Méndez, detective privado

Javier Núñez Iglesias

AL SOL

Javier Núñez Iglesias. 58 años. Val do Dubra.

08 ago 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Méndez había leído a Carvalho, pero tenía sus propios métodos de resolver casos. Después de revisar su revólver Smith and Wesson del calibre 38, se disponía a echarse una siesta cuando sonó el teléfono. Descolgó el auricular y contestó.

-Méndez detective. Dígame. Ah, es usted, comisario, en seguida voy para allá.

Descolgó del perchero su chaqueta americana, cogió las llaves, abrió la puerta y luego la cerró. Como el ascensor tardaba en subir, decidió bajar por las escaleras al párking, subió al Peugeot, lo encendió y arrancó hacia San Clemente donde le esperaba el comisario Vázquez. Cuando llegó, el comisario le preguntó por el caso y le enseñó el cadáver de Moreno, que estaba tendido en el suelo. El detective le dijo que no lo había visto, pero luego rectificó recordando que había estado hablando con él en el bar y que cuando lo dejó todavía estaba vivo. Moreno era su contacto, había preferido hablar con el detective en vez del comisario porque pensaba que si lo veían, lo encontrarían y le ajustarían las cuentas. Había quedado con Méndez en un lugar seguro, en el bar Alameda. Entró en el bar y le preguntó al camarero si lo había visto con alguien. El camarero le contó que había visto entrar una hora antes a una mujer morena y delgada, que vestía un chaquetón rojo y un pantalón vaquero, le parecía que tenía acento extranjero. Méndez iba anotando todos los detalles en un bloc de notas que había sacado de un bolsillo de su chaqueta.

El camarero le dijo que no se atrevía a ir por el bar porque temía que la viesen y fuesen a por ella. Méndez dedujo que la mujer de la que había hablado el camarero era colombiana. Méndez le dio una tarjeta para que lo llamase por si la veía. Había vuelto a su oficina, que estaba ubicada en el Franco, mientras esperaba a que lo llamase, leía La Voz de Galicia. Tenía la corazonada de que Víctor, el camarero, lo llamaría; no obstante, desconfiaba de él porque pensaba que se rajaría. Era obvio que se amedrentaría porque lo habían coaccionado para que no hablase… Había llegado a tiempo y evitado que los sicarios de Rojas les mataran. Méndez le dijo que confiara en él, que la iba ayudar. Guadalupe le contó a Méndez que la habían obligado a prostituirse. Con las pruebas que Guadalupe le dio al comisario, pudieron desmantelar la trata de blancas.