La Voz de Galicia

Guille Milkyway: «No creo que haya unos géneros buenos y unos géneros malos»

Fugas

JAVIER BECERRA redacción CANTANTE

La Casa Azul es uno de los nombres estrella del cartel del Atlantic Fest que tendrá lugar en A Illa de Arousa el 20, 21 y 22 de julio. Antes de su llegada, su líder nos habla del próximo disco, su paso por «OT» y su apasionada visión del pop

19 Feb 2021. Actualizado a las 18:36 h.

Pocos artistas desprenden tanto entusiasmo por la música como Guille Milkyway. Apasionado y erudito a partes iguales, sus pupilas brillan al hablar de The Beatles, de sus estribillos o del pop como tabla de salvación. El próximo mes llega a Galicia dentro del Atlantic Fest, donde estarán también artistas como Kaiser Chiefs, The Vaccines o Iván Ferreiro. Presentará algunas de las canciones que conformarán el nuevo álbum de La Casa Azul, que saldrá tras el verano. Ojo, temas como El momento avanzan un cambio.

-Por el tono de temas como "El momento", en donde trata la monotonía de las parejas entregadas a una vida sin vértigo, cabe preguntarse si ha llegado La Casa Azul a la crisis de los 40.

 -Sí, aunque no es algo muy premeditado. Es inevitable. Lo poco que he sabido a hacer con estas canciones es hablar de mi vida. Hace 20 o 25 años todo era diferente. Siempre he aprovechado la música para desquitarme de lo bueno y lo malo. Ahora, para hablar de un momento vital convulso a todos los niveles. Lo que le pasa a todo el mundo. Lo hago de modo personal y casi costumbrista porque siempre lo he hecho con todo. Creo que es el mejor modo, aunque ahora me resulte un poco más difícil que antes. Cuando haces las cosas de manera personal ya no implican solo a mí, sino a otra gente y a mi entorno.

-Imagino que mucha gente tuvo que sentir el clic a medida que iba escuchando los versos. ¿Lo ha percibido?

-No hablo de nada extraño ni secreto. Tratarlo a nivel personal lo que hace es que tenga mucha más fuerza emocional y sea más potente. Cuando hablas de conflictos en abstracto las cosas no parecen tan creíbles o auténticas.  Yo siempre he hecho las cosas de manera un poco visceral. En estas canciones le he dedicado más tiempo que el habitual.

-Se nota. Esa manera un tanto obsesiva de describir sensaciones y estados de ánimo recuerda a Astrud. ¿Se ve conectado con ellos?

-Claro, es que con Manolo [Martínez, cantante de Astrud] he hablado muchas veces de ese tipo de cosas. Los dos hemos compartido mutuamente de esa obsesión porque lo que sientes y lo que acabas plasmando en una canción sea veraz. No dejarte llevar porque quede bien. No, darle vueltas y vueltas para que sea perfecto, porque eso queda ahí para siempre. A veces nos da rabia. Ves una canción y te da pena que no se haya invertido más tiempo en ser más conciso y escribirlo mejor. Cuando te pasa a ti mucho más, claro.

-¿En último single, «Ataraxia», plantea el amor como sublimación de la calma y la tranquilidad personal?

-Toda mi vida he anhelado ese equilibrio. Pero tiene una contradicción. ¿Esa búsqueda te obliga a prescindir de deseos? Quería plasmar eso sin darle muchas respuestas. Con el tiempo me doy cuenta de que a mí me sienta bien hacer las preguntas y no responderlas [risas]. De alguna manera, eso te libera. La canción lo deja ahí en el aire. Yo tengo un conflicto entre esa búsqueda de esa tranquilidad y llevar al extremo la búsqueda de los deseos. Dentro de un tiempo ya te diré si me siento cómodo o no con esa canción [risas].

-La imagen es potentísima. El vídeo me conmovió totalmente cuando lo vi por primera vez.

 -Vaya, te lo agradezco mucho porque para mí todo lo que envolvía esa canción era importantísimo.

 

-¿No es como «Lucía y el sexo» de Julio Medem, pero con otra edad?

-La idea era esa y sacar el sexo de un lugar al que lo han relegado, que no es el real. Me llamó la atención mucho cuando le enseñé el vídeo a mi madre.

-¿Le gustó?

