Los cámpings, un bálsamo en un verano de rebrotes e inseguridad

adrián vázquez REDACCIÓN / LA VOZ

AL SOL

JOSE PARDO

Las caravanas y tiendas de campaña ganan protagonismo este verano

13 ago 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Ante la imposibilidad de descubrir nuevos países, el riesgo de moverse hacia otras regiones y la inseguridad que genera en muchas personas acudir a hoteles y pensiones, las acampadas se han convertido en una opción muy destacada en este verano. Los cámpings se encuentran actualmente con una ocupación mucho mayor que otros complejos donde pernoctar como hoteles, pensiones o albergues.

El cumplimiento de las normas que conforman el protocolo elaborado por el Ministerio de Sanidad para este tipo de recintos dota de una mayor seguridad y prevención a la hora de evitar potenciales contagios. No obstante, la responsabilidad individual es innegociable para evitar riesgos.

Hace unas semanas, un cámping de Guipúzcoa con dos centenares de clientes tenía que cerrar por el positivo de dos de ellos. Siendo posibles estos incidentes, en estos tiempos de incertidumbre, perplejidad y restricciones, los cámpings están siendo un bálsamo para muchas personas que necesitan unos días de desconexión tras unos arduos meses de confinamiento y titubeante vuelta a la «nueva normalidad».

 «No nos podemos quejar»

Muchos propietarios constatan que la afluencia a los recintos donde acampar se ha incrementado durante este mes de agosto después de un julio bastante «flojo».

«Es cierto que tenemos menos ocupación que otros años, pero tal y como están las cosas no nos podemos quejar», afirma Paloma Besada, directora del Cámping Baltar en Sanxenxo. Lo que sí ha cambiado drásticamente es la procedencia del turista que reserva este tipo de vacaciones. «Notamos una mayor afluencia de la población más próxima y por pocos días. Por contra, aquellos que reservaban por temporada desde sitios más lejanos escasean», explica Rosa Figueroa, propietaria del Cámping San Francisco, en Muros, uno de los más reconocidos de la provincia coruñesa.

Muchos propietarios coinciden en que la falta de viajeros procedentes de Portugal es la que más se nota. «A estas alturas tendríamos una alta ocupación de portugueses, este año prácticamente no se han animado», afirma una Paloma Besado que considera «entendible» el temor a cambiar de país en estos momentos.

Adaptación de las instalaciones

El protocolo de Sanidad obliga a acotar aforos y adecuar todas las instalaciones. «Nosotros cumplimos con todas las normas. No obstante, siempre hay un 1 % de gente que se las salta a la torera y hay que advertirle recurrentemente», lamenta Paloma desde el Cámping Baltar.

Desde Muros, Rosa Figueroa asegura que el recinto San Francisco es un entorno «dentro de la excepción, muy seguro». «Estamos muy pendientes de la desinfección», concluye.

Las limitaciones geográficas sumadas a la tendencia al alza de un turismo más barato motivado por las consecuencias socioeconómicas de la pandemia, sitúan a los cámpings como una de las opciones preferidas por los turistas gallegos. Las tiendas de campaña, las furgonetas, caravanas o bungalós, afrontan su mes de verano más cotizado.

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«No quisimos romper la tradición de reunirnos»

 

 

Los cámpings suelen ser un lugar de recuentro anual con ese grupo de amigos al que solo puedes ver durante unos días al año. Amistades que se forjan entre tiendas de campaña y caravanas y que duran para toda la vida.

Algunos propietarios de las instalaciones preparadas para realizar acampadas reconocen que este año el número de grupos de adolescentes y gente joven se ha visto reducido. No obstante, no ocurre lo mismo en el Cámping Preguntoiro, situado en Sanxenxo. «No hemos notado grandes cambios, han venido los grupos de jóvenes que solemos recibir habitualmente», afirma Laura Padín, miembro de la dirección del cámping,

Uno de estos grupos es el conformado por los jóvenes que aparecen en la fotografía. Se conocieron en el Preguntoiro, cerca de la Playa de La Lanzada, cuando eran unos bebés y acudían acompañados de sus padres. Desde entonces, año tras año, reservaban unas semanas en la agenda de su apretado verano para volver a verse, contarse sus vidas y rememorar anécdotas vividas en sus primeras acampadas.

Hace unos meses pensaban que el coronavirus les rompería una tradición de más diez años. Sin embargo, no ha sido así. «Cuando supimos que el cámping abriría, no dudamos en juntarnos. Es diferente a otros años pero al menos podemos estar juntos», afirma Marta Rodríguez, (la segunda empezando por la izquierda y por arriba). En nombre de todos, afirma que, a pesar de que son muy rigurosos con las medidas de seguridad, «está siendo muy divertido, como siempre».

«Es todo muy raro, no podemos salir de fiesta y mantenemos la distancia de seguridad», afirma la propia Marta. Reconoce que después de largos meses necesitan reunirse porque el «cámping es sagrado».

«Somos un espacio seguro»

«Hemos tomado medidas drásticas que limitan bastante el ocio de nuestros clientes pero nos posicionan como un espacio seguro», señala Laura Padín, directiva del cámping. Tanto la cafetería, como el restaurante, pasando por el parque infantil o la zona de hamacas situada al lado de la piscina se encuentran cerradas durante este período estival.

«Es cierto que las restricciones nos impiden hacer los planes que solemos hacer todos los años pero para nada nos aburrimos», afirma Marta Rodríguez en nombre de todos sus amigos, que llevan en el cámping desde los primeros días del mes agosto, cuando el cámping experimentó el mayor número de reservas.

La proximidad del recinto con la playa les permite obviar las restricciones en la piscina y la buena compañía con la que cuentan hace que «merezca la pena haberse decidido a venir». «Vamos a la playa, hacemos senderismo o simplemente charlamos», concluyen. Con responsabilidad, este grupo de amigos han conseguido evitar romper la tradición y disfrutar de su cámping otro verano más.