Lucía y Sonia, hermanas con cáncer de mama al mismo tiempo: «Me van a hacer una mastectomía bilateral»
Enfermedades
Ambas se encuentran todavía en tratamiento, pero la mayor de ellas confiesa que su gran preocupación no es el tumor, sino recuperarse de las secuelas que le ha dejado un infarto medular
22 Apr 2024. Actualizado a las 11:08 h.
En los últimos meses, la vida de Lucía y Sonia Méndez dio un giro de 180 grados. La primera empezó con un problema que no tenía mucha gravedad, la fractura de un pie. «Tengo problemas de coagulación en la sangre y la traumatóloga me dio una heparina que no era acorde». Sufrió un trombo en un pulmón y entró en parada cardiorrespiratoria. «Mis hijas llamaron a la ambulancia, estuve cincuenta minutos en parada y al reanimarme, dejó de llegarme oxígeno a la médula: infarto medular». A sus 36 años, «doy gracias a Dios por seguir viva, porque no contaba con ello». La consecuencia a pagar, dice, es muy alta. Desde ese incidente, no ha podido volver a caminar. Pero. por desgracia, no fue el único problema de salud al que tuvo que hacer frente.
Una casualidad
Mientras se encontraba ingresada en la Unidad de Medulares del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac), se encontró un bulto en el pecho, por casualidad. «Al darme la vuelta, quería acomodarme, me agarré el pecho y lo noté», explica. Se lo consultó a los médicos y pronto le hicieron una biopsia. «A los pocos días ya me avisaron de que los resultados confirmaban que era un tumor maligno en la mama, de dos centímetros y medio, localizado y, en teoría, fácil de tratar». Asegura que el proceso fue «bastante rápido» porque se encontraba hospitalizada en el Chuac, «si no fuese así, me imagino que sería un poco más lento».
«Se me juntó todo», lamenta Lucía. La rehabilitación para sus problemas de movilidad después de sufrir el infarto medular se puso en pausa. Ahora el objetivo, era tratar ese tumor: «Al principio me dieron quince sesiones de quimioterapia. Después, justo antes de Navidad, me operaron. Luego, otras quince de radioterapia. Y ahora, durante seis meses, me dan la quimio de forma oral, en pastillas. Dos semanas seguidas y una de descanso».
Asegura que el tratamiento lo llevó bien. «Sí que la quimio a los dos o tres días me daba un cansancio terrible que tenía que estar todo el día durmiendo. Si me la daban el miércoles, sabía que dos o tres días después me tenía que pasar todo el día durmiendo. Y el pelo, claro. Pero tuve suerte porque en ese sentido, no mucho más».
7 meses
A Lucía le diagnosticaron el tumor el 21 de julio del 2023 y desde ese momento, su hermana Sonia, que tiene 32 años, empezó a autoexplorarse mucho más a menudo. «Hasta que no te sucede algo así, no te sueles palpar tanto ni tienes tan presente ese miedo por encontrar algo». Los peores presagios se confirmaron en noviembre. «Me encontré un pequeño bulto y, aprovechando que a los pocos días tenía programada una cita ginecológica de revisión, se lo comenté a la doctora. Y ella decidió pedir una ecografía en modo urgente que nunca llegó».
Pasó noviembre, diciembre y enero. Preocupada, con su hermana Lucía pasando por un cáncer de mama y sin tener noticias ni fecha de esa prueba, Sonia decide acudir a un profesional privado. «Se echó las manos a la cabeza. Al día siguiente ya me hicieron la biopsia y el 7 de febrero (siete meses después que su hermana) me confirman que tengo un tumor triple negativo de grado III».
«Al principio, es un gran shock. Lloré un montón. Sobre todo, porque tengo un niño de dos años. Se te pasan mil cosas por la cabeza. No hacía más que preguntarme: ''¿Por qué a mí?''», confiesa Sonia. «Gracias a Dios está localizado, pero es el más peligroso, por decirlo así. Hay posibilidades de curarse y de no hacerlo; y de que se repita, las probabilidades también son bastante altas».
En su caso, «empecé las sesiones de quimioterapia el 21 de febrero y llevo ocho. Después, están previstas otras cuatro sesiones cada 21 días. También me operarán. Por lo que me han dicho, me van a quitar los dos pechos, una mastectomía bilateral, y después seguramente lleve radioterapia». Aunque dice llevarlo bien, compara el proceso con una especie de montaña rusa: «O sigues para adelante o acabas en un pozo de depresión del que no sales. Pero sé que tengo una familia maravillosa, un marido y un pequeño de dos años, tengo que luchar por ellos».
Pasar el cáncer juntas
Lucía ha sido un gran apoyo para Sonia. El día que esta última se encontró es bulto, lo primero que hizo fue llamarla a ella. «Tanto ella como mi madre lo tocaron y ambas concordaban en que era el mismo que el de su hermana. Está claro que ellas no son médicas, pero palpando, ya sospechábamos». Y cuando el ginecólogo llamó para confirmar el diagnóstico, lo primero que hizo fue ir a su casa. «Llegué y le dije que efectivamente era un cáncer. Me dijo que no me preocupara y me dio muchos ánimos. La tengo como referente porque, aunque ella aún está con tratamiento vía oral, salió adelante», expresa Sonia.
«Cuando me lo diagnosticaron nos hicieron un estudio genético y los resultados confirman que lo es. Nuestra madre se hizo una mamografía hace nada y a ella le dio todo bien; no sabemos de dónde viene», manifiesta Lucía. La mayor de las hermanas cree que el cáncer atrasó su recuperación. «De aquella, en la Unidad de Medulares me dijeron: "Vas para tu casa a tratar el cáncer, pasas el proceso allí y cuando termines, vuelves». Y así fue. Desde hace unos días, se encuentra allí. Está de lunes a viernes ingresada y en el fin de semana, le dan un permiso para volver a casa. «Aprovecho para hacer bastante vida social o por lo menos, lo intento. Me ayuda mucho mi marido: me lleva de aquí para allá».
Tanto él como sus dos hijas (la mayor tiene 17 y la menor 11), han sido un gran apoyo. «Para él fue un gran choque también, porque andaba al mar y solo venía a casa en el fin de semana. De repente tiene que hacerse cargo de mí, de la casa, de las niñas... Ellas ahora están mejor, pero al principio lo pasaron muy mal. Sobre todo porque se me juntó no caminar con el cáncer», comenta Lucía. Por eso, desde hace unos meses, acude a terapia psicológica. Un servicio que presta la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). «Le vino muy bien», dice su mujer.
En el caso de Sonia, su deseo es recuperarse para poder disfrutar de su pequeño. En cambio, el de Lucía, no tiene que ver con el cáncer, sino con poder caminar: «Dar un paseo, bailar bachata... Intento ser positiva y que no me afecte la situación. En mi mente está volver a hacer todo eso y, aunque los médicos no lo tengan tan claro, espero conseguirlo».