La Voz de Galicia

El abuelo de Louis de Funès

Europa

Fernando Salgado

En julio se conmemora el centenario del nacimiento de Louis de Funès. El gran actor francés despertó a la vida en una humilde vivienda próxima a Nantes. Para entonces, su abuelo materno, el notario y político gallego Teolindo Soto Barro, llevaba ocho años bajo tierra.

02 Jun 2014. Actualizado a las 11:11 h.

Teolindo Soto era, sin duda, un hombre brillante. El diario madrileño El Liberal, en una nota necrológica, lo consideraba «una de las mayores inteligencias de España», destacaba su «universal cultura» y se admiraba de su «maravillosa y no usada elocuencia». Esa inteligencia, añadía el periódico, «no brilló cuanto hubiera debido brillar, porque la modestia y las ocupaciones profesionales la recluyeron en voluntario eclipse». Por las esquelas de la prensa conocemos los deudos directos de Teolindo: su viuda Leonor Reguera, cinco hijos, una hija, dos nueras y un yerno. Entre ellos, la pareja formada por Leonor Soto Reguera y el noble sevillano Carlos Luis de Funes de Galarza: los futuros padres del actor francés.

LUGO, 1878

Las estrecheces económicas de Manuel Murguía y Rosalía de Castro son harto conocidas, más aún después de la monumental biografía que del primero escribió Barreiro Fernández. Para culminar su magna Historia de Galicia, el padre del regionalismo tuvo que recabar el apoyo de las instituciones. Y lo obtuvo, principalmente, del Centro Gallego de La Habana y de las diputaciones provinciales.

En 1878, publicados ya los dos primeros volúmenes de la Historia, la Diputación de Lugo somete a debate la propuesta de financiar los tomos restantes. Los conservadores se oponen, por boca del diputado Estévez, quien no escatima críticas al autor y a la obra «¡que confesó no conocía!». Pero Murguía encuentra en la corporación provincial un valedor entusiasta: Teolindo Soto. En su defensa derrocha el notario elocuencia y erudición a raudales. Y coloca a Murguía en el pedestal reservado a los clásicos, entre eximios artistas helenos, renombrados poetas latinos y escritores contemporáneos como Víctor Hugo, Alejandro Dumas o Walter Scott:

«Imaginaos, señores diputados, a Fidias sin buril, a Apeles sin pincel, y decidme cuál sería el tormento de esos hombres que sentían arder en su cerebro el fuego sagrado de la inspiración si no tuviesen el uno mármol en que esculpir, y el otro lienzo en que trazar las creaciones sublimes de su fantasía. Pues esto sucede al señor Murguía». Tras recordar que Virgilio tardó doce años en escribir su Eneida -y aún «dijo a su muerte que le faltara tiempo para corregir su poema»-, concluyó Teolindo Soto su alegato con una sentencia: «Desventurado del país que desprecia su gloria literaria». Los diputados, tras prolongado debate, acordaron por mayoría subvencionar con mil pesetas cada tomo de la Historia de Galicia.

Teolindo Soto acababa de llegar a Lugo, tras ganar por oposición una plaza de notario, y ya estaba incrustado en el círculo más elitista de la ciudad. Natural de Ortigueira y licenciado en Derecho por la Universidad de Santiago, su nombre aparece vinculado a las instituciones y entidades más significadas de la capital lucense. Ocupó en dos ocasiones -en 1881 y 1885- la presidencia del Círculo de las Artes y participó, como secretario de la junta de gobierno, en la refundación de la Sociedad Económica de Amigos del País. Diputado en Cortes en dos legislaturas, tras las elecciones de 1886 y 1893, en ambas ocasiones superó en votos a todos sus rivales del distrito lugués, incluido su correligionario Quiroga Ballesteros. Militó en las filas liberales de Sagasta y de su amigo Manuel Becerra. Según el diario local La Idea Moderna, «en su vida política no hubo desmayos ni evoluciones vergonzosas [...] Su liberalismo será pecado, pero es de buen género y de buena ley». Opinión que no compartía el Eco de Galicia, órgano conservador del todopoderoso conde de Pallares, para el cual «Teolindo Soto y sus satélites» personificaban el caciquismo en Lugo.

En 1886, Teolindo Soto oposita y gana una plaza de notario en Madrid. Poco después será nombrado archivero general de protocolos en la capital española. Su vida transcurre desde entonces entre la corte y su casa de Ortigueira, pero sin olvidar sus vínculos lucenses. Poco activo en su escaño del Congreso, que abandona en julio de 1896, el prestigioso notario se centra en su actividad profesional.

DE FUNES, EN ORTIGUEIRA

El resto de la historia nos la brinda José Manuel Suárez Sandomingo, autor de la serie «Orteganos en el mundo». Comienza en 1903, momento en que aparece por Ortigueira un curioso personaje, proveniente de una linajuda y arruinada familia andaluza. Carlos Luis de Funes de Galarza, trotamundos de 32 años que había trocado el ejercicio de la abogacía por el arte de la joyería, conquista de inmediato el corazón de Leonor Soto Reguera, la única hija de Teolindo. Los padres de la joven se oponen frontalmente al romance. Tal vez consideran al pretendiente un calavera o un cazadotes. Pero el flechazo se impone a la autoridad paterna y los enamorados se fugan a Francia, lejos de los largos tentáculos del notario. Allí nacerán sus tres hijos, el tercero de los cuales se convertirá en figura mítica del cine francés.

Teolindo Soto falleció en Ortigueira en septiembre de 1906. Poco antes había sido designado senador por Pontevedra y el jefe del Gobierno, marqués de Vega Armijo, le había ofrecido una cartera ministerial. Su yerno Carlos Luis se dedicó a tallar diamantes antes de viajar a Venezuela, de donde regresó consumido por la tuberculosis. Murió en 1934, en Málaga, solo y alejado de su mujer y sus hijos. Por entonces, el joven Louis de Funès, nieto del primero e hijo del segundo, malvivía como pianista de jazz en los cabarés parisinos. Aún no había sonado su hora.

Los abuelos Teolindo y Leonor -foto reproducida de la «Bitácora» de José de Cora-; la madre, Leonor Soto Reguera, y el nieto, Louis de Funès | archivo

Los abuelos Teolindo y Leonor -foto reproducida de la «Bitácora» de José de Cora-; la madre, Leonor Soto Reguera, y el nieto, Louis de Funès | archivo


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