Patrocinado porPatrocinado por

Calles y tramos

María Elena Hermida TRIBUNA PÚBLICA

AGRICULTURA

28 sep 2018 . Actualizado a las 14:16 h.

Existe una calle en Monforte cuyo calificativo no me resulta fácil definir, quizá porque de ella tan sólo conozco el penúltimo tramo que, por cierto, desemboca en la gasolinera mejor aprovechada que he visto durante mi ya larga vida, pues no solo surte de gasolina sino que, empleando un novedoso sistema, también abastece nada menos que de leche del día. «Aquí hai leite fresco», nos anuncian ante nuestros admirados ojos y, en efecto, comprobamos que no nos toman el pelo, pues de inmediato vamos a buscar una botella que conseguimos llenar hasta el tope del delicioso producto que, naturalmente, procuramos consumir lo antes posible tras la elaboración de un exquisito arroz con leche.

Y he apuntado más arriba que no me resulta nada fácil definir de forma precisa y significativa dicho tramo pues, al tiempo que por él entraba el matrimonio formado por don Pedro de Castro y Andrade y doña Catalina de la Cerda y Sandoval, séptimos condes de Lemos, una vez abandonada la Corte de Madrid para descansar en su palacio monfortino, existían holgados locales como depósito de los aperos de labranza y yuntas de mulas y caballos de los terratenientes.

Resultado: un tramo que se nos antoja tan atractivo como sugerente. Un tramo que nos invita a vivir y a disfrutar de la Galicia más típica y arcaica en contraste con otra moderna de cemento frío y gris que no nos dice nada. Nos quedamos con la Galicia de siempre, con sus balconadas de roble o de castaño. Aunque, eso sí, nos agradaría que se mantuvieran limpias y restauradas y, por qué no, también engalanadas con unas cuantas floridas macetas o algún racimo colgante de brillantes y pulidas mazorcas de maíz que nos transportan a nuestras mejores épocas.

Con un poco de esfuerzo y, sobre todo, con amor y cariño -cariño es más gallego-, podemos conservar esa Galicia nuestra y un Monforte cuya calle del Conde en su penúltimo tramo nos evoca tantas cosas.

Y no quiero dejar en el tintero lo más importante. Creo que establecer un límite de velocidad para coches y motos no sería mala idea. Ya sabemos que el diablo las arma en cualquier momento y no debemos dejarle el paso libre ni conformarnos con pensar simplemente que todo lo que sucede «é cousa do demo».