Patrocinado porPatrocinado por

Un mito

Estevo Silva Piñeiro SOSPECHOSO HABITUAL

AGRICULTURA

17 sep 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

La mitología clásica es una divertida herramienta para conocer las pasiones humanas. Hoy voy a adaptar brevemente la historia de Erisictón y Deméter.

En una ocasión la diosa Deméter se enfadó con sus colegas del Olimpo y bajó a la tierra a recorrer los campos para calmarse. Deméter era la diosa de la agricultura (los romanos la llamaron Ceres, de ahí los cereales) y tenía por toda Grecia pequeños bosques consagrados a ella en donde los árboles nunca se podaban y crecían libremente.

Es en este punto en donde entra Erisictón: un hombre rico que llegó a unos de estos bosques y pensó: «Si, muy bonitos estos árboles, pero visto uno vistos todos. Lo que realmente es valioso, es la madera; me servirá para montar una posada». Deméter es compresiva con los hombres, así que se transformó en anciana y fue a verlo.

«Déjalo, Erisictón, ¿no ves que estos árboles están consagrados a Deméter?», le dijo. «No me importa», contestó. «No tengo nada contra ella, pero necesito su madera. Además he dejado uno, puedes sentarte ante el y hacerle los honores». «Tú mismo».

El castigo fue inmediato. Erisictón comenzó a tener un hambre insaciable, como su ambición, y empezó a comérselo todo sin descanso hasta que devoró su fortuna. Tenía una hija que se prostituyó para comprar comida para su padre, pero tampoco fue suficiente. Finalmente empezó a comerse su propio cuerpo.

Pierna a pierna, brazo a brazo, hasta que solo quedó una boca que se comió sus propios labios. Es posible que este fuese el único castigo que Deméter impuso a un hombre y yo lo veo justo. Vuelve diosa, vuelve.