Dormir con vistas al Sella y los Picos de Europa: la experiencia religiosa de vivir dentro de la naturaleza
El ecoturismo tiene su razón de ser en lugares como el Parador de Cangas de Onís, ubicado en un antiguo monasterio del siglo XII en el corazón verde asturiano y en el que se puede aprender pastoreo, visitar al quebrantahuesos, descubrir los rincones escondidos de los Picos de Europa o, simplemente, disfrutar de la paz paseando por la orilla del Sella
No es casualidad que todas las habitaciones den al río Sella y que al mirar por la ventana el azul y el verde se fusionen en una sincronía perfecta. El Parador de Cangas de Onís no solo comparte ribera con el Sella sino que es la puerta de entrada de los Picos de Europa y está a 12 kilómetros del santuario de Covadonga y los lagos del mismo nombre. Porque si la naturaleza se hace fuerte en Asturias, en este Parador eclosiona imponente rodeándola y abrazándola. Como curiosidad basta decir que por su puerta pasa una de las rutas del Camino de Santiago, el Camín de los Santuarios (220 km inspirados en el antiguo recorrido que unía la Catedral de Oviedo con Covadonga y Santo Toribio de Liébana) o que actividades como visitas a los Picos de Europa para avistar animales o a pequeños municipios para aprender cómo es el pastoreo o se hacen los deliciosos quesos y sidra asturiana sean algunas de las más demandadas por quienes duermen allí.
Si algo tienen claro en el Parador de Cangas de Onís es que pasar una noche allí es una experiencia que va más allá de la típica frase hecha. Naturaleza e historia se funden para convertir a este establecimiento en un lugar lleno de vida (y pasado) que pone a visitantes, vecinos y empresarios locales en el centro. Para comprender cómo lo consiguen lo primero que hay que hacer es entender el lugar en el que está ubicado. El Parador se alza en el antiguo monasterio fundado, según cuentan las crónicas, el 21 de febrero del año 746 y que en el siglo XII ocuparon monjes benedictinos hasta la desamortización de Mendizábal. “Nunca tuvo más de seis u ocho monjes”, tal y como cuenta su director, Ignacio Bosch, durante una visita guiada con los huéspedes para conocer todos sus secretos. De hecho, en el claustro barroco alto donde estaban sus celdas hoy se ubican algunas de las habitaciones más especiales del Parador, como la habitación 116. Una estancia con unas magníficas vistas del Sella donde antaño estaba el dormitorio del abad, un lugar privilegiado no solo por la estampa natural sino para vigilar a cualquiera que quisiera cruzar, pescar o instalar un molino en el río Sella.
Los monjes benedictinos eran los dueños de todas las tierras a 40 kilómetros a la redonda y se las arrendaban a los vecinos de la comarca, pero además tenían la propiedad legal del río Sella entre Cangas de Onís y Arriondas, algo poco habitual. De ahí, la necesidad del abad de vigilar quien hacía uso de sus dominios sin pagar los diezmos. De esa época medieval aún se conserva la bonita tradición asturiana del campanu del Sella. El monasterio hacía tañer sus campanas para anunciar el avistamiento de los primeros salmones que llegaban al río y que se abría la temporada de pesca. El primero que se pescaba recibía ese nombre. Hoy ese salmón es el único que se puede vender y alcanza precios, confirma Bosch, de hasta 15.000 euros. Se subasta en el puente romano de Cangas de Onís y cuando se pesca siguen repicando las campanas de la torre de la iglesia anexa al Parador. De hecho, es el único día del año que suenan.
EXPLOSIÓN ASTUR Y ROMÁNICA
Si esto fuera poco, el monasterio benedictino se ubicó en el antiguo palacio del rey Favila, hijo de don Pelayo, el segundo rey asturiano y lo hizo construir su cuñado, el rey Alfonso I (yerno de don Pelayo). De ese pasado prerrománico aún se conservan restos arqueológicos que bien podrían ser los del antiguo palacio. Pero si algo destaca de este lugar es que es uno de los mejores ejemplos del románico en Asturias, además de un magnífico testigo del más desconocido (y curioso) estilo románico erótico.
''El Parador es un punto de dinamismo cultural donde hay una unión y unos vínculos muy especiales con los vecinos''
Declarado Monumento Nacional a principios del siglo pasado, en el Parador de Cangas de Onís no solo convive la historia de la monarquía astur y un patrimonio románico y barroco espléndido sino que es pura naturaleza (nada como salir a pasear a la orilla del Sella justo a la espalda del Parador) y un lugar con elegantes estancias en las que la piedra y la madera son testigo de 1.300 años de historia. Y junto a él destaca la iglesia de San Pedro de Villanueva, con su clásico taqueado jaqués en el ábside y su impresionante claustro románico primitivo, original del siglo XII, donde se pueden admirar unos preciosos capiteles que son un “auténtico cómic hecho en piedra”, asegura Bosch, que cuentan la historia de la monarquía asturiana. Una curiosidad más: el templo sigue teniendo culto desde hace más de 1.200 años (el primer sábado de cada mes) y es uno de los más solicitados de la zona para celebrar bodas.