-Sí, mucho. Ella tenía esa especie de anhelo, como que ya no recordaba que eso era lo que sentía la primera vez que podía llevar a cabo esos deseos. Luego lo apartamos y perdemos lo que realmente es. Entre todos lo hemos hecho. El tratamiento que ha tenido el sexo, incluso a nivel artístico, nos ha llevado a eso. Se ha idealizado por un lado y, por otro, se ha llevado a lugares un tanto underground que no son los propios.

-No encuentro un vídeo pop en el que se vea hacer sexo oral tan explícitamente.

-Es probable. Nosotros lo pensábamos. Darle un punto de inocencia era una buena manera para sacarlo de ahí. Ese punto naíf es algo que deberíamos valorar, porque parece que el sexo es algo súper adulto y cuando alguien lo hace por primera vez no es así para nada. ¿Por qué una imagen de alguien paseando por la playa de la mano de otra persona es una imagen súper bonita y una de sexo oral no?

-Vendrá con una banda completa. ¿Ese era uno de sus anhelos?

-Quería reunirme de amigos para darle una solvencia musical al directo de La Casa Azul. Con el directo no terminaba de sentirme cómodo. No estaba al 100% seguro. Sí lo he estado, en general, con los discos. Al mismo tiempo, no quería sacrificar nada de la parte visual y teatral. Estoy muy contento con lo que hemos logrado. Es una de las cosas de las que estoy más orgulloso y espero que dure años.

-Es algo común a muchos artistas indie de su generación: montar la historia con un ordenador en plan autosuficiente hasta aceptar que con banda siempre será mejor. ¿Usted se había engañado a sí mismo o era solo una cuestión de medios?

 -Es un poco todo. Yo siempre he tenido muy claro que no es lo mismo. Lo veo en el día a día en el estudio. Si tenía que grabar un bajo o una batería, me decía: "¡Cómo me gustaría tener aquí un buen bajista o un buen batería!". Pero, a la vez, la costumbre me lleva a lo otro. Eso sí, tienes que tener muy claro donde está el límite de una incompetencia radical. Yo he pensado que en estudio más o menos puede ir funcionando, pero en directo no. En directo hay que hacer algo en conjunto. A mí me da también seguridad. Vas con buenos músicos y eso se nota mucho. No tiene nada que ver. De todos modos, hablas de ese punto generacional y la falta de medios. Eso muy importante. En la generación posterior a la mía y la siguiente lo ves muy claro. Desde tu habitación puedes crear cosas que están a un nivel de sonido muy parecido al que puedes ver en una radio comercial. Creo que eso dota de mucha libertad a la gente. El problema es dotar al directo de ese mismo nivel.    

 -En el indie de finales los noventa se usaba una etiqueta muy emotiva: “Pop de dormitorio”. ¿Lo recuerda?

 -Sí, y eso es fantástico. Es lo que pasó con los grupos de punk de finales de los 70, que de repente se dieron cuenta que no tenían que ser músicos como los de Genesis para comunicar cosas y tener un proyecto musical. En el indie ocurrió eso. No tener que ir a un estudio grande, sino que se podía hacer desde la habitación. El problema es que lo reduzcas solo a eso, que te hagas valiente solo desde el lo-fi y que te creas que cuando las cosas van a peor son mejores. Es lo que decías tú antes: que te autoconvences de que eso es así porque es tu forma de hacer las cosas, cuando muchas veces las cosas con así porque simplemente no tienes acceso a más medios. Si puedes llegar a tenerlos va a ser mejor. Lo hablaba recientemente. Por ejemplo, el primer disco de Jesus and Mary Chain. Hay primeros discos en la historia del pop que son muy chulos y representan algo, pero yo creo que si estuvieran mejor grabados serían mejores discos. No pasa nada por decirlo. No se desmonta nada por admitirlo. 

-Su caso era diferente. Aunque fuera en modo “pop de dormitorio” dibujaba una música fastuosa que miraba a los 60 y 70. ¿No era esa su meta?

-Sí, aunque no lo podía hacer al menos sí que quería proyectar la idea grandilocuente del pop. Sé que me he quedado a medio camino y creo que es parte de la magia del grupo: que tú puedas intuir eso aunque no lo puedas escuchar al 100%. Todo eso no quita que yo no haya dejado de aprender y querer mejorar.

-Para muchos hoy en día Guille Milkyway es «el de OT». ¿Qué pensaba del programa antes de ir?

-Bueno, más o menos lo que pienso ahora. No he cambiado.

-Vaya, la siguiente pregunta era que dijera qué pensó después.

