Cita de Interese Turístico, en la fiesta se reivindicó la necesidad de mantener las celebraciones populares
02 ago 2023 . Actualizado a las 08:36 h.Agosto comenzaba nublado, la lluvia caía y muchos esperaron en su casa a que escampase para acercarse hasta Cesullas, donde el 1 de agosto se celebra siempre San Fins do Castro, la romería más importante del municipio coruñés de Cabana. A pesar de ello, para algunos el agua tampoco fue impedimento y sobre las doce ya estaban mojando sus pañuelos en la Fonte Santa para beneficiarse de los poderes que, según dicen, tiene. Mientras, en la capilla, una misa sucedía a otra. Acompañaban el ambiente las gaitas de O Son do Castro y la banda Eduardo Pondal.
El campo se iba llenando ante el momento clave, la eucaristía de la una y los posteriores rituales. Este año subía al altar para acompañar al párroco local, Liller Alexander Carrillo, el cura de Laxe, Juan José Bermúdez, con la compañía también de la coral de Cesullas. A medida que el día pasaba los paraguas dejaron de ser necesarios para la lluvia y pasaron a ser los aliados perfectos contra el sol. Según se hacía más claro el cielo, más familias llegaban a Cabana. Porque si algo tiene esta fiesta es la unidad familiar, van desde los más grandes a los más pequeños, como por ejemplo Candela Lema, de la propia parroquia de Cesullas: «Eu vin xa na barriga de miña nai», contaba. Ella nació en octubre y la fiesta se celebra en agosto. Desde ese momento, hace ahora veinte años, no ha vuelto a faltar a esta romería: «Todos os veciños se unen nun mesmo sitio, penso que iso é o máis bonito».
Se puede decir que toda la Costa da Morte se encuentra allí. San Fins traspasa fronteras, y deviene hogar incluso para aquellos que acuden por vez primera. Todos, independientemente de donde sean, gritan al unísono en el Berro Seco, tradición que popularizó el siglo pasado el cura folclorista Saturnino Cuíñas y al que ahora sigue dando voz Liller Alexander Carrillo. Es su tercera vez haciendo agacharse y levantarse a todo el campo, y la sensación es similar la de otros años: «Ver la euforia, la emoción de las personas, anima a uno querer hacerlo con más entusiasmo», dice el párroco, de origen venezolano. Este año, a diferencia del pasado, lo acompañaba el presidente de la comisión de fiestas, Manuel Gil, quien agradeció y reivindicó la tradición de la fiesta popular.
Después, llegó otro de los momentos más emblemáticos, el Santo da Pólvora, pequeña falla con dos figuras ataviadas de traje tradicional que, tras dar decenas de vueltas, cada vez más rápidas, acaba estallando. Esto da comienzo a la sesión vermú y a las meriendas en Cesullas, animadas por Os Enxebres y Os Farrapos.