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Luminosa mañana de sábado

Gonzalo Trasbach
Gonzalo Trasbach (IN)SOMNIUM

AGRICULTURA

23 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Después de la lluvia y el viento: luminosa mañana de sábado. Caminas hacia las afueras. Donde la carretera que baja de la montaña alcanza el valle del Coroño, en la aldea de Runs, una anciana, tocada con un sombrero de paja y con un perro, cruza lentamente la calzada. Busca la sombra. Es mediodía, la hora sin sombras, dice Borges. Más adelante, un hombre parte leña. Como un indefinido rumor, el invierno refulge en el presente.

El quejido del mirlo entre los matorrales anuncia que el verano se desliza en el otoño con paso de paloma. A lo lejos: suenan bombas que dejan una estela de humo en un cielo deslumbrante. Se escuchan gaitas y tambores entre las casas de las aldeas. Hay fiesta en el campo de Ordenario. Centeno y trigo esperan sobre una lona negra la llegada de los malladores, entre humo, olor a pulpo y churrasco, mientras los niños juegan alegremente.

Espectros. Resistentes testigos de un antiquísimo ritual agrícola. Recordar. Es importante recordar aunque sea de manera espectral. El hilo del recuerdo mantuvo viva la esperanza en nuestros destierros, en las travesías que nos parecían interminables. El tiempo que se fue, lo guarda la memoria como un tesoro. Abres el cofre: el abuelo sentado frente al corazón de la hoguera. El tío relatando historias de muertos, muertos que volvían para hacer su viacrucis nocturno por las encrucijadas de la aldea, o para agitar lembranzas de los vastos amaneceres que habían vivido. Muertos que hacen magníficos y patéticos a sus interlocutores los vivos.

A un lado del camino: alto maíz floreado. Al otro: un hombre mayor con un pitillo en la boca recoge patatas en una finca. Serpea casi sin respirar por entre los prados. Al borde del río no hay restos de los estragos que habitualmente dejan las crecidas, pero sí ramas caídas, que hablan del nordeste que sopló. La escuálida corriente arrastra hojas amarillas entre piedras musgosas. Te detienes y descansas sentado sobre la hierba, recostado contra la rugosa piel de un aliso. Te dejas llevar y sueñas, sueñas con los sueños sembrados de escombros: Argos, perro de Ulises. Si alguna vez fuiste Homero, es que pronto serás Nadie, como Ulises: ceniza.