-No tengo ningún problema en decir lo que pienso. Todo el mundo tiene claro lo que es, desde Gestmusic a los mismos concursantes. Muchas veces hemos separado en la música lo bueno, lo malo, lo auténtico, lo no auténtico… Esa barrera no existe mucho en la realidad. Esto es un talent-show con un componente de espectáculo televisivo evidente. Mucha gente de la que está ahí tiene un talento importante a nivel de intérprete. Desde Gestmusic sentían que era una pena que, cuando se le dedicaba tanto tiempo a esto, no se aprovechara para impregnarlo todo de algo más completo a nivel musical, de referentes, de cómo surgen los géneros o de dónde vienen las canciones que cantan. Yo quería derribar ese tono de ortodoxia que hay a veces dentro de la cultura musical. No creo en eso de que haya unos géneros buenos y unos géneros malos. Para nada. Quería derribar eso, porque los chicos también tenían esa barrera respecto a lo underground o lo indie. Muchas veces piensan que son un grupo de gente rara que cree que tiene los valores absolutos y el termómetro para saber lo que está bien o lo que está mal, mientras el resto están, ahí dando vueltas sin parar sobre la basura musical. Cuando realmente no tiene nada que ver. Yo me sentí muy bien haciéndolo.

-Las nuevas generaciones no creen en eso. He trabajado con chicos de 20 años que escuchan a Lana del Rey, Luis Fonsi o Frank Sinatra y ven «OT» a la vez. Todo muy naíf y auténtico. Esa actitud enriquece mucho.

-Te entiendo y lo comparto totalmente. Para mí ese es mejor punto de partida que el que vivimos en nuestra juventud. A lo mejor te gustaba algo pero, ojo, que no era igual de bueno que si te gustara Jane’s Addiction y entonces ya había un problema.

-No te podía gustar La Oreja de Van Gogh y Jane’s Addiction a la vez.

-Claro. Ni siquiera podías hacer un análisis de los dos, diciendo a lo mejor hay una parte de cosas de La Oreja de Van Gogh que están guay, porque me recuerdan a esto o a lo otro. Poder hacer esa lectura a distintos niveles. A ti te puede no gustar la voz de un cantante pero sí sus canciones. O no gustarte nada pero apreciar la producción. Se trata de tener un criterio que responda más a la realidad, no basada en clichés y actitudes preestablecidas. Como ellos no lo tienen, eso no ocurre. Yo también percibo que eso se ha roto. Ahora bien, hay que tener claro que, antes como ahora, despertar esa curiosidad en la gente es algo que va a ser de pocos. Es así. Ni los jóvenes tienen todo el tiempo del mundo, ni a todos les va a gustar esto. No pasa nada. Pero creo que es importante que haya un criterio ahí, que sepas por qué te gustan las cosas, no que sea solo porque lo he oído. Yo creo que eso sí que se puede enseñar desde muy pequeño. Aunque no hayas escuchado muchas cosas, puedes decir si te gusta más como canta una chica determinada, si te gusta un sonido más cristalino o si prefieres unos ritmos de determinada manera. Eso es muy importante. Lo de los referentes, el contenido histórico y eso enriquece y te da potencia para ser más feliz a la hora de escuchar cosas. Lo otro lo veo mucho más grave, que una persona no sepa por qué no le gustan las cosas ocurre mucho. 

-¿No se emocionaba cuando le explicaba a los chicos de «OT» la evolución de The Beatles ante su cara de asombro?

-Sí, totalmente. Te remite a tu primera vez. Recuerdo cuando escuché Help, que sentí una excitación juvenil total. Te sientes un poco responsable, en plan «nadie les ha puesto esto antes, qué pobreza hacerlo así tan rápido y no tener una semana para ir paso a paso». Me gusta que esa excitación fluya. Para mí sigue siendo asombrosa esa evolución en tan poco tiempo. Con The Beatles se resume a la perfección. Escuchamos un día el primer disco de Giorgo Moroder. Hay algunos pasajes que tú escuchas en un disco de tech-house del 2016 y, ostras, es prácticamente igual a aquello. ¡Y han pasado 40 años! Pero oye, escuchas a los Beatles de 1964 y a los de 1967 y parece que haya pasado mucho más tiempo. Cuando transmites cosas así por primera vez es muy emocionante. Lo hago mucho con mi hija. Está muy bien dejarte llevar por sus emociones, que ella sea capaz de poner cosas al mismo nivel que hemos aprendido que no se deberían poner. Eso es muy sano hacerlo. Cuando lo haces, te das cuenta de que no era tan difícil. A veces mi hija me dice de canciones que salen en la radio: “Mira, suenan igual”. Y claro, porque es una producción similar. Pero lo que te están indicando es que tienen criterio. Lo que pasa es que luego se lo quitamos.