Quizás fuera de Asturias la historia de Favila y el oso que ha dado lugar a la expresión popular que abre este texto no sea muy conocida. No importa. Basta con acercarse al claustro de la portada de la Iglesia de San Pedro de Villanueva, declarada Bien de Interés Cultural y ubicada junto al Parador de Cangas de Onís, para conocerla. En sus profusos y cuidados capiteles románicos, como si de un cómic se tratara, se cuentan los avatares que sufrió Favila, hijo de don Pelayo y el segundo rey de Asturias, cuando fue despedazado por un oso en Llueves, cerca de Cangas. A través de ellos, podemos ver al monarca a caballo despidiéndose de su mujer Froiluba «con un beso de película», explica el director del Parador, Ignacio Bosch, y luchando con el oso que acabó con su vida y su breve reinado (poco más de dos años). Pero también se puede ver a su mujer con los brazos en jarra esperándole en el palacio, al rey a caballo acompañado de un halcón «en un flashback de su partida» o la lucha entre cielo e infierno por la gloria del rey con la que, asegura Bosch, es «la mejor representación del románico de una anfisbena, una serpiente con una cabeza en cada extremo de su cuerpo que representa al diablo». La iglesia alberga otro secreto para el visitante: en el ábside y junto al centenario tejo, los canecillos son uno de los mejores ejemplos del románico erótico con figuras en diferentes posiciones obscenas y en actitud reprochable que los monjes de la época utilizaban como decálogo de comportamiento a evitar y, por eso, su situación en el exterior. Aunque en el XIX los fieles la emprendieron a pedradas contra ellos, aún se pueden ver alguna de estas curiosas estampas.
No podía ser de otro modo. El Parador de Cangas se ubica en plena naturaleza y ella es una de sus grandes protagonistas. Ver a los perros border collie guiar a las ovejas xaldas y comunicarse con los pastores es todo un espectáculo difícil de olvidar. Al igual que descubrir al quebrantahuesos en los Picos de Europa o la sensación de quietud y paz que produce darse un baño de bosques en Covadonga. Estas son algunas de las actividades que ofrece el Parador junto a empresas locales dentro del programa Naturaleza para los sentidos. «Ayudamos a desestacionalizar la actividades de las empresas de la comarca, a la vez que apoyamos su sostenibilidad», afirma Ignacio Bosch. El viajero puede elegir entre una cata de quesos o sidra, visitar las gargantas escondidas del Parque Natural de Ponga, conocer la forma tradicional de vida de los municipios que atraviesa el desfiladero de Los Bellos, visitar Torazo, uno de los pueblos más bonitos de España, o atravesar en 4×4 el macizo central de los Picos de Europa para conocer al rey del parque, el rebeco. Toda una experiencia con ADN 100% asturiano que convierte (de verdad) cualquier escapada en una experiencia.
Quien quiera sentirse como un personaje de El nombre de la rosa de Umberto Eco (¿les suena lo de un misterioso asesinato ambientado el siglo XII?) no tiene más que pasear por el claustro del Parador o alojarse en una de sus 64 habitaciones, tanto en las ubicadas en las antiguas celdas como las que ocupan las antiguas caballerizas. O pasear, tras visitar la iglesia, por la capilla de San Miguel con su preciosa triple arcada, también del siglo XII, conocida como la entrada al palacio de los monarcas asturianos. Acogió también la sala capitular y el panteón porque, tal y como cuenta Ignacio Bosch durante la visita, se cree que aquí se enterró al tercer rey asturiano Alfonso I, cuyos restos descansan hoy en Covadonga.
A pocos pasos se llega a la antigua cocina de los monjes, hoy un cálido Salón Chimenea y un lugar privilegiado para tomar un chocolate caliente frente al fuego ahora que empieza el frío. Y, si hay hambre, solo hay que ir al refectorio benedictino, convertido hoy en cafetería y en un original Bar de Quesos, con una veintena de variedades asturianas. Un paseo al pasado en el que, como si hubiéramos salido por una de las puertas de El Ministerio del Tiempo, nos convertirnos en Guillermo de Baskerville como lo hizo Sean Connery en la mítica película de Jean-Jacques Annaud. También podemos viajar a un pasado más reciente si hablamos con Ramón, uno de los trabajadores del Parador, que aún recuerda a quien le pregunte cuando en los años setenta, tras décadas de abandono o usos de almacén y vivienda, el edificio se convirtió en la escuela del pueblo. No fue hasta 1998 cuando abrió sus puertas como Parador.
