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Tres docentes destacados en el período inicial del Instituto de Lugo (1842-1862)

Antonio Prado Gómez LUGO

AGRICULTURA

cedida

José Jorge de la Peña, Antonio Magín Pla y Ramón Llorente Lázaro dejaron una profunda huella en el Instituto

09 ene 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de memorar a distinguidos alumnos, como hemos hecho en anteriores aportaciones a este centenario, parece lógico ahora recordar a destacados profesores para así completar el principal binomio educativo, ya que ambos son los dos elementos indispensables para el desarrollo de la enseñanza. Si en los discentes resaltamos a aquellos que destacaron por su esfuerzo y talento a la hora de adquirir conocimientos, corresponde ahora dedicar atención a los que por su ilustración y por la capacidad de trasmitirlos merecen memoria.

Como la multiplicación de nombres podría provocar una farragosa lectura, vamos a establecer una selección fundamentada en el interés que los docentes mostraron por el Instituto lucense y por la implicación que manifestaron hacia él, es decir, nos centraremos en aquellos profesores que destacaron por su dedicación al centro y a sus alumnos, desplazando de nuestro comentario a otros docentes, a veces muy brillantes y con carreras profesionales muy destacadas, cuyo paso por el Instituto fue fugaz; por decirlo de otra manera: «estuvieron» pero no «permanecieron».

Para organizarnos seguiremos la habitual secuencia cronológica, que remataremos, en este caso, hacia mediados del pasado siglo; concluiremos, por lo tanto, con un equipo docente particularmente brillante que se asentó, especialmente en el antiguo Instituto Masculino, en los años de postguerra, y no iremos más allá, porque referencias a profesores más cercanos en el tiempo podrían obligar a inoportunas implicaciones.

Durante las primeras décadas de su existencia, la vida escolar del Instituto fue agitada, sobre todo por los problemas de financiación y por los cambios de residencia, asuntos que dificultaron la conformación de un equipo docente estable. Desde sus comienzos en 1843 -instalado en locales cedidos del viejo Seminario lucense de la Plaza Mayor- hasta 1848 el centro se mantuvo en la capital; en ese año se trasladaría a Monforte animado por las rentas ofrecidas por el duque de Alba que garantizarían su supervivencia, para regresar a Lugo en 1862 cuando disminuyeron las rentas y aumentó la presión popular para su vuelta a la capital.

Entre los profesores de esas primeras décadas destacaremos a tres en particular. Dos de ellos, José Jorge de la Peña y Antonio Magín Plá, prolongarían su colaboración con el centro durante muchos años, y el tercero, Ramón Llorente Lázaro, tuvo una presencia breve pero merece figurar en esta selección por ser el primer benefactor del Instituto, es decir, fue un docente que lo abandonó pronto pero que siguió colaborando con el centro y que demostró su generosidad hacía él a través de sucesivas donaciones bibliográficas y materiales. Vamos a conocerlos un poco mejor sin entrar en aspectos biográficos pormenorizados.

Física y Química

El primer docente que merece recordarse, y uno de tantos que permanece injustamente olvidado en la memoria colectiva de la ciudad, fue José Jorge de la Peña. Sería elegido entre los cinco profesores nombrados por la Junta Creadora en noviembre de 1843 para impartir clases de Física y Química, y, además, sería nombrado primer director del Instituto. El señor de la Peña era un reconocido liberal progresista y un prestigiosos médico que desempeñó en Lugo cargos tan importantes como la dirección del balneario durante más de dos décadas, aunque aquí lo que interesa son sus actividades educativas. Desde este presupuesto hay que destacar su activa colaboración con la Diputación y con la renacida Sociedad de Amigos del País de Lugo dentro de las que demostró una temprana preocupación por la instrucción pública. Así, en enero de 1841 y desde su puesto de diputado provincial, presentaría un informe en el que recogía todo un programa de reformas para la enseñanza en la provincia, en el que incluía la necesidad de consolidar nuevos establecimientos escolares y entre ellos un Instituto y una Escuela Normal que consideraba prioritarios.

Director

José Jorge de la Peña ejerció como director del Instituto hasta 1846 y, de hecho, abandonaría la enseñanza en el centro cuando éste se traslade a Monforte, evidentemente porque sus otras obligaciones profesionales le impedían aceptar ese desplazamiento. Volvería a ejercer la docencia cuando el Instituto retorne a Lugo, primero como profesor de Francés (asignatura de la que su hijo Federico sería luego catedrático durante muchos años) y más tarde, de Historia Natural y de Agricultura, materias que su amplia formación profesional le permitían desempeñar como profesor auxiliar ya que sus otras ocupaciones no le permitían responsabilizarse de una cátedra. En 1888, de la Peña moría en su casa de Lugo, una ciudad que hoy no le recuerda, aunque sí lo hacía el periódico El Lucense en su número de 4 de mayo de 1888 cuando lo definía como una persona de fino trato y sumamente instruida.

El segundo docente, Antonio Magín Plá, es otra personalidad interesante cuya relación con el Instituto lucense fue incluso más prolongada e intensa que la de José Jorge de la Peña. Nace en 1799 en el seno de una familia catalana de comerciantes que se traslada a Lugo concluida la Guerra de la Independencia. A diferencia de las opciones profesionales de otros de sus hermanos, la vocación de Antonio Magín, tras algunas aventuras marineras, se orientaría hacia la enseñanza y, asentado en Lugo desde los años cuarenta, se integra en la Sociedad Económica de Amigos del País siendo uno de los encargados de examinar y valorar el mosaico romano recién descubierto en la calle Batitales. Imparte interinamente la cátedra de Matemáticas, que en 1847 permuta por la de Geografía. Ejerció incluso durante la etapa monfortina del Instituto, y con él volvió a la capital, donde asumió la dirección, cargo que dejaría y recuperaría según los avatares políticos.

El tercero de los docentes, Ramón Llorente Lázaro (1820-1880), llegaría al Instituto provincial de Lugo por una Real Orden de 27 de septiembre de 1844 como profesor de Historia Natural, pero marcharía en 1846 para ocupar una cátedra de la Escuela de Veterinaria de Madrid de la que sería director y desde dónde desarrollaría una brillante carrera profesional. Sus frecuentes viajes a Francia y Bélgica le pusieron en contacto con la vanguardia científica europea de su especialidad y le permitieron llevar a cabo una importante labor como publicista, especialmente en trabajos sobre Patología. Fue miembro de la Real Academia de Medicina y de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Si lo hemos traído a estas líneas es porque nos consta su preocupación por la vitalidad del centro lucense, en el que no estuvo mucho tiempo pero hacia el que guardó siempre una gran consideración. A él se debe la donación de la primera colección mineralógica, su intervención fue fundamental en la mediación para adquisiciones de material pedagógico y didáctico y, además, envió al centro importantes ejemplares bibliográficos, por todo lo que debe ser considerado el primer mecenas del Instituto.

*Antonio Prado Gómez es doctor en Historia. Catedrático jubilado del IES Lucus Augusti de Lugo.