Los viveirenses enterraron la sardina como manda la tradición

Mar García Balseiro
mar g. balseiro VIVEIRO /LA VOZ

A MARIÑA

«Autoridades», viudas y una amplia cohorte despidieron el carnaval

23 feb 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

A estas alturas del día Viveiro se despierta con la resaca de su celebración más genuina del antroido, el entierro de la sardina. La comitiva discurrió durante la noche por las calles del casco histórico, con varios cientos de seguidores, todos ellos -hombres y mujeres- ataviados con el ropaje que manda la tradición: sábana blanca, turbante enjoyado y cara tiznada, y con la correspondiente dosis de humor e ironía. En cabeza del duelo la cohorte de viudas, plañideras y la corporación del entroido y sus invitados, que ya por la mañana fueron recibidos «oficialmente» en la plaza Maior por el «alcalde y resto de concejales». Allí estaban haciendo los honores el marqués del Congelado, la concela de Campo de Verdes, la jefa ferroviaria custodiando el maletín con las «contas do Concello», «ministros, la autoridad militar, y De Cospedal, que va de caray, aunque quien no pudo venir fue Sáez de Santamaría», invitados ellos a un acto que mantiene vivo el grupo Esmorga, incondicionales e incombustibles personajes del carnaval de Viveiro.

El Cronista Oficial de Viveiro, Carlos Nuevo Cal, citaba a Lampedusa -«algo ten que cambiar, para que siga todo igoal»-, rememorando el peso del entierro de la sardina en el calendario festivo de Viveiro. «En 1870 xa consta que había enterro da sardiña, e non un, senón varios, e incluso facíase a escondidas». Un signo propio, la sábana blanca, que después importaron otras localidades, y las coplas que se entonaron durante el desfile mortuorio de la sardina que recorrió el corazón de la ciudad. «A máis antigua é Ven dueño mío, do século XIX, anónimo; pero tamén están o Se te queres divertir, de José Travieso Quelle, e todas as que fixo Emilio Caxete», dijo.

El carnaval sirve para «descargar as energías contidas, voltar o mundo do revés», simbolismos que se han perdido con el tiempo. No así los rituales, y aunque «agora non é o que era nos anos setenta e oitenta, que casi chegaban a mil as persoas», los viverenses se resisten a perder su entierro de la sardina.