La Voz de Galicia

Consumado el divorcio político entre Correa y su heredero en la presidencia de Ecuador

Internacional

JULIO Á. FARIÑAS A CORUÑA

Apenas tres meses después de su ratificación en las urnas como heredero de la presidencia de Ecuador, Lenin Moreno consumó su divorcio político con Rafael Correa. Su caso, salvando las distancias, recuerda al de Uribe y Santos en Colombia.

27 Aug 2017. Actualizado a las 23:11 h.

La crisis económica en la que dejó sumido el país el padre de la Revolución Ciudadana, la corrupción más o menos generalizada que afloró durante su mandato y el talante radicalmente opuesto de ambos políticos aparecen como las claves del distanciamiento entre el actual presidente, el primer político del mundo que gobierna desde una silla de ruedas, y el hombre que rigió los destinos del país en la última década.

El divorcio entre ambos políticos no tardó en hacerse evidente nada más asumir el cargo el nuevo mandatario el pasado 24 de mayo, pero los problemas venían de atrás. Un dato que avala esta tesis es que Correa no contó con él para la vicepresidencia en su segundo mandato. Apostó por Juan Glas, un firme seguidor de la línea dura que encabeza el propio Correa dentro de su partido, Alianza País. No pudo decantarse por él como sucesor en la presidencia porque las encuestas no dejaban de poner de manifiesto que Lenin Moreno, un hombre de talante dialogante y conciliador, era el valor más seguro para conservar el poder.

Lo máximo que consiguió Correa, que pretendía tomarse el mandato de su sucesor como un año sabático que le permitiese hacer las paces con su esposa de nacionalidad belga y volver dentro de cuatro años a la presidencia, fue imponer a Glas como vigilante de la ortodoxia oficialista.

Un vicepresidente haciendo pasillos

No le sirvió de mucho, a Moreno le faltó tiempo para sacárselo de enmedio. No le puede cesar por tratarse de un cargo electo pero a primeros de mes, concretamente el pasado día 3, el presidente emitió un decreto en el que retiraba a Glas todas sus competencias como vicepresidente en el Consejo Sectorial de la Producción, en el Consejo Consultivo con el sector empresarial y, en general, de todas las tareas que tenía encomendadas desde que fue renovado en su cargo el pasado 24 de mayo.

Un Glas condenado a hacer pasillos en las dependencias gubernamentales ecuatorianas reparte su tiempo entre los ataques a la gestión de Moreno y a su nueva línea del Gobierno, conciliadora y cercana a la oposición, con defenderse de los supuestos cargos que, según algunas filtraciones más o menos interesadas, pesan contra él en la investigación del caso Odebrecht

De momento no han trascendido pruebas sólidas contra él, pero Martha Roldós, economista y miembro de la Comisión Anticorrupción de Guayas -una iniciativa de la sociedad civil- explicaba al digital venezolano Vértice News que «Jorge Glas es el hombre al que todos los dedos señalan en materia de corrupción en todos los sectores estratégicos, como petroleros y mineros. Si usted habla de Odebrecht allí está Glas, si usted habla de los contratos con China allí está Glas. Él es el ingrediente principal de los guisos de la megacorrupción en Ecuador».

Pero el proceso judicial avanza. El pasado lunes 21 de agosto la fiscal nacional que lleva el caso Odebrecht reveló que halló diez indicios contra Glas y se inhibió de seguir conociendo del caso, porque el vicepresidente tiene fuero y su caso debe ser llevado directamente por el fiscal general, Carlos Baca.

La herencia económica

Otro elemento decisivo en el divorcio Correa-Moreno es la herencia económica. Si bien es cierto que el país que recibió Correa hace diez años se parece muy poco al que le deja a Lenin Moreno, gracias a las fuertes inversiones realizadas en la modernización de sus infraestructuras básicas, con cargo fundamentalmente a la renta petrolera, no lo es menos que las pésimas relaciones del ex-presidente con la iniciativa privada, el derrumbe de los precios del oro negro y la corrupción que sedujo a una parte de su gobierno, hicieron que Moreno heredase una economía en crisis, con un déficit fiscal de unos 8.000 millones de dólares, una deuda externa de 42.000 millones -más del 40% de su PIB- mucha burocracia, la mayoría en manos de los chinos y 1,6 millones de empleos precarios.

Moreno está tirando fuerte de su talante dialogante para buscar apoyo del sector privado y de los medios de comunicación, dos de las principales bichas del correismo.

Las desavenencias también se plasman en la política exterior. Aunque le costó trabajo, Moreno, por fin se ha posicionado claramente frente al actual régimen dictatorial venezolano, condenó sin ambages la violencia ejercida contra la población civil, denunció la existencia de presos políticos y anunció el cese de sus embajadores en La Habana y Caracas, ambos de la época de Correa y en la órbita bolivariana.

Salvo que ocurra un milagro, algo poco esperable en materia política, Correa lo tiene complicado para recuperar su silla presidencial dentro de cuatro años, como era su intención, según todos los indicios. Moreno tiene un 76 % de aceptación en las encuestas, algo que se ha ganando con su clara apuesta por la moderación y el diálogo.

 

 


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