«Estaba aterrorizada por dar a luz en el tanatorio»

A MARIÑA

El parto de Dolores Fernández se adelantó una semana y se resolvió tan rápido que fue imposible evacuarla.

08 ago 2008 . Actualizado a las 12:20 h.

Manuel Fernández es un bebé precioso que, según su madre, come estupendamente y ha engordado 520 gramos desde que llegó a este mundo (el 20 de julio), en la localidad de San Roque de Crespos, en el municipio ourensano de Padrenda y en medio de un gran revuelo vecinal. Un revuelo que se ha reproducido en los últimos dos días con las visitas de los periodistas que quieren trasladar la singular historia de su nacimiento, en la sala principal del tanatorio de la localidad.

Pero la fama tiene un precio, y tantas horas de posados para las cámaras de televisión en brazos de sus padres esperando el plano con los ojos abiertos han alterado un poco al pequeño: «Ahora cuando intentamos ponerlo en la cuna, llora, porque quiere colo», cuenta el padre, Antonio Fernández, al que se le cae la baba con el primer hijo varón -Diana, de 19 años, y Mónica, de 13, son las dos primeras de la casa-. Y es que Dolores, la madre, no había desvelado el sexo del bebé a Antonio, «pero sabía que le haría mucha ilusión, y eso que al principio ni se enteró». Antonio corrobora la historia. «Había pasado tan mal rato viéndola a ella llorar tan nerviosa, cuando nunca había llorado en los otros partos, y viéndonos allí temiendo que, si el niño venía mal, pudiese pasar cualquier cosa, que, cuando por fin mi cuñada, que estaba a mi lado, me felicitó por haber sido niño, apenas caí en lo que me decía», justifica él.

No es de extrañar. Aquel día Manuel había salido de casa después de comer para acudir al entierro de un familiar en Celanova. Sus hijas le llamaron desde el tanatorio para contarle que su madre se había puesto de parto. Cuando el helicóptero aterrizó en la explanada del tanatorio y la doctora dictaminó que no había posibilidad de moverse de allí porque el parto era inminente, los vecinos empezaron a aportar toallas, Antonio salió corriendo a buscar la camilla de las piscinas municipales -seguido por una recua de pequeños que estudian en el colegio del que es conserje- y a Dolores se le vino el mundo encima. «Hubiera preferido el helicóptero, y eso que no he montado nunca, porque estaba aterrorizada por dar a luz en un tanatorio, por eso lloraba», se justifica. Antonio certifica la fobia de su esposa. «Solo va cuando es alguien muy cercano, y da el pésame y sale ya fatal», cuenta.