«Durante 16 años recorrí el mundo entero en barco, de Sidney a Chile...»

A MARIÑA

El mar fue su primer medio y a él sigue ligado por oficio y por pasión; ahora se mueve en el aire, pilotando avionetas

14 mar 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Navega, vuela, pinta, sirve copas y siempre está dispuesto a tomar un café y a conversar un rato con los amigos. Ángel Fernández Acción nació en Pousadoiro, un lugar del municipio coruñés de Aranga, hace 60 años. Al cumplir seis meses sus padres se trasladaron a Ferrol, por motivos laborales, y allí se crió. Estudió en el colegio Tirso de Molina, con los padres mercedarios. Cuenta que fue monaguillo, estuvo internado durante tres años y residió un año en Fabero del Bierzo, donde su padre se empleó en la mina. Su madre falleció muy joven, a los 33 años, cuando él solo tenía 11, y le acogió su tía, de vuelta ya en la ciudad de Ferrol.

Para pagarse los estudios, Ángel trabajó de peón en una ferretería. Y al finalizar la carrera náutica, que cursó en la Escuela Superior de Marina Civil de A Coruña, embarcó en el buque Alfonso , en el puerto donostiarra de Pasajes. «Fue el 25 de noviembre de 1968, era un barco mixto, de carga y pasaje, que hacía la ruta entre Pasajes y Canarias, cada 28 días. Estuve un año, el barco era de una naviera valenciana que luego fue adquirida por otra de Santander, Naviera Asón, y ahí seguí 16 años en diversos barcos». Fernández Acción recorrió el mundo entero. De sus travesías atesora multitud de anécdotas. «Cuando se produjo la ejecución, por garrote vil, de Salvador Puig Antich (anarquista catalán), en la última época del franquismo, me cogió en Sidney y allí tuvimos que permanecer durante más de 20 días porque los sindicatos boicotearon todos los barcos españoles en protesta», relata.

Septiembre de 1973, en Chile

Los días inmediatos al golpe de Estado de Pinochet, que supuso la caída del gobierno democrático de Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, Fernández Acción se encontraba en Valparaíso, en aguas chilenas, a bordo del Ramiro Pérez . «Allí viví cómo en el Sebu , un mercante fondeado al lado de nosotros, ejecutaban a gente. Cada madrugada oíamos cómo ametrallaban a gente, los llevaban en lanchitas y los ametrallaban. Eso lo he visto yo y también mi mujer, que viajaba conmigo», recalca.

Además de los sucesos trágicos, este marino rememora momentos entrañables de aquella época. «Navegué en la misma empresa pero en barcos diferentes, nos conocíamos todos, éramos una familia, había temporales, mal tiempo, hasta un abordaje con un petrolero cargado de queroseno, en Canarias... ¡No volamos por el aire de milagro! Hay que recordar las cosas buenas, el compañerismo, las novatadas sanas que hacíamos a los alumnos, y que yo también sufrí cuando empecé...».

La vida de Fernández Acción cambió de rumbo en 1985. «En enero hice una oposición y el 15 de febrero firmé el contrato con el entonces Ministerio de Transportes, Turismo y Comunicaciones y me fui a Salvamento Marítimo a Tarifa. Soy, con orgullo, pionero en este campo en España». Su experiencia en la localidad gaditana le llevó a proponer la creación de un servicio similar en Galicia. En 1988, el director general de Marina Mercante le encargó la misión que le devolvería al norte. «Delegó en mí para la construcción del centro de Salvamento Marítimo de Finisterre, en Porto do Son. Allí estuve hasta 1993, cuando acabó la obra. Desde ese año estoy en Capitanía Marítima de Burela, como coordinador de Seguridad e Inspección Marítima».

El único inspector europeo

Su extenso currículo se amplió aún más hace un par de años, cuando la Comisión Europea le nombró inspector de Protección de Buques e Instalaciones Portuarias para el ámbito comunitario, después de someterse a una entrevista en Bruselas. En Galicia no hay nadie más con este título. Ya de forma totalmente altruista, Fernández Acción dirigió la delegación de Cruz Roja en la localidad de Burela durante 11 años. Todo «por las ganas de trabajar y de tratar de hacer cosas», señala, con modestia.

Pero la gran pasión de este hombre de mar es la aviación. En el Real Aeroclub de Rozas, en Lugo, obtuvo el título de piloto y ahora aprovecha los fines de semana para volar en avioneta, siempre acompañado. «Me encanta, descargas adrenalina después de toda la semana de papeleos, vas donde quieres... Es una sensación de libertad...». Su otra afición es la pintura al óleo, «siempre naturalista, sobre todo paisajes, nada de modernismo ni arte figurativo». Su casa está decorada con obras propias, muchas ya en manos de amigos.

Y, por si fuera poco, el fin de semana Fernández Acción se transforma en empresario de hostelería. En Burela regenta el pub Quitapenas -«es un traspaso», aclara-, donde da rienda suelta a su locuacidad. «Por si tienes alguna pena que curar...». En las paredes del local cuelgan fotografías de barcos de salvamento y de aviones, dos referencias fundamentales en su vida. Como Tarifa, Porto do Son y Burela, «tres lugares encantadores» de los que nunca ha querido marcharse. «Estoy bien en pueblos pequeños, donde conoces a la gente, te aprecian o no... Me ofrecieron puestos, incluso mejor remunerados, y nunca quise irme».