La Voz de Galicia

Reventa de entradas y bots

Opinión

Javier Armesto

11 Jul 2018. Actualizado a las 11:12 h.

La llamada economía colaborativa ha puesto a disposición de los internautas numerosas herramientas para hacer negocio al margen de los canales tradicionales. Portales como eBay o Wallapop funcionaron durante años sin ninguna limitación en nuestro país hasta que a finales del 2017 el insaciable Montoro anunció que la compraventa de productos de segunda mano entre particulares acordada a través de plataformas digitales está sujeta a tributación, al igual que el resto de transacciones comerciales.

Otras aplicaciones del consumo colaborativo, como Uber o Airbnb -en realidad, autenticas multinacionales que se lo llevaban crudo sin pagar ni un euro en impuestos- han tenido que ceder a la lógica de que si ganas dinero con la venta de un producto o servicio, tienes que dar una parte a las arcas públicas. Ahora le ha tocado el turno a la reventa de entradas.

La nueva Ley de Espectáculos Públicos de Galicia, que entró en vigor esta semana, contempla la prohibición de la reventa de entradas en papel o en cualquier medio o soporte electrónico, si conlleva un beneficio económico. La medida ha puesto en pie de guerra a sitios de compraventa como StubHub, que considera que limita la libertad de los usuarios.

«Se demoniza a la reventa como la causante de los precios altos de las entradas, cuando un 50 % de las que se venden en nuestra plataforma lo hacen a un precio inferior al valor inicial o face value», explica Ander Michelena, general manager international de StubHub. Desde su punto de vista, la ley no tiene en cuenta el derecho del consumidor a revender cualquier bien que es de su propiedad.

Sí y no. No es lo mismo vender un producto usado -por ejemplo, un móvil que ya no utilizamos- que un billete que da acceso a un espectáculo y que ha sido adquirido con el único fin de lucrarse. Plataformas como la anterior deberían hacer más hincapié en otros aspectos como la ausencia en la ley de una prohibición expresa de los bots o sistemas de compra de entradas masivas. Una práctica totalmente injusta para el fan y que sí tiene como objetivo especular con los precios.


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