UN PARADOR POR Y PARA DISFRUTE
Pero no solo de pasado vive el hombre. Como explica Ignacio Bosch, el Parador es un lugar de presente y con mucho futuro que acoge a los turistas y está abierto de par en par a los vecinos y la comarca (de verdad). Para ello, cuentan, por un lado, con empresarios y proveedores locales, que les proveen desde las fabes hasta de experiencias en plena naturaleza, pero también con asociaciones culturales e instituciones como la Universidad de Oviedo que están convirtiendo al Parador en un edificio vivo y un foco cultural de la zona donde se celebran conferencias, conciertos, actividades literarias e incluso un aula de jubilados.
Las recomendaciones de los que más saben...
RECEPCIONISTA
Beni Asprón
24 años en el Parador de Cangas de Onís
GOBERNANTA
Margarita Alonso
24 años en el Parador de Cangas de Onís
OFICIAL DE MANTENIMIENTO
José Ángel Buján
14 años en el Parador de Cangas de Onís
“El Parador es un lugar vivo donde visitantes y vecinos se sienten como en casa. Es muy bonito cuando se vincula al local con el visitante porque da todo el sentido a la filosofía de Paradores de integración del territorio”, explica Bosch. Un dato más: la biblioteca del Parador tiene el nombre de una de sus vecinas más ilustres: Dulce María Prida. A esto se suman juegos de pistas, teatralizaciones, escape rooms – «es una actividad que nos agradecen mucho tanto las parejas que vienen solas como los padres que vienen con niños o adolescentes porque consiguen que dejen de lado las pantallas”, cuenta entre risas Bosch- o actividades infantiles que van desde juegos hasta el arboreto y el hotel de insectos. Por cierto, una actividad que propuso una camarera del Parador demostrando la total implicación de todos.
“El Parador es un valor añadido a la zona como hotel y restaurante y que ha ayudado a desestacionalizar mucho el turismo local. Los que vivíamos aquí conocíamos el monumento, pero gracias al Parador se ha sacado a la luz”, asegura Beni Asprón, recepcionista desde hace 24 años en el Parador. Lo confirma José Ángel Buján, oficial de mantenimiento del vecino pueblo de Arriondas. “Es un dinamizador de las empresas de la zona porque genera mucho trabajo y es un referente porque está abierto todo el año. Eso se nota mucho en la actividad, especialmente en temporada baja”.
Marta Alonso, que empezó a trabajar aquí una semana antes de la inauguración, habla del boom que supuso el Parador. “Al principio había un poco de inquietud, pero el Parador ha traído riqueza a toda la zona. Todo el mundo te pregunta dónde puedes ir a comer, a tomar una sidra o picar algo. Es el mayor cambio que he visto en la zona”. Y todo ello, agrega Ignacio Bosch, en un lugar “especialmente enraizado con la comarca pensado para el visitante y los vecinos. Esto provoca que este edificio sea un punto de dinamismo cultural donde hay una unión y unos vínculos muy especiales con los vecinos”. O lo que es lo mismo, un lugar de pasado, presente y futuro que respira naturaleza, historia y comunidad.
Restaurante del Parador de Cangas de Onís
Hoy comemos...
Comer en Asturias es un deleite para los sentidos. Cualquiera que haya viajado al Principado lo sabe de sobra. Santos Vicente, jefe de cocina del restaurante del Parador de Cangas de Onís, lo resume mejor que nadie: “En Asturias tenemos tanto producto y de tan buena calidad”. Por eso, explica, en su carta no falta la mejor gastronomía asturiana con toques de autor y, sobre todo, los productos de proximidad que le permite ofrecer la mejor calidad y “ayudar y dinamizar la economía local”. Por eso, ellos trabajan con el queso de Beyos, los pitus son de una granja tradicional de la Sierra del Aramo, las fabas son IGP y frescas -”esto significa que la consumimos sin que se seque, lo que nos aporta una faba que, al comerla, apenas tiene piel y es mucho más tierna”- y la leche recién ordeñada, con la que hacen uno de los mejores arroces con leche de la zona, y el yogur natural les llegan de una quesería de Porrúa dos veces a la semana.
“Le exigimos el máximo al producto”, afirma Santos Vicente, quien tiene claro que la clave del éxito de los platos que salen de sus fogones está en utilizar recetas, fondos y guisos tradicionales y añadir un toque moderno. Pero, sin duda, “el protagonismo se lo lleva el producto”. Por eso, la fabada con compango, el arroz con pitu, los quesos y la carne de ternera IGP asturiana son los platos estrella de una carta que mima los productos de kilómetro cero con los que trabajan y que, además, se modifica en función de la temporada. De hecho, este otoño han sumado, junto a las recetas más tradicionales, las verdinas con jabalí, el lomo de ciervo con castañas o los tortos con paté de ave y gel de sidra. Un placer para los sentidos.
Destinos con encanto para viajeros únicos
Créditos
Coordinación: Prado Campos
Fotografía: Andrés Martínez Casares