¡Trotamundos de metal!

Tania Viqueira Queijas

AL SOL

Tania Viqueira Queijas. 25 años. Santiago. Médica.

06 ago 2018 . Actualizado a las 22:00 h.

El destino de toda moneda es ser una viajera nata. ¿No me creen? ¿Por qué si no se les tatúa un mapa en el anverso? Obviamente, para que lo consulten cuando se pierden, al igual que usted conecta el GPS para llegar a ese pueblo remoto que tanto le gusta. Una vez abandonan la fábrica, se pasan la vida trotando de un lado al otro, aunque por supuesto, no todas irán en primera clase.

Así, los céntimos, esos metales brillantes que redondean las pequeñas cuentas de la vida diaria, peregrinan de bolsillo en bolsillo, haciéndose un hueco entre llaves, algún clip y el móvil. ¡Qué vida tan estresante llevan los pobres! Cualquier mañana de mercado pueden pasar hasta por setenta manos diferentes, para terminar descansando en alguna de las cajas registradoras de los bares del barrio más cercano hasta el día siguiente. Los euros, por su parte, suelen viajar más cómodos, ya sea en cartera de plástico o de cuero. Cuando se acerca la época estival, rezan para no caer en las primeras, ya que el calor en su interior es atroz. ¡Es como meterse en una olla hirviendo! ¡Pura incandescencia! De vez en cuando, pasan temporadas a la sombra, cobijados (mejor dicho, abandonados), en el fondo del bolso de marca de alguna adinerada. Solo se percatan de nuestra presencia, cuando, buscando el pintalabios rojo carmín, notan unos medallones fríos que le estorban. En ese momento sabemos que nuestra próxima parada será la colecta del domingo, si son religiosas, o ser canjeadas por tabaco o chicles en el quiosco de la alameda, en caso de que no simpaticen con el misticismo…

Como buenas trotamundos que son, a las monedas les fascina encontrarse con sus homólogas extranjeras. Es entonces cuando muestran sus grabados, sobre todo aquellas que lucen el rostro de algún personaje notable, un monumento famoso, o las más patrióticas, el escudo de su país de origen. «Yo llevo labrada la catedral de Santiago, una maravilla arquitectónica, ¿la conoces?», le dice una a la otra. Si tienes ocasión, no deberías perdértela. Métete en el saco de algún peregrino que vaya a hacerle una ofrenda al Santo, llegarás a destino siempre que consigas que no te intercambie por pulpo o empanada en las paradas previas. En efecto, sé lo que están pensando… Que todas buscan brillar más que las demás, en definitiva, ser las más deseadas para poder viajar en el mejor bolsillo… ¡Qué curioso! En eso poco difieren de sus portadores, los humanos. ¿No les parece?