-Hay que dejarse contagiar. A veces, en los cumpleaños infantiles, veo como algunos padres se quejan porque les ponen reguetón a los niños. Creo que hay que dejarlos ser libres. Yo, por ejemplo, empecé a apreciar los singles de Enrique Iglesias a través de mi hija, a base de divertirme con ella mientras sonaban.

 -Claro. Eso es fantástico. Es que la gente que está detrás, grabando los discos de Enrique Iglesias lleva años y años trabajando en estudios y tiene un poso musical importantísimo. Todo responde a algo y de todo se pueden sacar todo tipo de sutilezas. Aparte, como padres, te digo una cosa: ¿Qué mal papel estamos haciendo como padres nosotros, que sí que hemos tenido acceso cultural? ¿Los vamos a capar nosotros por el otro lado, porque creemos que es lo bueno lo nuestro? Siempre tuvimos el discurso de que había que eliminar la barrera a la gente que no podía acceder a la cultura. ¿Vamos a hacer lo mismo, pero al revés? Eso me parece terrible. Pero es que, además, cuando tengan acceso a todo y tú estés educándole o dotándole de herramientas él va a llegar a donde le gusta. Y eso podrá ser reguetón, podrá ser punk, otra ser indie, podrá ser trap o lo que sea. Lo otro no sirve. ¿Que tu hijo escuche sólo lo que a ti te parece bien? ¿En serio quieres eso?

-¿Ha cambiado todo mucho para llegar al momento en el que lo peligroso ya no sea “Psychocandy” sino Enrique Iglesias?

-¡Justo! Me encanta, porque pienso exactamente igual. ¿Qué estamos haciendo? Antes tus padres no te dejaban escuchar a los Sex Pistols. ¿Ahora vas a hacer tú lo mismo? Eso no puede pasar. No procede. A veces, se usan excusas un poco tramposas. Yo he visto muchos padres que lo vetan por machista. Pues no, usemos eso. Vamos a aprovechar para poner sobre la mesa eso desde pequeñas. Decirle: “No ves que este tío está acosando a esta chica, que es un imbécil”. Y que cuando esta chica se ponga a hacer reguetón en el futuro lo haga con un discurso muy potente y empoderado y no esa mierda. Pero habrá que hablar las cosas, no esconderlo como hacíamos con lo otro.

-Ya que viene de repasar la historia del pop en OT le pregunto, al hilo de esto, por los dos grandes géneros comerciales del momento: el reguetón popero y el trap. ¿Qué piensa?

-No hago mucha separación entre ambos. Son géneros underground, que salen de la calle. El reguetón es una especie de traducción de elementos jamaicanos que se hace en el Caribe. Lo que pasa es que el sistema se apropia de eso y lo explota en masa para el gusto del consumidor mundial, de una forma más amable. Muchas veces, el análisis que se hace de eso se hace desde el mainstream. Cuando un padre dice que la música que escucha su hijo es horrible, lo dice sobre una canción de Maluma. Es como cuando te decían no me gusta el pop sobre la base de un disco de Jason Donovan. Claro que eso era pop, pero todo es mucho más amplio. No nos vayamos a quedar solo ahí. Cuando surgió Europe mi abuela decía que la música parecía que iba a ser agresiva, pero que luego le gustaba y le parecía muy bonita. Y que el chico era tan guapo que parecía una chica. Era así.

-También pueden cambiar la percepción de los adultos viéndolas con ojos de niño. Canciones como “La bicicleta” de Carlos Vives o “Duele el corazón” de Enrique Iglesias me parecen muy agradables y divertidas. Las tarareo, las bailo con ellos. Las pongo al nivel de temas de Kylie Minogue, por ejemplo. ¿No cree que los gustos de los adultos se pueden modificar desde abajo?

