La Voz de Galicia

Un castillo de pólvora sobrevoló Santiago para despedir las fiestas

Santiago ciudad

P. Calveiro Santiago / La Voz

Un castillo de pólvora sobrevoló Santiago para despedir las fiestas

Más de un centenar de vecinos pudieron ver los fuegos pequeños desde los balcones del pazo de Raxoi este año

02 Aug 2018. Actualizado a las 00:48 h.

Cuatro disparos por segundo. Dieciocho minutos de estruendo. Miles de pinceladas de colores iluminando en cascada la cúpula compostelana. El efímero castillo montado para la ocasión en el Campus Vida se desvaneció, dejando tras de sí ese peculiar olor a pólvora quemada en el aire. Más de 440 kilos sobrevolaron Santiago para despedir las Festas do Apóstolo, justo después de la esperada actuación en A Quintana de Rosalía, la joven cantaora catalana que arrasa en Internet.

Los tradicionales fuegos pequeños sirvieron para resarcir el mal sabor de boca que se llevaron algunos compostelanos hace una semana, en la noche del 24, pues la pirotecnia que deslumbró en el Obradoiro no llegó a lucir lo que se esperaba desde otros rincones de la ciudad. Pero ayer la traca final de las fiestas se dejó ver en extramuros. Sin hilo musical de fondo ni montaje audiovisual que distrajese, los fuegos artificiales acapararon toda la atención.

Desde un palco privilegiado, la terraza del pazo de Raxoi, pudieron contemplar el espectáculo pirotécnico más de un centenar de vecinos. El alcalde, Martiño Noriega, y otros representantes de la corporación recibieron a los miembros de las asociaciones vecinales y del Consello de Relacións Veciñais este año, en el que se recuperó un acto suspendido las pasadas fiestas a causa de las obras en la casa consistorial.

A pie de plaza, en el Obradoiro, encontraron muchos su butaca para el espectáculo. De pie. Sentados. Incluso espatarrados. La falta de espacio no era problema esta vez. Ni aquí ni desde cualquier otro mirador de la ciudad. El fin de fiesta se sirvió a placer, sin lluvia que amenazara la despedida ni demasiadas nubes que entorpecieran la visión. Y todavía quedaban los dos últimos platos musicales por servir: la orquesta Assia en la Alameda y los cantos de taberna en O Toural de Manolo Bacalhau.

 


Comentar