La Voz de Galicia

Un hombre lleva cinco años viviendo en el techo del Palacio de la Ópera de A Coruña

A Coruña ciudad

alberto mahía a coruña / la voz

De almacén a museo, así es el hogar del hombre que vive encima del Palacio de la Ópera

Convirtió un viejo almacén en un museo, hizo una huerta y diseñó jardines

02 Jun 2023. Actualizado a las 12:11 h.

Hay un hombre que vive encima del Palacio de la Ópera desde hace 5 años. Para llegar a su hogar hay que acceder por el parque de Santa Margarita. Y justo a la altura del anfiteatro, se encuentran los coquetos jardines que dan paso a su casa, un viejo y abandonado almacén que José Antonio —así se llama— decoró con hermosura y gusto. La gente que lo ve queda pasmada por lo que esta persona hizo ahí.

Algunos solo verán al pasar una silla estropeada en mitad de un coqueto y floreado jardín. Pero si se fijan bien, lo que descubrirán es a un hombre que recibe al desconocido como si lo esperara desde febrero, que si se le pide que muestre su casa invita a un café o a una cerveza sin alcohol, que habla como un político de la Transición, que de joven estuvo 15 años en prisión, y que durante 9 meses acogió en la propiedad municipal que usurpó a una joven mujer maltratada.

Unos dicen que humanizó el abandonado cobertizo de mantenimiento del parque de Santa Margarita. Otros, que lo okupó y debe abandonarlo de inmediato.

«Yo sé que esto no es mío y lo que hice está mal. Pero mientras no me echen, aquí seguiré. Aquí me encuentro feliz. Creo que no molesto a nadie, que adecenté algo que estaba en ruinas y abandonado. Pero si no le gusta a alguien que continúe, que me lo diga. Yo lo que no quiero es causar daño». Dice este hombre que camina hacia los 80 años, que nació en Ourense y que en el 2019 se mudó a A Coruña tras rehabilitarse de un problema con el alcohol. Que ya superó.

Este martes, a las 11 de la mañana, estaba desinfectando un registro por el que de vez en cuando salen bichos. Es un fanático de la limpieza. En el suelo de su casa, donde hay expuesto de todo —cuadros, cintas de vídeo, deuvedés, figuras de porcelana, plantas por todas partes— se puede comer. 

No le falta de nada

José Antonio se pasa el día leyendo, limpiando y arreglando todo lo que le llega a sus manos para decorar aún más esa especie de museo que rodea su habitación —la cama está perfectamente hecha—, su zona de ducha —acumula bidones de agua para su aseo personal—, su salita de estar con una televisión que un vecino le proporcionó, y una cocina a la que no le falta detalle. Con toda su cubertería, su cristalería y comida perfectamente ordenada en armarios que brillan.

«Soy un hombre bueno que no es tonto, que vive porque quiere vivir y sentirse querido por la gente que me visita, que me saluda al pasar o que se ofrece para echarme una mano. Pero yo no quiero regalos. No pido. Tengo mi paga y me llega», explica.

Casi todos los días recibe la visita de los técnicos de Servicios Sociales, que pese a los muchos intentos de convencerlo para que se vaya a una residencia o albergue, él prefiere lo que tiene. Fuentes municipales confirman que no hay una sola denuncia contra él y que se le hace un seguimiento desde hace cinco años, cuando se presentó en esa zona del parque de Santa Margarita para plantar ahí una pequeña tienda de campaña.


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