 -Sí, es que es eso. Luego, ya verás. Por ejemplo, el hijo de nuestro técnico de sonido que tiene 12 años está muy metido en el trap. Ya no habla solo de los traperos americanos de primera línea, sino que habla de cosas que tú desconoces y que él se ha metido. Ya está en el punto aquel nuestro de cuando nos metíamos solos en una tienda de discos y buscábamos cosas que fueran más allá de lo que suena a la radio. Él ya está buscando cosas con criterio propio, al margen de las radios o el dictado del sistema. Con el hip-hop pasó eso. ¿Que el sistema se ha apropiado de eso para hacerlo masivo? Eso ha ocurrido toda la vida. Volvemos al jazz. Era una cosa de gente marginal, que no trabajaba. De golpe, esos mismos que lo veían como algo no válido lo estaban bailando en un club de la jet set de Nueva York con una copa de champán francés en la mano. El trap es eso, hasta que ves que lo está bailando la élite madrileña en una sala súper pija.

-Ya hemos llegado a eso, me temo.

.-Sí, las élites siempre lo han hecho. Los beatnicks se fascinaban por las subculturas y lo intentaban llevar a un punto de exquisitez. Eso lo hacía interesante para una élite, que lo tomaba como algo interesante hasta que se hacía de gusto masivo. Todo eso es muy cíclico, siempre ocurre. Para mí que tú me digas que tú escuchas reguetón porque te llega por tu hija y lo relaciones con Kylie Minogue... ¡es que eso es la historia de la música! Es súper sano, teniendo referentes musicales. 

-Le hago la gran pregunta. ¿La música pop se ha agotado, está en el lugar en el que estaba el jazz en los ochenta o quedan aún cosas por inventar? Personalmente, me cuesta encontrar discos rompedores. Semeja que desde el brit-pop todo  todo se haya hecho autoreferencial y muy poco o nada innovador.

-No te voy a dar una respuesta, porque no la sé. Es evidente que todo da la sensación de ser referencial. También es cierto que cada vez tenemos más años. Era mucho más difícil que algo fuera referencial en el 67 que 50 años después. Hoy hay muchas más posibilidades de mirar hacia atrás y ser revisionista. Cuando teníamos menos años de historia de la música pop era más difícil. Aún así, siempre el pop fue referencial. Eso es lo que hace que evolucione: cuando quieres ser revisionista de algo y no lo consigues. Aunque tengamos esa sensación, yo creo que el pop no va a parar de evolucionar. Si tú escuchas discos de música pop desde el 2015 hasta ahora, te aseguro que cuando pasen 20 años los sabrás situar en esta época. Hay una serie de elementos, estas cosa del tratamiento digital y editado de las voces, cómo se usa el auotune, el tema rítmico y cómo la música se impregna de esa cosa un poco regatonera, que es lo que es hoy en día. Todo esto que le llaman tropical house y tropical pop está impregnado de eso. El tema famoso de Ed. Sheeran, el Shape Of You, es muy representativo. Dentro de un tiempo te llevará a esta época. Eso indica que sí que evoluciona, aunque tú tengas la idea de que para ti no hay ese elemento rompedor. Ese elemento rompedor está muy asociado a la adolescencia o la posadolescencia, en el momento en el que las cosas se viven de una manera súper visceral y súper emocional. Entonces, con nuestra edad, con cuarenta y tantos, querer vivir eso de “¡Buah, esto es la hostia!” va a ser más difícil. Yo creo que todo continúa evolucionando de la misma manera. A mí me pones un disco de r&b del 2001 y sé que es de esa época. Y eso es muy diferente de la música negra actual y muy distinto de la de los noventa y los setenta. El revisionismo es inevitable, pero no va a ser igual. Lo auténticamente referencial es un ejercicio de estilo.

-¿Puede poner ejemplos?

-Mira a Megan Trainor, que hace unos años estaba en las listas con canciones que son muy años cincuenta y principios de los sesenta. Es muy revisionista, pero no lo es. Charlie Puth hizo aquella canción titulada Marvin Gaye, claramente revisionista. Pero hay algo ahí que no lo es, que son los bongos. El disco de Amy Winhehouse es un disco 100% revisionista, casi un ejercicio de estilo, pero no lo es. Es un disco totalmente contemporáneo por cómo fue grabado, por la producción y el tipo de fraseo que hace ella, que es lo que lo separa de una canción clásica de soul de principios de los sesenta. Estos pequeños elementos son los que hacen evolucionar la música. La producción de hip-hop en la música soul es algo que ha sucedido en los últimos 15 años y eso es una evolución de la música pop.

-Escuchándole a hablar, a lo mejor se puede llegar a la conclusión de que el estancamiento se produce en el underground y el indie, que en el mainstream la rueda gira porque es inevitable que lo haga. ¿Qué opina?

