La Voz de Galicia

Más de 30 años encerrado por su madre

Coristanco

Aurelio Mourelle tenía problemas psiquiátricos

31 May 2016. Actualizado a las 05:00 h.

El caso de Aurelio Mourelle, de 72 años y encerrado por su madre durante más de 30 a causa de sus problemas psiquiátricos, dio la vuelta al mundo. En Ribela de Couso, en Coristanco, la situación del hombre era conocida por todos los vecinos, que no dijeron nada porque no querían dañar a la madre, que se ocupó sola de su único vástago durante decenios. Cuando la situación llegó a oídos de la autoridad se presentaron en la casa de María Mourelle, que entonces tenía 92 años, los agentes y el juez de Carballo.

El hombre fue sacado de su encierro, una habitación de cuatro metros cuadrados construida en la cocina donde solo había un colchón de paja y una manta.

Según los vecinos, los problemas psiquiátricos de Aurelio Mourelle, hijo de soltera, comenzaron incluso antes de la mayoría de edad. Se volvió agresivo y su madre lo llevó a un sanatorio psiquiátrico donde le dijeron que no había cura. Para contenerlo la mujer comenzó a encerrarlo. Cuando los agentes abrieron la puerta de habitáculo se encontraron con un anciano desnudo, con el pelo largo y barba crecida. Fue trasladado al hospital, donde se le hizo una revisión y no se le apreciaron problemas de salud, salvo los de tipo psiquiátrico.

Tanto la madre como el hijo fueron trasladados a una residencia de ancianos de Oleiros, donde residieron un mes y medio, pero la estancia fue un desastre para ambos.

El Concello aprovechó para arreglar la vivienda, que se encontraba en muy malas condiciones, pero le pasó la factura a la mujer, descontándole la mano de obra. A ambos les prestaron ayuda desde el Ayuntamiento de Coristanco para la limpieza de la casa, la elaboración de la comida y la toma de medicamentos, que en el caso de Aurelio eran tranquilizantes, aunque tuvo que seguir encerrado, aunque en una habitación ventilada y con mayores comodidades, porque no perdió su costumbre de escaparse.

La familia siguió en su casa de Ribela de Couso hasta mediados de noviembre del 2003, cuando una hermana de María Mourelle se la encontró prácticamente carbonizada. Tenía 95 años y había caído en la lareira, probablemente tras sufrir un ataque al corazón.

Aurelio se quedó finalmente solo entonces y fue trasladado a una residencia pública de Lugo. Desde su ingreso no pronunció una sola palabra, según contó una de sus primas. El hombre murió a los 80 años, el 30 de diciembre del 2008.


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