaje desde los doce años. Les une la tradición.

En un momento de sus vidas, logran la cartilla marítima, esa que tan bien describe Don Santiago Zuluoga, capitán de Fragata en el año 1777, para los caballeros Guardia Marinas, a los que instruye sobre: palos, vergas, jarcias y cabos, así como las voces que emplean los marineros en las faenas del buque- pienso leérsela a mi nieto para que sueñe con nuestra cultura- Tal documento les permite vivir y soñar. Pero cuando llega El Carmen, todos desean estar de arribada en el puerto, con su gente, en las fiestas que miran a la mar.

Los gallegos somos un pueblo -de lluvia y calma- sufridos, capaces de hacer la maleta en busca de alternativas en otra tierra bañada por otros mares. Es una mezcla de indianos y marineros. Es una de la razones para esgrimir la deuda histórica con nuestra madre tierra, en la que los ausentes, desde el Campo Santo, están siempre presentes, por tradición Celta del culto al más allá.

Desde El Navia, hasta El Miño, casi seis mil kilómetros de costa, de los que unos noventa pertenecen a la provincia que dio vida e inspiró a Don Álvaro Cunqueiro en esos hermosos poemas de "Quen puidera namorala" cantados por mi colega-médico-Luis Emilio Batallan, y que cualquier gallego puede dedicarle a su tierra madre, a la libertad, o a la cultura, en la que nuestro idioma, debe ser, santo y seña de identidad y orgullo.