El barrio de Pessoa, en Lisboa: tascas con los platos de siempre

begoña íñiguez LISBOA

AL SOL

B. Í.

Nuestra corresponsal en la capital lusa desvela uno de los grandes secretos de la ciudad

15 jul 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En pleno bum turístico, con Lisboa llena a rebosar, convertida en la ciudad de moda europea, cada vez se hace más difícil disfrutar de la ansiada tranquilidad, autenticidad y sabor de antaño, que han inspirado a tantos artistas y escritores, en sus cafés y tabernas, hablar con la gente del lugar y perderse por sus calles sin sentir que estás en un parque temático. Lo que muy pocos visitantes saben cuando llegan y se hacen fotografías en la estatua de Fernando Pessoa, en pleno Chiado, junto a la cafetería A Brasileira, es que pueden encontrar dicha autenticidad en Campo de Ourique, conocido como el barrio de Pessoa, ubicado en una de las siete colinas de Lisboa, donde acaba la ruta de los tranvías 25 y 28, en el que residió Pessoa, y en cuya casa se sitúa hoy el museo que lleva su nombre.

El barrio de Pessoa no tiene grandes monumentos ni atracciones turísticas, como la Baixa, Alfama, Graça, Belém o Príncipe Real. Es el lugar de residencia de ejecutivos, artistas y destacados periodistas lusos, además de para muchos franceses que se han mudado a la ciudad del Tajo, atraídos por las ventajas fiscales para extranjeros, lo que ha hecho dispararse el precio del metro cuadrado, convirtiéndolo en uno de los más caros de la capital portuguesa. Lo que más llama la atención al llegar es que es totalmente llano, a diferencia otros barrios lisboetas. Mantiene todavía su día a día provinciano, tranquilo, sus pequeñas y atractivas tiendas, su mercado, restaurantes y esas tabernas típicas, en vía de extinción en el resto de la ciudad, donde comer comida portuguesa de verdad, sin que te timen, como en las zonas más masificadas de la ciudad.

Para llegar a Campo de Ourique lo mejor es hacerlo en el autobús 709 y pararse en el Jardim da Estrela, uno de los más bonitos de Lisboa, o escoger el Tranvía 28, y apearse en la antepenúltima parada, junto a la Tentadora, una de las pastelerías de más solera de Lisboa, al igual que Az de Comer y Avelha de Ouro, en las que hay que tomar un café solo, bica, y acompañarlo por un bolinho, cualquiera de los pasteles típicos que inundan sus barras. Una vez repuestas las fuerzas se puede visitar la Casa Museo de Fernando Pessoa y callejear para descubrir sus tiendas llenas de encanto, de alimentación, ropa, decoración, telas o de vino, como la Garrafeira, una de las más reputadas de Lisboa.

Para descubrir la mejor gastronomía alentejana, se puede escoger Trempe, frente a la casa de Pessoa, o el Magano, junto al Jardim da Parada, otro de los lugares de juegos para los más pequeños de la casa y de encuentro para los vecinos. El Magano era uno de los restaurantes preferidos del expresidente luso Mario Soares, al igual que O Comilão, y su cocido, en la misma calle, lo es del ex primer ministro Pedro Passos Coelho. Para petiscar y tapear una buena opción es la Tasca da Esquina, del reputado Vitor Sobral.

Aunque en Campo de Ourique es obligatorio conocer sus tascas más típicas, como O Bitoque, famoso por su bitoque, arroz con pulpo, almejas y cualquiera de sus postres caseros. A Padaría do Povo, una antigua panadería proletaria de comienzos del siglo XX, y A Casa dos Pasarinhos, son otras dos tascas en las que la calidad no está reñida con los buenos precios.

El Mercado de Campo de Ourique, abierto hasta tarde, aúna la venta de pescado, carne, frutas y productos típicos con el tapeo. Fue el primero de este tipo en Lisboa y una de las grandes apuestas del primer ministro luso, Antonio Costa, cuando era alcalde.