Su patria era El Quijote

A MARIÑA

21 may 2014 . Actualizado a las 16:05 h.

Mi gran amigo y decano de Os Aventados, Suso de Foz, me presentó a un caballero llegado desde el Monasterio de Celanova, que residía en La Rectoral de San Martiño, y que había encontrado la inspiración en la vida y obra de San Rosendo.

La sorpresa que me esperaba no estaba sólo en la obra plástica de Don Juan Queralt Blanch, ¡magnífica!; descubrí a un caballero del Mediterráneo, impregnado por la vida y obra de Cervantes, que se había puesto en camino para hacer del Quijote su causa, en una atemporal aventura: defensa, docencia y conciencia sobre los Derechos Humanos, desde los contenidos de la obra cumbre del Siglo de Oro para la Hispanidad.

Hablar con el artista fue comprender aquello que dijo Cervantes por boca de su Caballero. "De altos espíritus es apreciar las cosas altas". No hay más que seguir a este insigne barcelonés por el ciberespacio para descubrir a un nuevo Quijote. De ahí la frase que siempre me repetía, tras hablar de todo lo divino y humano, "mi patria es El Quijote".

Su labor didáctica desde el discurso de su obra plástica -exposición en el Museo de Sargadelos- consistía en llevar al espíritu de la juventud las dos hermosas diosas que son Dulcinea para todo romántico: Justicia y Libertad.

Su aspecto sereno, su verbo claro, su ánimo al servicio de la sociedad, le convirtieron en personaje indispensable en nuestro colectivo cultural Os Aventados. Disfrutó con nuestra vieja cultura, se adaptó como pocos a nuestro idioma y costumbres, se sentía feliz entre mar y viento de la mágica Britonia, hizo amigos que hoy no damos crédito a la noticia de su ausencia.

Sus últimas aventuras en la costa más al norte. Estar presente en todos los eventos culturales con los que disfrutó de nuestra música, literatura, artesanía, tertulias, fiestas y paisajes entre amigos. Se ganó al Concello de Cervo, que le acogió con devoción, por sus iniciativas. Se ganó a las buenas gentes de Viveiro, con las que descubrió el encanto de sus calles y el rito de compartir vino entre conversaciones filosóficas por el amor desesperado a la tierra.

Hizo de Cervo, del Almacén, de Sargadelos, de San Ciprián, lugares en los que soñó con quedarse para siempre. Desde la villa marinera de Foz, pasando por el Fuerte de San Damían, dónde hizo una maravillosa lectura de un capítulo de El Quijote, que Abella -Machote de Celeiro- inmortalizó con su equipo audio visual, hasta su increíble, por extraordinaria, cita en A Praza dos Campos que fue Puerto de las Reales Fábricas de Sargadelos, para la lectura plurilingüística del Quijote por boca de jóvenes estudiantes.

La lisita de herederos del caudal que conforman sus virtudes humanas es inusitadamente grande. Los recuerdos que nos deja son imborrables. Su debate con Sito Otero Regal -entre Premios Nacionales-, su generosidad al servicio de la cultura que impulsan Begoña Alonso y Alfonso Villares, su sentido del humor que tanto hizo gozar a Pedro Gordo, Alfonso Villares, Alfredo Llano, Nando Blas, Carlos Nuevo Cal y un largo etc. Y es que su legado trasciende a su obra plástica.

"Después de las tinieblas espera la luz". "La veritat mai és trist, és no posar remei".