 -Eso es algo que hablaba hace poco con un amigo mío. Decíamos que teníamos la sensación de que es mucho más inmovilista lo indie. Me ocurrió lo mismo en los dosmiles. Cuando escuchabas producciones de r&b americano decías “Buah, esto es fuerte, es innovador”.

-A mí me ocurrió cuando escuché por primera vez “Single Ladies” de Beyoncé. Me parecía mil veces más rompedora que el 99% de los grupos indies que ensalzan las revistas.

-Claro, es que esa canción tiene un sonido muy fuerte. No son elementos de primera escucha, ni algo amable. De repente, te das cuenta de que en el supuesto mainstream aparecen cosas más innovadoras. Y, en cambio, en el underground parece todo más inmovilista. Pues sí, a veces da esa sensación. Y lo peor y peligroso es que haya gente que se agarre a ello como un clavo ardiente para defender una cosa que creen que les está sobrepasando por la parte del mainstream. Eso es peligroso, porque no responde a la realidad. No sé si es algo más español y anglosajón. Si escuchas cosas de la escena indie de México o Chile, por decir, algo, es mucho más híbrida. Hay muchos más elementos que interaccionan entre ellos. Aquí creo que nos cuesta más.

-Hace unos años entrevisté a Javiera Mena y me decía que su principal influencia era Mecano. Dudo mucho que pueda encontrar algo así en un artista indie español.

-Los habrá, pero todavía nos cuesta mucho decirlo. Y espera que llegue el momento en el que te ponga a Maluma al mismo nivel de un grupo indie.      

-¿Algo así como “Mis influencias son Maluma y los War on Drugs”? ¿En serio lo ve?

-Claro, es que eso pasa. Y va a pasar. Es muy bueno que ocurra. Es muy potente y transformador. El otro día estaba escuchando un grupo colombiando que, a nivel rítmico, era muy regatonero. Pero que luego, a nivel de producción y de tipo de canción, era cero fórmula de ese regatón mainstream al que estamos acostumbrados. Eso le tiene que abrir la mente a quien lo escucha.

-Hay dos pelotazos recientes en los que ocurre eso. J Balvin con “Mi gente” el año pasado  tuvo que generar sensaciones parecidas. O Juanes ahora, con su último single "Pa' Dentro"? ¿No le parecen temas interesantes?

-Es que esa canción de Juanes la produce Alizz, el productor de C  Tangana. Tiene un background musical súper amplio y es 100% creativo en las producciones y su forma de entender la música. A ti te puede no gustar, yo lo puedo entender. Pero tienes que apreciar qué tipo de producción es interesante y no dejarte llevar porque "esto es no se qué y ya sé que no me va a gustar". Volvemos a lo de mi abuela, que decía que no le gustaba lo de los heavys, así en general.  

-Hace años dijo que el pop le había salvado la vida. ¿Piensa lo mismo?

-Sí, totalmente. Soy consciente cada día de eso. Cuando estoy más cerca de ese punto del equilibrio que decíamos al principio es porque anda la música por ahí, bien haciéndola o bien escuchándola. Sigo pensando que es algo mágico e inexplicable. Por eso me da rabia que, en al análisis que hacemos como críticos musicales, eliminemos ese elemento puramente emocional y vital que tiene la música pop sobre nosotros. Cuando eso lo relegamos a un papel muy secundario o lo eliminamos, lo quitamos de la realidad y es algo que no funciona del todo. Yo entiendo que cuesta escribir o hablar desde la emoción, de esa parte más visceral. Pero creo que debemos hacer el esfuerzo, porque si no queda capado el análisis. Puedes ver sí, que hay unos referentes, que hay un estilo determinado, pero nada más. No sé si se ha conmovido, si le ha parecido horrible o si se ha asqueado. Parece que hablar desde ahí le quita valor. Pero yo creo que, si hacemos un esfuerzo por escribir bien sobre eso, desde ahí, eso le añade valor. Sin quitar lo otro, claro. Intelectualizar el arte así es peligroso. Cuando tú preguntas una cosa tan fuerte como esta, de si me ha salvado la vida, que puede parecer una frase hecha, yo digo: “No, es que es la verdad. Por eso nos hemos entregado en cuerpo y alma a eso”. Todo el mundo, también la gente que se dedica eminentemente a escribir sobre música. Creo que también lo hace porque también le ha salvado la vida. ¿Qué pasa cuando eso no está flotando en el ambiente cada vez que leemos sobre esto o hablamos sobre lo otro? 


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