La Voz de Galicia

El «fracaso» de la atención primaria

Opinión

Rosendo Bugarín González Médico de familia

01 Feb 2019. Actualizado a las 05:00 h.

Hace pocas semanas me llamaron mucho la atención unas declaraciones del profesor Julián Álvarez, decano de la Facultad de Medicina de la USC, en las que decía textualmente, haciendo referencia a la atención primaria (AP), que «el modelo ha fracasado en España» y que la medicina de familia (MF) «es una especialidad que nos ha salido mal». Pienso que estas aseveraciones requerirían unas explicaciones más pormenorizadas, incluyendo la aportación de unas opciones alternativas. ¿Quiere decir con ello el doctor Álvarez que deberíamos volver al modelo de atención tradicional?

Lo que sí creo que representa un gran fracaso es la gran desafección por la MF que muestra la universidad (al menos la compostelana). Para muestra, un botón, no tienen más que acceder a la web de la USC y buscar la plantilla de profesores de la asignatura: la coordina una fisióloga y colaboran con ella un digestólogo, un reumatólogo y un neumólogo. ¡Pásmense, ni un médico de familia! No me malinterpreten, son grandes profesionales, los conozco, me pondría sin dudarlo en sus manos si padeciera algún problema de salud de su especialidad, pero no se trata de eso. ¿Se imaginan, por ejemplo, que la asignatura de Anestesiología no fuera impartida por anestesistas?

Más datos llamativos de la web. En el programa de prácticas clínicas de los alumnos de medicina se incluyen rotaciones por diversos servicios hospitalarios y por múltiples centros de salud (más de 50 en cada semestre). Para llevar a cabo esta actividad ¿saben, en el ámbito hospitalario, a cuánto asciende el número de profesores? Sobrepasa los 100 ¿Y en el caso de la AP? Ninguno. En contraposición a los colegas hospitalarios, los médicos de familia realizan esta labor de forma altruista.

La AP representa el primer nivel de contacto de las personas con el sistema sanitario. Hace ya casi 40 años se produjo en muchos países, incluido el nuestro, una ambiciosa reforma que implicaba un cambio total de paradigma: frente a unos objetivos de la asistencia ambulatoria clásica enfocados a la enfermedad y a la curación, el nuevo modelo se orienta a la salud, a los cuidados y a la prevención; la atención esporádica se transforma en una atención continua y global; de la práctica médica individual se cambia al trabajo en equipo, multidisciplinar; las consultas en los domicilios de los médicos y los ambulatorios se convierten en centros de salud y de la recepción pasiva de los cuidados se pasa a la participación comunitaria.

El proceso de cambio no fue fácil y, con problemas similares a los de otros países, tal vez aconteció con dosis altas de precipitación e improvisación y adoleció de unas inversiones adecuadas en recursos humanos y materiales.

En cualquier caso, a día de hoy ya disponemos de algunos resultados fruto del cambio, como por ejemplo un descenso de las derivaciones a las consultas hospitalarias o una disminución del gasto farmacéutico. Por supuesto, y esto es lo más importante, mejoras en los indicadores de salud como puede ser un descenso en la mortalidad general en poblaciones de bajo nivel socioeconómico.

Por otra parte, las encuestas de opinión, reflejadas año tras año a través del Barómetro Sanitario, destacan unas altas tasas de satisfacción y confianza de la sociedad en la AP, muy por encima de la atención hospitalaria.

Además, es importante resaltar que desde hace más de dos décadas instituciones de gran prestigio como el Hastings Center nos advierten de la peligrosa deriva de los sistemas de salud, de tal manera que alta tasa de innovación tecnológica, así como el progreso ilimitado, hacen que a largo plazo sean insostenibles. En este sentido, existen pruebas de que una estrategia orientada hacia la AP obtiene como resultados una medicina más asequible, sostenible, justa, equitativa, así como socialmente sensible y plural.

Tal vez en los últimos años el «nuevo modelo» de AP haya mostrado ciertos síntomas de agotamiento. Es necesario un análisis sosegado de los motivos. Con toda seguridad es multifactorial, pero desde mi punto de vista hay dos causas trascendentales: el envejecimiento progresivo de nuestra sociedad con el consecuente incremento de las enfermedades crónicas, no en vano hemos logrado una esperanza de vida de las más altas del mundo; junto con un estancamiento, o incluso retroceso, de las inversiones en relación con el pozo sin fondo del hospital.

Saquen ustedes mismos las conclusiones...


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