Magia, explosión de color y naturaleza: tres motivos para ir a Huesca este otoño
Desde los Valles occidentales al parque Posets Maladeta, pasando por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, Huesca despliega todos sus encantos en esta época del año
La provincia de Huesca confía tanto en su oferta turística, en sus encantos, que el eslogan de su campaña de promoción turística es No vengas a Huesca. Más que un valor seguro, Huesca es una provincia mágica en cualquier época del año. Ahora que estamos en otoño es una estación ideal para disfrutarla a través de los sentidos. Para la vista es un deleite los colores propios del otoño que todo lo tiñen de tonos pardos, amarillos, rojos y ocres convirtiendo las panorámicas en espectáculos naturales y de postal. Imágenes que suenan a los trinos de los pájaros y a saltos de agua. El olor a tierra mojada reconforta y el frescor de los primeros días de frío es una agradable sensación para el cuerpo, igual que el sabor de la gastronomía local y el remanso de paz y desconexión que regalan sus pueblos tradicionales.
Lo bueno del final de las vacaciones de verano son las escapadas otoñales y, si al final decides ir a Huesca, tienes que saber que en otoño el bosque de abetos y de hayas de Gamueta de Ansó es una visita obligada. Es uno de los parajes naturales más importantes de los Pirineos, una joya botánica ubicada en la cabecera del valle de Ansó. Un rincón casi virgen y lleno de vida en el que se concentra el mayor conjunto de árboles monumentales de Aragón. Árboles centenarios que hacen las veces de escondites para aves de todos los colores y formas, plantas endémicas y hasta el huidizo y esquivo oso pardo, que tiene en estos húmedos bosques milenarios uno de sus últimos refugios. En otoño es un auténtico espectáculo de colores que hace que el paseo por el bosque se convierta en una experiencia de cuento. Por su proximidad con este bosque hay que aprovechar y visitar el pueblo de Ansó, declarado uno de los más bonitos de España.
Otros tres bonitos pueblos de Huesca y que en otoño resultan encantadores son: Sallent de Gállego, protegido por la mole calcárea de Foratata, una montaña con forma humana a la que la magia de los cambios de color en sus laderas es como si la vistiera de gala. Mont-Rebei es un congosto pueblo, uno de los lugares más turísticos y espectaculares de la zona. La excursión por las pasarelas no es apta para aquellos que padezcan de vértigo. A los colores del otoño hay que sumarle la niebla mañanera que se divisa al mirar por la ventana desde alguno de los alojamientos turísticos de Gistaín, un pueblo cerca de las altas cimas en el que el sonido de los cencerros del ganado hace de la estancia una experiencia casi espiritual.
A los bosques, a las montañas y a los pueblos que salpican el paisaje oscense los recorren y atraviesan ríos, como el Ara. Este río pirenaico lo flanquean entornos que estremecen y pueblos que son como viajar al pasado, en los que se conservan los sabores de antaño. Una ruta a realizar puede ser la de adentrarse en el valle de Bujaruelo, llegar hasta el refugio de montaña del mismo nombre y visitar el puente de los Navarros y San Nicolás. Desde ese paraje es posible ir a Torla, pueblo que conserva sus casas de arquitectura tradicional y en el que se puede degustar la ternera autóctona de Broto. Torla, además, es la puerta del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Un paraje que en otoño es mágico y se convierte en una sinfonía de colores. Dicho parque se articula en cuatro valles: el valle de Ordesa, atravesado por el río Arazas, el cañón de Añisclo, atravesado por el río Bellos, el valle de Pineta y el río Cinca y el valle de la estrecha garganta de Escuaín, abierta en el paisaje calizo por el paso erosivo del río Yaga.
A todos estos valles se puede acceder en vehículo propio, a excepción del sector de Ordesa, para el que hay que estacionar el vehículo en el aparcamiento de Torla en fechas señaladas y coger un autobús que para en la pradera de Ordesa. En otoño es posible hacer dicho trayecto en nuestro propio vehículo.
Una excursión clásica y accesible para todas las edades es la que recorre el valle de Ordesa terminando en la cascada de Cola de Caballo. Una ruta en la que se suceden prados verdes, tupidos bosques de montaña, un río saltarín y un agreste telón de fondo. Este valle es el germen del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido y el corazón del Pirineo. Otra ruta muy interesante es la que recorre el bosque de Turieto (apta desde los 4-5 años), un paisaje de cuento de hadas que discurre en paralelo al curso del río Arazas y en un denso jardín de pinos silvestres, hayas y abetos.
Un placer para el estómago
Y si la naturaleza se despliega en todo su esplendor en Huesca en esta época del año, no lo hacen en menor medida sus atractivos culinarios. La elección no es nada sencilla, pero hay algunas visitas que deberían ser obligadas: Somontano con sus vinos visitando, por supuesto, sus bodegas; el valle de Broto (uno de los parajes más encantadores del Pirineo) o Sahún, a la entrada del Parque Natural Potest Maladeta, para degustar sus famosos quesos; una ruta en busca de setas u otra dulce para degustar exquisiteces como la trenza de Almudévar, las glorias de Huesca, el pastel ruso, o las castañas de mazapán. A estos gastronómicos atractivos se suma, además, una amplia oferta artística y patrimonial que tiene en localidades como Jaca, Barbastro, Monzón, Benasque, o Huesca capital.
Si, finalmente, decides ir y adentrarte en la provincia de Huesca, no te arrepentirás. Aunque te recomienden que no vayas. Corres el riesgo de querer quedarte para toda la vida.
La aplicación turística y móvil “Huesca la Magia” te ayuda a disfrutar, antes, durante y después de la estancia en la provincia. Puedes descargarla aquí para iOS y para Android.