La hija de una pareja de O Valadouro huye en Japón de la amenaza nuclear

o valadouro / la voz

A MARIÑA

Los padres confían que hija y nieta puedan ser evacuadas a España

17 mar 2011 . Actualizado a las 13:14 h.

Una matrimonio afincado en Ferreira do Valadouro, Antonio Galán Orol, y su esposa Fani Laribal, viven estos días con agustia la tragedia de Japón. Su hija Nuria y su nieta Yuna, de diez meses de edad, fueron sorprendidas por el gran terremoto que asoló el país nipón en su casa de Utsunomiya, una localidad situada a unos 140 kilómetros al sur de Fukushima.

Según explicaban ayer los progenitores, la última noticia que tenían de ellas es que había logrado trasladarse hacia el sur, a Chiba, una población situada muy cerca de Tokio, donde vive la familia de su yerno. Buscaban con ello dos objetivos, escapar de la amenaza radioactiva de la central de Fukushima, y acercarse lo más posible a un aeropuerto céntrico y que esté operativo, para poder escapar a España si es que el Gobierno efectúa el plan de evacuación del que venían hablando.

El marido de Nuria, ingeniero de calidad en una empresa de componentes eléctricos para automóviles situada más al norte, no lo tiene tan fácil, explicaron, porque debe acudir a su puesto de trabajo. En realidad, la mitad de la fábrica quedó echa añicos por el terremoto y no está operativa, pero ya ha acudido un día a evaluar daños y ahora, después de trasladar a la familia a Chiba, debe volver. Según pudieron saber, los principales obstáculos que se encontraron para llegar al sur fueron los problemas en las vías de comunicación, ya que estaba todo cortado, y la falta de gasolina (solamente facilitan diez litros por coche).

El matrimonio ha podido hablar con su hija por teléfono, ayer mismo lo hicieron y confirmaron que estaba en casa de su suegra. Pese a todo, viven en vilo, pendientes de su regreso y de la pequeña Yuna, que nació hace menos de un año en Valadouro.

En el blog de Nuria se puede conocer de primera mano el caos, los nervios vividos, los daños de su casa, el miedo. El día del terremoto preparó el desayuno de su niña y su marido, lo despidieron cuando se marchó a trabajar, contentos, dice, porque era viernes y podrían disfrutar del fin de semana juntos. Fue a comprar, almorzó y se puso a actualizar fotos en el ordenador mientras su hija dormía la siesta. «Fue cerca de las tres cuando empezó la mayor de nuestras pesadillas», dice en su blog. No era un temblor de los habituales; cogió a su hija envuelta en una manta, corrió hacia la puerta de salida. En ese momento el ático empezó a balancearse y las cosas a romperse: «Mi visión fue que todo se desmoronaba; oía como las cosas se rompían; sentía que la casa era como si fuera de cartón. Yo solo agarraba a mi niña y gritaba: «Si us plau, que pari» (por favor que pare). Pensaba en mi niña, pensaba en Hideo... llegué a pensar que ese era el fin».

Pasaron varias horas hasta que consiguió contactar con su marido, a través del teléfono fijo. Estaba bien, pero la empresa estaba destruida al 50%. Esperaba a poder entrar a recoger sus cosas y volver a casa, sin saber cuánto tardaría, porque las carreteras estaban cortadas. Luego pensó en las noticias que estarían llegando a España; volvió al piso. cogió el ordenador y los pasaportes, sacó unas fotos, se conectó a Internet y llamó por el Skype a sus padres.