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PRODUCTORES SOSTENIBLES

Los huevos ecológicos por los que la gente hace cola en una tienda del centro de Valladolid

Desde que la Escuela Universitaria de Ingeniería Agrícola de Valladolid (INEA) obtuviese uno de los diez premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles de España por un modelo de producción de huevos ecológicos, este producto ha adquirido mayor notoriedad en la capital vallisoletana y ha permitido dar a conocer la labor de recuperación de una especie de gallina autóctona en peligro de extinción.

Laura Fortuño

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Como cada mañana, Félix se acerca a visitar a las gallinas sin tener ninguna certeza de cuántos huevos encontrará. Y es que estas aves que habitan en la Finca Ecológica de INEA, la Escuela de Ingeniería Agrícola y Agroambiental adscrita a la Universidad Pontificia Comillas de Madrid y ubicada en Valladolid, nada tienen que ver con las demás. Se trata de una raza 100% autóctona en peligro de extinción: la gallina castellana negra. Su aspecto es altivo y vigoroso, sus orejillas blancas y su color negro como el carbón, aunque algunos ejemplares pueden presentar reflejos verdes y azulados. «La gallina castellana negra pone poquitos huevos y nunca va a competir con las razas americanas que ponen uno al día, pero es una raza en peligro de extinción y queremos recuperarla», explica Félix A. Revilla, director de INEA, reconocida por su modelo de producción ecológico en los Premios BBVA a los Mejores Productores Sostenibles. Una iniciativa que el banco, en colaboración con El Celler de Can Roca, realiza para poner en valor el compromiso de los productores españoles con la eficiencia energética, el desarrollo sostenible y la alimentación saludable, además de acercar los productos de proximidad a los hogares españoles. BBVA busca lograr un impacto positivo en la sociedad y trabajar junto a pequeños productores locales y El Celler de Can Roca para crear oportunidades e inspirar a otras pymes en su proceso de transición ecológica. Como parte del premio, los huevos de las gallinas castellanas negras que viven en la finca de INEA formarán parte de una de las recetas que los hermanos Roca elaboran en ‘Gastronomía Sostenible’. «El premio de BBVA a los Mejores Productores Sostenibles nos ha hecho mucha ilusión», admite el director de INEA.

Los huevos que cada día recoge y envasa a mano Félix, siguiendo un proceso 100% artesanal, los vende en una tienda ecológica del centro de Valladolid que forma parte de la cooperativa Come Sano Come Justo: «Al día siguiente de salir la noticia de que nos habían concedido el premio de BBVA ya había una gran cola de gente en la tienda queriendo comprar nuestros huevos», relata con orgullo el director de INEA. Desde Ganeca, la Asociación de Amigos de la Gallina Castellana Negra, Félix y otras personas en nuestro país tratan de criar, recuperar y mejorar esta raza de gallinas, que pone entre 180 y 200 huevos al año: «Son gallinas muy bonitas. Las tenemos en ecológico, solo comen productos vegetales y están siempre en libertad». Sus huevos tardan unos tres días en elaborarse, pero su calidad es muy superior a los de una gallina común.

430 huertos ecológicos mantienen entretenidos y felices a los jubilados de Valladolid

Recoger y vender los huevos de las gallinas castellanas negras no es la única ocupación diaria de Félix. También se ocupa de atender los 430 huertos ecológicos puestos a disposición de hombres y mujeres mayores de 60 años en la Finca Ecológica de INEA, donde los hortelanos cosechan verduras y buen humor. Es la ilusión diaria de los jubilados de Valladolid, y también un proyecto social financiado por el Ayuntamiento para contribuir al esparcimiento, ocio, relaciones humanas y vínculo con la naturaleza de los mayores: «Cada jubilado tiene un huertecito de 7 x 15 metros y allí se pasan el día, cuidándolo y trabajándolo. Abrimos cuando amanece y cerramos cuando anochece. Este año hemos abierto hasta los domingos. Hay gente que casi vive aquí», relata Félix A. Revilla, director de INEA.

«La gallina castellana negra es una raza en peligro de extinción y queremos recuperarla», explica Félix A. Revilla, director de INEA.

El proyecto de huertos ecológicos de INEA, conocido en toda la ciudad, empezó hace 18 años y ha permitido forjar amistades, compartir jornadas inolvidables y solo se vio interrumpido durante el confinamiento: «Después de los meses más duros de pandemia, para las personas mayores fue una válvula de escape», recuerda Félix con cariño. De hecho, una de las grandes consecuencias positivas de este proyecto social es la contribución a la salud física y psicológica de los usuarios de los huertos.

La Finca Ecológica de INEA tiene 430 huertos de los que se ocupan personas jubiladas de Valladolid. Se trata de un proyecto social financiado por el Ayuntamiento.

Cuidando al planeta desde la finca de INEA

Los 430 huertos de la Finca Ecológica de INEA disponen de un sistema de riego basado en la energía solar. Además, «compostamos los restos vegetales de los huertos, producimos nuestras semillas y hemos participado en proyectos de economía circular», afirma Félix, que nos explica algunos de estos proyectos: tenemos un banco de plantas para conseguir intercambios entre especies, un banco de utensilios para que los que sobran se puedan poner en un lugar común a disposición de las personas que lo necesitan, y además se apuesta por la movilidad sostenible dentro de la finca, mediante 30 carretillas para moverse y mover las mercancías en el interior de la finca, evitando la circulación de vehículos. También hay un banco de alimentos de productos frescos y de producción ecológica que este año ya supera los 500 kg.

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La Finca Ecológica de INEA es también un lugar de secuestro de CO2 de la atmósfera: se mantiene el suelo con cubierta vegetal y se aprovecha la vegetación espontánea para que secuestre ese CO2 problemático. «Se estima que una hectárea de terreno agrícola cultivado con esa intención podría llegar a secuestrar hasta cinco toneladas de CO2 al año», cuenta Félix.

Las medidas de eficiencia energética juegan un papel fundamental en INEA: la instalación de 36 kw en placas solares permite rebajar en verano hasta en un 35% el consumo de energía eléctrica, lo que se traduce en un ahorro de más de 1300 euros al mes. El riego se controla mediante una estación meteorológica y está conectado a Internet, así que se puede ajustar a las necesidades, ahorrando agua y energía. El 40% de los huertos usa riego localizado y a una presión baja que reduce el consumo a la mitad.

Para Félix y las personas que hacen posible la filosofía de INEA todos deberíamos ser capaces de aportar nuestro granito de arena para influir positivamente en nuestro entorno, tanto las empresas como los consumidores: «A veces vale la pena pagar un poco más de dinero y adquirir un producto hecho por gente de tu tierra, que no tiene tantos medios pero es más sostenible», afirma Félix, reivindicando así la importancia de comprar productos de proximidad como una manera más de cuidar nuestro planeta.